Opinión

Un Congreso velando armas

Cuando los partidos están en el poder los cónclaves internos suelen ser pacíficos y más todavía desde la generalización de los sistemas de primarias. Normal, por tanto, que Pedro Sánchez tenga por delante un proceso congresual tranquilo y vaya a poder, sin mayores complicaciones, culminar en su partido el ajuste que ya empezó con la remodelación del Gobierno.

El contexto, además, también parece ayudarle. A nivel internacional, los socialdemócratas, anclados en un 26% del voto, engrosarán con Alemania un nuevo país a sus filas. Aun minorada, su capacidad para poder sumar alianzas hace que el equilibrio europeo gire hacia el centroizquierda con una Unión Europea que ha lanzado el salvavidas de los Next Generation. En paralelo, un escenario de recuperación económica (aunque con nubarrones como el precio de la energía) parece que ha dotado al Gobierno de la iniciativa política que perdió tras la derrota de la Comunidad de Madrid.

Ahora bien, los partidos, incluso en el poder, no están exentos de retos de medio plazo. Es común que la energía de gobernar termine descapitalizando a unas organizaciones que se vuelven un erial tras su paso por la Moncloa. El capital humano es un problema en cualquier partido clásico, cuyas casi siempre exiguas y envejecidas militancias no le ayudan a equiparse cuando pierden poder. Es más, hasta muchas agrupaciones locales de los partidos terminan desincentivando la afiliación o expulsando a los más talentosos precisamente para no perder el control del aparato frente a sujetos “extraños”. La emergencia de los nuevos partidos no ha cambiado esta lógica.

Por añadidura, la cuestión programática también es relevante cuando se hacen equilibrios con ese “arte de lo posible” que es gobernar. Olfatear y apadrinar los temas con futuro sin descuidar la identidad reconocible de una formación es parte relevante de cualquier congreso. Hasta fecha presente los partidos socialdemócratas más exitosos son los que han maridado su programa económico con las demandas feministas y ecologistas. El PSOE no se ha movido un ápice de esta posición y lo más probable es que intente redoblar la apuesta para no ceder ninguna bandera a sus rivales por la izquierda.

El 40 Congreso del PSOE no irá de democracia interna, donde esta formación ya ha recorrido todo el camino que le era posible. Por el contrario, irá mucho más de cómo perfilar su maquinaria electoral presentando un programa y una labor de gobierno seductora. Algo, sin embargo, en lo que el calendario conspira contra ellos. Es verdad, la economía remonta, pero eso es condición necesaria, pero no suficiente, para revalidar. De momento Andalucía está a la vista y Moreno Bonilla tiene visos de repetir. Mientras, el PSOE aguanta mucho poder territorial gracias a un UP que está cogido con pinzas y que podría no darle para mantener todos sus gobiernos.

Cómo engrase su aparato el PSOE, qué temas priorice y cómo maneje sus tiempos nos dará una medida de por dónde se viene el próximo ciclo electoral en el que, a diferencia de 2019, es la izquierda la que juega a defender.