Opinión | HUELGA

Responder al malestar del transporte

Más allá de contener las protestas, el Gobierno tiene que concretar cuanto antes sus promesas para moderar los precios de la luz, el gas y la gasolina

Un transportista levanta el puño en el tercer día de huelga del transporte de mercancías, este miércoles 16 de marzo, en Murcia.

Un transportista levanta el puño en el tercer día de huelga del transporte de mercancías, este miércoles 16 de marzo, en Murcia. / EDU BOTELLA / EUROPA PRESS

La convocatoria de paro en el sector del transporte, convocada por una asociación sin representatividad y que ganó prominencia a través de la difusión de mensajes alarmistas sobre la hipotética quiebra de suministros que desencadenaría, ha llegado a su tercer día sin haber superado en ningún momento la condición de minoritaria. Pero aun así, está a punto de empezar a tener consecuencias serias en la distribución de algunos productos y amenaza la operativa de bastantes empresas en sectores como el agrícola, el de la alimentación o el de la automoción.

La solución pasa por foros de diálogo con las organizaciones que representan al 90% del sector

Sin la implicación de las organizaciones que representan al sector del transporte en carretera, los organizadores han fiado el éxito de su convocatoria más al boicot de la red de carreteras, con piquetes en puntos sensibles para el tráfico de mercancías, que al seguimiento propiamente dicho entre los profesionales.

Las protestas, denuncia la patronal CEOE, amenazan con causar "graves perjuicios en la cadena de suministros", que se suman a los del encarecimiento de la energía y las materias primas que ya sufren las empresas, y las propias asociaciones de transportistas mayoritarias reclaman que la Administración actúe para evitar daños en quienes no están secundando la protesta. De hecho, la industria láctea parará por la huelga de transportes. La respuesta del Gobierno ha sido actuar "con contundencia" contra los actos de "violencia, fuerza y coacción".

La confusa identidad de la plataforma convocante y algunos de sus mensajes permiten albergar algunas dudas sobre las motivaciones de la iniciativa. Pero ni siquiera lo extemporáneo de su proceder ni la poca representatividad orgánica de los organizadores de la protesta hace aconsejable restarle importancia.

Huelga indefinida de transportistas en España

/ Agencia ATLAS | Foto: EFE

Debería interpretarse como un síntoma y, en ese caso, no dar una respuesta razonable a problemas objetivos por los cauces oportunos (interlocución con los agentes sociales afectados, toma ágil de decisiones más allá de las promesas vagas e información transparente) supone arriesgarse a que el malestar se encauce por senderos poco constructivos y de difícil manejo, sobre todo si son instrumentalizados por quienes ya han practicado más de una vez los mecanismos del populismo más reaccionario.

El fantasma de los ‘chalecos amarillos’ que sacudió Francia en 2018 y puso a Emmanuel Macron contra las cuerdas sobrevuela como un horizonte a evitar. Conviene recordar que fue precisamente una subida de impuestos a la gasolina lo que encendió la mecha del descontento social. Y que detrás de las primeras manifestaciones por las calles francesas no había sindicatos ni partidos políticos sino ciudadanos hartos de ver mermar su poder adquisitivo sin que el Gobierno hiciera nada por sacarles del olvido.

Conviene evitar que el fantasma de los ‘chalecos amarillos’ sobrevuele en el horizonte de la huelga

Así pues, más allá de la promesa de impedir que las protestas deriven en coacciones intolerables contra quien quiere trabajar -algo que no tiene nada que ver con el derecho de huelga- y de la necesidad de que la Administración garantice que se mantenga la seguridad en el suministro de los bienes básicos, de forma tan contundente como sea necesaria, la solución tiene que venir más bien de foros de diálogo como el que mantiene abierto el Gobierno de Pedro Sánchez con las organizaciones que representan al 90% del sector para hacer viable su actividad pese al incremento del precio del combustible.

La vía de salida a la crisis pasa igualmente por concretar a la mayor brevedad posible las vagas promesas del Ejecutivo para contener los precios de la luz, el gas y la gasolina. Conviene dar una respuesta cuanto antes también a organizaciones que, sin secundar los paros, se ven igualmente afectados por las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania.

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