Cambio climático

Permafrost: una bomba de relojería bajo nuestros pies

El derretimiento del suelo congelado amenaza con ‘despertar’ peligrosos microorganismos y liberar ingentes cantidades de CO2 y metano

Deshielo del permafrost en la isla Herschel (Canadá)

Deshielo del permafrost en la isla Herschel (Canadá) / Boris Radosavljevic

El 22% de la superficie de la Tierra está permanentemente helada. Son más de 112 millones de kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a 6,6 veces la de Rusia y 222 veces la de España. Es lo que se denomina permafrost, una auténtica bomba de relojería bajo nuestros pies ya que se está empezando a descongelar a causa del calentamiento global, con consecuencias catastróficas para el clima y, por extensión, para el futuro de la vida en el planeta.

El permafrost es una capa de suelo, roca o sedimento que permanece a una temperatura de 0°C o inferior durante todo el año. Se encuentra principalmente en latitudes septentrionales (Groenlandia, Canadá, Alaska y Rusia) y en altitudes por encima de la línea arbórea, incluyendo regiones que no están cubiertas de nieve.

La Organización de las Naciones unidas (ONU) lleva ya varios años lanzando la voz de alarma y reclamando, en sintonía con la comunidad científica, que esta alarmante pérdida de hielo terrestre reciba la atención mundial y la investigación que merece.

Porque este deshielo, según la ONU, "reconfigura los paisajes, desplaza a pueblos enteros y perturba los frágiles hábitats de los animales; amenaza, además, con liberar microorganismos peligrosos que llevan congelados miles de años y emisiones del metano y el carbono que se encuentran atrapados en su interior".

Permafrost es el suelo helado del Ártico.

Permafrost es el suelo helado del Ártico. / Yourweather

La última alerta ha sido lanzada por la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL). La principal preocupación es que, en las regiones polares, el permafrost contiene grandes reservas de dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4), dos potentes gases de efecto invernadero. "Si estos gases se liberaran, las consecuencias para el clima serían desastrosas", alerta Michael Lehning, director del Laboratorio de Ciencias Criosféricas de la EPFL.

Microorganismos que pueden ‘despertar'

Pero eso no es todo, porque el permafrost polar también contiene bacterias y microbios que han permanecido congelados durante miles de años y que podrían volver a ‘despertar’. Ee hecho, la NASA ha descubierto microbios de más de 400.000 años en el permafrost descongelado.

Porque, aunque el material vegetal y animal congelado en el permafrost –conocido como carbono orgánico– no se descompone ni se pudre, cuando esa capa se descongela los microbios comienzan a corromper el material y liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero.

Los científicos auguran que el Ártico va a sufrir un calentamiento entre dos y tres veces mayor que la media mundial a lo largo de este siglo. Así que, cuando cuando se habla de 1,5ºC más a nivel mundial, deben apuntarse 3ºC en el Ártico. Esto significa que las olas de calor más frecuentes tanto en invierno como en verano y los ‘efectos indirectos’ (incendios forestales, plagas de insectos…), ya están ocurriendo.

Acantilados de permafrost en Alaska.

Acantilados de permafrost en Alaska. / Efe / Servicio Geológico de Estados Unidos.

Ya en el año 2019, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calificó el deshielo del permafrost como uno de los diez problemas emergentes más preocupantes para el medio ambiente. En ese momento, los límites meridionales del permafrost en el Ártico habían retrocedido hacia el norte entre 30 y 80 km, una pérdida significativa de cobertura. Desde entonces han retrocedido aún más.

El permafrost polar está formado principalmente por marismas y turberas, en las que el contenido de humedad es alto y la materia vegetal se descompone muy lentamente debido a las bajas temperaturas. Esto crea las condiciones anaeróbicas perfectas para el almacenamiento de carbono.

Metano, el "gigante dormido"

Se calcula que el permafrost contiene el doble de CO2 y metano que la atmósfera. Un estudio realizado en 2015 estimó que el total de reservas de carbono en el permafrost del hemisferio norte es de 1.832 gigatoneladas (miles de millones de toneladas). La desaparición del permafrost, por lo tanto, resultaría trágica para la Tierra.

"Si se liberara este gran almacén de gases, se aceleraría considerablemente el calentamiento global. Dicho esto, aún no comprendemos del todo la dinámica en juego, especialmente en lo que se refiere a los mecanismos naturales de compensación", apunta Michael Lehning en un artículo publicado por la redactora científica y responsable de prensa de la EPFL Sarah Perrin.

"Por ejemplo, sabemos que parte del CO2 adicional sería fijado por el crecimiento de nuevas plantas, pero no sabemos cuánto. En la situación actual, creemos que el deshielo del permafrost amplificará en general los efectos del cambio climático", añade el científico germano-suizo.

Permafrost bajo la capa activa en la llanura costera del Ártico en el área especial del lago Teshekpuk, en Alaska.

Permafrost bajo la capa activa en la llanura costera del Ártico en el área especial del lago Teshekpuk, en Alaska. / Servicio Geológico de Estados Unidos

Por lo que se refiere al metano, al que algunos científicos denominan el "gigante dormido" del ciclo del carbono, tiene un efecto en el calentamiento global 80 veces más potente que el CO2. Y en el mar de Laptev, al norte de Siberia, se han detectado a 350 metros de profundidad concentraciones de metano 400 veces superiores a las atmosféricas.

Problema añadido: el permafrost se esta descongelando mucho más rápido de lo que se había previsto. En países como Suiza, donde entre el 5% y el 6% está cubierto por permafrost, el deshielo puede provocar la inestabilidad del terreno. "Existe riesgo para estructuras como edificios, tuberías, presas, estaciones de teleféricos y subestaciones eléctricas, por ejemplo", alerta Lehning.

"La mayor amenaza proviene de la inestabilidad del terreno unida a precipitaciones más intensas, ya que podría provocar más desprendimientos de tierras y rocas, así como más sedimentos que se abrieran paso y sedimentaran el lecho de los ríos. Es un problema que se desarrollaría de forma más gradual, pero los daños podrían ser importantes", indica el científico.

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Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es