Opinión | MUNDIAL DE QATAR

La muerte de la España innegociable

En un escenario equitativo, desde los once metros, la selección de Luis Enrique se hundió en el "tópico" de la muerte súbita que supo aprovechar la patriótica y convencida Marruecos, europeizada pero defensora a ultranza de sus raíces.

Luis Enrique se lamenta de una ocasión fallada durante el partido contra Maruecos.

Luis Enrique se lamenta de una ocasión fallada durante el partido contra Maruecos. / REUTERS

Dice Luis Enrique que odia los "topicazos" y no duda en restregárselos al que no sabe identificarlos como él. No existe el oficio, lo de la resistencia es un invento metafísico y el resultado una suma matemática que cuelga en el marcador. Ojalá poder disfrutar de una eliminatoria de octavos con el proceso y no simplemente con la meta. Pero la mayoría no estamos preparados para esto. Solo para las emociones, que de táctico tienen más bien poco. Es decir, ganar y pensar que la derrota es un mal innecesario.

Ante semejante panorama, uno se agarra a lo inmediato, como al color de la camiseta. España afronta el Mundial desprovista de símbolos más allá del centro cardinal de Luis Enrique, que ha desarrollado su propia Constitución. Un libreto pequeño, pero muy firme, que ha impuesto al pueblo que él mismo ha elegido. Le basta con su mayoría simple. Son valores de un tecnócrata que se ponen en juego en un torneo político donde el patriotismo va en el apéndice de la alineación. Un valor incalculable que te permite aguantar hasta el último momento en la línea. Bono, con un pueblo a sus espaldas, fue más inteligente que el combinado intelectual. Bandera arriba y revelación totalmente confirmada.

Marruecos es un ejemplo maravilloso. Una selección compuesta en su gran mayoría por talentos europeizados, pero que nunca ha renunciado a sus orígenes. Han asumido trabajos a los que otros han renunciado porque tienen más clase. Los segundos no se han enterado todavía que el talento sí se puede aprender. Que hay un componente innato, pero que la calle, a la que han renunciado tantos niños, sigue siendo un centro de alto rendimiento por el que pasan hasta los futbolistas frustrados. La primera selección natural.

Sin embargo, cada vez llega antes el momento en el que a los colegiales se les quitan los pantalones con rodillera y se les ponen espinilleras con sus fotos. Se les exige que conserven la chispa juvenil con todos los focos encima. Imprimen sus figuras de cuerpo entero para que todo el mundo les muestre admiración y a la vez se promueve su aislamiento. Solo Nico Williams se mantuvo en la línea desde la irreverencia. Desde que cumplen la mayoría de edad, los jugadores son sometidos a situaciones de estrés que culminan en momentos como una tanda de penaltis de los octavos de un Mundial, para la que existe una justa preparación. Porque esta escena es irrepetible.

Un 'topicazo' de los grandes. La muerte súbita. La lotería. La psicología. Los héroes y los villanos. Porque el que empieza tirando siempre acaba ganando. Son once metros. Que te la van a tirar por la derecha. A lo 'panenka'. Ajustadita y al centro. ¡Rómpela! Y demás palabrería que saca a cualquiera de quicio. Porque esto va al final de un balón que golpea en la red con una violencia que es capaz de desatar un conflicto internacional. Marruecos se descolonizó por completo y apagó para siempre a la España de los 'streamings', una telerrealidad que nos hipnotizó pero acabó envenenándonos. Con estilo, pero sin sentido de supervivencia y mareados por una posesión inflada desde el debut de Costa Rica, un vil espejismo que nos hizo subirnos a un barco que ha naufragado en el océano de la mediocridad.