SALUD MENTAL

Cortes, quemaduras o rascarse hasta sangrar: las autolesiones entre las adolescentes crecen un 224% desde la pandemia

Los datos de hospitalizaciones y atención de urgencias en los centros sanitarios de la Comunidad de Madrid muestran que el mayor incremento se ha producido entre las chicas

Una adolescente medita en solitario.

Una adolescente medita en solitario. / EL PERIÓDICO| SAVE THE CHILDREN

Elena Marín

Elena Marín

No es solo una forma de llamar la atención, es una forma de canalizar la ansiedad y el malestar emocional a través del dolor físico. Las adolescentes, chicas, no ellos, tienden cada vez más a provocarse algún tipo de daño corporal para calmarse y sentirse mejor. El 84% de las urgencias registradas en 2023 por autolesiones entre menores de 18 años corresponde a mujeres. Pero lo llamativo y grave no es solo el porcentaje, que siempre se ha mantenido en cotas similares, sino que entre ellas el aumento es alarmante desde la pandemia. Hasta de un 224% desde 2020.

Cortes con una cuchilla a lo largo del brazo o de la pierna, quemaduras con cigarrillos u otros objetos, rascarse de manera obsesiva hasta sangrar, derramarse agua hirviendo sobre alguna zona del cuerpo o incluso ingerir objetos punzantes, como clavos, chinchetas o cuchillas. Son algunas de las autolesiones que se infligen a sí mismas las adolescentes. Y las razones son múltiples, pero hay tres que se repiten al hablar con los expertos: la soledad, la escasa tolerancia a la frustración y el efecto contagio que se produce cuando las menores con los dos problemas previos buscan respuestas en algún rincón de internet.

Así lo explican al menos Marta Robles, psicóloga forense y de familia en Servicios Sociales de Madrid, y María, nombre ficticio de una profesora de pedagogía terapéutica de un colegio de Alcorcón que rehúsa dar su nombre y decir en qué centro concreto trabaja porque cree que eso puede provocar que las menores con las que trata se vean señaladas. Es lo mismo que apunta otra piscóloga consultada de un centro privado de Madrid que pide no identificarse para no perjudicar a sus pacientes con este tipo de problemas. Todas ellas lo tienen claro: las autolesiones son un problema creciente entre las adolescentes. Y aunque no son masivas, cada vez son más las llamadas al 112 que se realizan desde los centros educativos para pedir atención para menores que se han producido algún tipo de daño físico.

Un problema más femenino

Mientras el registro de urgencias de los centros sanitarios de la Oficina Regional de Salud Mental y Adicciones de la Comunidad de Madrid señala que en 2023 hubo solo 124 hombres menores de 18 años atendidos por esta causa, la cifra de las adolescentes es de 669. Hace cuatro años, solo hubo 63 chicos y 206 chicas atendidas en urgencias. En las hospitalizaciones la cifra es prácticamente la misma en ellos, ha pasado de 8 en 2020 a 9 en 2023. Ellas, en cambio, han doblado la estadística, pasando de 41 a 94, lo que supone un incremento del 129%. 

María pone la voz de alarma y las psicólogas consultadas lo constatan: "No hablamos de intentos suicidas, que los hay, sino de autolesiones sin esa intencionalidad, del desvío del dolor emocional". Los factores son múltiples, pero María insiste en que no necesariamente se trata de alumnas que vienen de contextos desestructurados. En los últimos tres meses se ha encontrado más de tres casos en el centro en el que trabaja, por tanto, más de uno al mes. En algún caso, se trata de menores con muy buen rendimiento escolar, muy buenas notas, pero que se sienten "solas" o con un "excesivo nivel de autoexigencia" y creen que "no sirven para nada". "A veces, solo necesitan que las abraces y las escuches", dice, aunque por lo general, necesitan un acompañamiento que no siempre es posible. Aquí llega la denuncia por falta de psicólogos y expertos que puedan atender y tratar de urgencia a estos menores en los centros educativos o cuando se les deriva a salud mental, donde los recursos escasean según estas expertas.

¿Y los chicos? ¿No tienen los mismos problemas? Sí, pero se autolesionan menos, coinciden María y Marta Robles, ellos buscan otras formas de hacerse daño, consumiendo porros, sustancias, con el juego u otras adicciones.

Calidad de las relaciones personales

Las crisis existenciales de los chavales que rondan los 14 años son los mismos hoy que hace 20 años, explica Robles, que lleva más de dos décadas dedicada a este sector, pero "la evolución del sufrimiento" ha cambiado. "No saben canalizar las emociones, y aunque parezcan más conectados ahora, comparten menos que antes las cosas con sus iguales y con los mayores", puntualiza. No se trata solo de que los menores se comunican hoy a través de sus móviles y sus redes sociales y de que eso les aleja del contacto físico que les permite verbalizar y compartir lo que sienten mirándose a la cara, que también, apunta esta psicóloga de familia, sino de la "bajísima tolerancia a la frustración" que tienen en una sociedad en la que todo se consigue con inmediatez.

Sus relaciones personales, además, se convierten en superficiales, no son de confianza, algo que cree que "se agrava" por el mal uso de lo que ofrece internet. Ni los padres tienen tiempo para dedicarles, ni ellos capacidad para expresar lo que sienten a sus iguales porque se alimentan de la perfección que se ve en las redes sociales, sin entender que sus amigos pueden sentirse como ellos, explica Robles, a quien le llama especialmente la atención la "soledad" que aprecia en muchos menores, intensificada desde la pandemia. "Las redes sociales no ayudan nada", repite la otra psicóloga consultada, que aunque insiste en que los factores para llegar a este extremo pueden ser múltiples, señala también que lleva 22 años tratando adolescentes y "nunca como ahora" ha visto tantos problemas de autolesiones y conductas tendentes al suicidio entre los menores.

"Más que compañía, buscan en las redes e internet personas que describan cómo se sienten, perfiles que cuentan su día a día, con anécdotas, y que sienten que ponen palabras a unos sentimientos que ellos no son capaces de expresar", explica Robles. Y ahí ven que otros calman su ansiedad, soledad o malestar emocional mediante el dolor físico y "copian, se produce el efecto contagio". La "falta de socialización", de comunicarse sin las pantallas como intermediaras, dice esta experta, es un problema para los menores.

Ante esta situación, las recomendaciones son apenas orientativas porque cada caso es único, insten las tres expertas. Pero coinciden, como expresa Robles, en "que no haya reproche o castigo" por parte de los padres, aunque este sea el primer impulso, e intentar poner palabras a la rabia, culpa, enfado o lo que sea que les haya llevado a hacerlo. A partir de ahí, hacer propuestas alternativas como usar objetos antiestrés manuales, rasgar papeles, zapatear el suelo, duchas de agua muy fría o muy caliente e incluso hielo hasta sentir quemazón, y si son capaces de externalizar lo que les sucede, animarles a llamar a amigas, escribir o incluso llamar al 024, concluye Robles.