NUEVO RECHAZO

¿Por qué Chile ha vuelto a votar 'no' a una nueva Constitución? 5 claves para entender el resultado

El proceso electoral de este domingo pone cierre a un ciclo político iniciado al calor del estallido social de 2019

Folleto de propaganda del no en el referéndum constitucional de Chile.

Folleto de propaganda del no en el referéndum constitucional de Chile. / EFE

La derrota en las urnas por 11 puntos de un segundo proyecto constitucional, esta vez promovido por la ultraderecha y la derecha tradicional, coloca a los chilenos en una situación inimaginable a finales de 2019. Después de cuatro extenuantes años de batallas políticas e ideológicas entre la izquierda y las diferentes formaciones conservadoras, la única ganadora de esta disputa es la Constitución de 1980, redactada durante el régimen militar y objeto de casi 70 enmiendas tras la salida del dictador Augusto Pinochet del poder. La gran ironía de estas horas es que ese texto tantas veces remendado y que tiene una marca de origen cuestionable, no solo se mantendrá incolumne. Se lo considera mejor que el rechazado en la reciente consulta popular. Estas son cinco claves para entender el resultado del referéndum:

Cansancio constitucional

El proceso electoral de este domingo pone cierre a un ciclo político iniciado al calor del estallido social de 2019. La redacción de una nueva Carta Magna funcionó como moneda de cambio para encauzar una crisis con olor a revuelta de ribetes anticapitalistas. Vino la pandemia. Luego, la primera elección de constituyentes. Se puso en marcha una convención paritaria que elaboró un texto de fuerte corte progresista que dejó a la derecha sin poder de veto. La izquierda apostaba a la creación de un Estado social de derecho que no iba a dejar rastros de la experiencia neoliberal. Sin embargo, esa iniciativa no pasó el filtro de un plebiscito, en septiembre de 2022, y se comenzó otra vez casi de cero. La ultraderecha ganó las elecciones que le permitieron dominar el nuevo consejo constitucional. La miel de la victoria le llevó a repetir los errores de la experiencia anterior: su Constitución tampoco pudo imponerse en las urnas. Las preferencias de buena parte de los chilenos se han vuelto volátiles. Esos cambios de opinión llegaron a un punto de no retorno. Los analistas diagnosticaron "cansancio constitucional". El doble tropezón del año pasado y de este domingo es observado como un voto protesta contra las dirigencias políticas. "La política ha quedado en deuda con el pueblo de Chile, y se paga logrando las soluciones que los chilenos y chilenas necesitan y nos exigen que alcancemos", reconoció el presidente Gabriel Boric

Boric y la izquierda, sin razones para festejar

"El proceso constituyente estaba destinado a traer esperanza, pero ha generado frustración", dijo también el joven mandatario, sin margen para capitalizar el resultado electoral. A lo largo de estos años, y tras dos procesos fallidos, "el país se polarizó, se dividió". Las "legítimas diferencias no siempre se expresaron de manera constructiva" y se intentó convencer a los electores "con campañas del terror". El resultado deja al Gobierno de izquierdas una enseñanza de improbable aplicación. Boric, cuya aprobación se encuentra por debajo del 40%, señaló que, si bien el resultado electoral fue "contundente", no se puede menospreciar a "una parte importante de quienes votaron por la opción A Favor". Por eso llamó a "no volver a cometer el mismo error de los plebiscitos anteriores". Los que triunfan en una contienda "no pueden prescindir ni ignorar a quienes son circunstancialmente derrotados". Esa apelación no parece tener visos de fructificar pese al llamamiento presidencial a una "mayor capacidad de diálogo, de consensos". Oficialismo y oposición, dijo, deberían "abandonar las trincheras y la imposición de visiones parciales para poder concentrarnos en dar solución a los problemas más apremiantes que enfrentan los chilenos y chilenas en su vida diaria y que siguen causando un legítimo malestar". Sin embargo, la consulta popular fue apenas un capítulo de las profundas divisiones políticas que, el mismo domingo, comenzaron a aflorar con fuerza alrededor del proyecto oficial de una reforma tributaria de carácter progresista. Chile, que cerrará 2023 sin crecimiento económico, tiene otras asignaturas pendientes que no parecen admitir acercamiento de posiciones: la seguridad urbana, el narcotráfico, el destino del litio y el sistema de salud. 

El traspié de Kast

"Kastitución" se llamaba el proyecto constitucional que se redactó bajo predominio de Republicanos, el partido liderado por el ultraderechista José Antonio Kast. El carácter regresivo de esa iniciativa en materia ambiental, de género, derechos sociales y económicos fue innegociable para esa fuerza que logró arrastrar a los partidos conservadores tradicionales. Pero Kast tenía un doble objetivo: no solo imponer a través del voto esa Carta Magna sino convertir la votación en un plebiscito de la gestión Boric. No sucedió ninguna de las dos cosas y sus aspiraciones de ser un candidato imbatible en las presidenciales de fines de 2025, subiéndose a la ola que se inició en Argentina con Javier Milei, se han puesto en entredicho. "No hay nada que celebrar, el daño que ha sufrido Chile es gigantesco", dijo este hijo de un antiguo oficial de la Wehrmacht y militante del Partido Nazi, cuyo hermano iguel se desempeñó como ministro de Pinochet y llegó a encabezar el Banco Central. "Fracasamos en el esfuerzo por convencer a los chilenos que esta era una mejor Constitución que la vigente y el camino más seguro para terminar con la incertidumbre política, económica y social". Su único consuelo es que "el Gobierno y la izquierda tampoco pueden celebrar". Kast tiene una dura competidora en el espacio ideológico, Evelyn Matthei, quien pertenece al partido de derechas Unión Democrática Independiente (UDI). "Yo realmente a lo que aspiraba era que pudiéramos tener una Constitución que pudiera ser aprobada por el 70% de los chilenos. Eso lo que hubiese sido ideal". El traspié del líder de Republicano puede fortalecer sus apetencias electorales en dos años.

La derecha perdió, pero ganó

"Los chilenos han dicho de manera clara que prefieren continuar con la Constitución actual cerrando esta larga discusión", dijo Kast, quien nunca quiso erradicar el texto de 1980. El horizonte de cambios, se lamentó en su momento, obedeció a una situación "insurreccional" que ha quedado en el pasado y todo vuelve al punto en que se encendió la chispa del estallido. No solo Republicanos se encontraba "cómodo" con la Carta Magna vigente. Lo mismo sucedía a los otros partidos de derechas. La izquierda y la centroizquierda trataron pasar página por completo y se quedaron en el intento. Después del peligro que representó la "Kastitución", parte del arco progresista comenzó a ver el "lado bueno" de la Constitución "de" Pinochet, modificada en varios puntos nodales durante las dos primeras décadas de la transición democrática. Francisco Vidal, un exministro de la Concertación, como se llamaba la alianza entre socialdemócratas y democristianos que gobernó entre 1990 y 2010, señaló al respecto que es inapropiado a estas alturas seguir atribuyéndole al exdictador la paternidad del texto vigente. "Desde el punto de vista de los contenidos y su reforma, esta ya es la Constitución de (Ricardo) Lagos, de Pinochet no queda nada". "No era tan terrible la Constitución después de todo, y me siento cómodo diciendo que nos quedemos con la que tenemos", añadió, a su vez, otro exministro, José Miguel Insulza.

¿Y ahora qué?

"Durante nuestro mandato, se cierra el proceso constitucional; las urgencias son otras", subrayó Boric con los hechos consumados. Su reconocimiento de que no hay espacio para reabrir por ahora las discusiones implica, según el diario 'La Tercera', "una derrota cultural de la izquierda" que durante años abogó por desterrar la matriz institucional heredada de la idctadura. En un país donde tanto cuesta forjar acuerdos, el Gobierno y sus adversarios se han comprometido al menos a no promover un tercer proceso constitucional. La derecha quiere, no obstante, que el oficialismo honre cabalmente su palabra. El exconsejero constitucional Alejandro Köhler confía en que "se abrirá un momento de serenidad" en el país después de que el país oscilara de una convención de izquierdas a un consejo constituyente de ultraderecha. Nada se ha cerrado por completo. Cristóbal Bellolio, profesor Universidad Adolfo Ibáñez, recordó al respecto que, entre las reformas que le hicieron a la Carta Magna pinochetista se encuentra la reducción de los quórums excesivamente mayoritarios en el Congreso. Una mayoría política podría volver modificar el texto que ha quedado en pie. Sin embargo, esa mayoría no existe por el momento. Tampoco la voluntad de reincidencia.