LIMÓN & VINAGRE

Ahed Tamimi, la infancia arrasada

Capaz de enfrentarse a soldados armados, de mantenerse en silencio en un duro interrogatorio o de sonreír ante un consejo de guerra, esta joven rompe la imagen de la sumisión

Ahed Tamini

Ahed Tamini / EPE

Emma Riverola

Emma Riverola

Sobre un verde resplandeciente, se extienden más de 9.000 tumbas – 9.000- perfectamente alineadas. Todas están orientadas al oeste, hacia EEUU. Contienen los restos de los soldados que murieron en el desembarco de Normandía. Los ecos fantasmagóricos de la batalla apenas resuenan ya en el cementerio de Omaha Beach, la sinrazón ha dado paso a la serenidad y la reflexión.

El dolor es más palpable a 2.000 kilómetros de distancia, en el Monumento del Genocidio de Srebrenica. Allí reposan más de 6.500 víctimas -6.500- del asesinato masivo de civiles musulmanes bosnios en manos del Ejército serbio en 1995. La mayor masacre en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, el gran fracaso de la comunidad internacional. La mayoría son hombres, pero también asesinaron a mujeres y niños.

Más de 6.000 niños palestinos - ¡6.000! - han muerto en Gaza bajo las bombas de Israel en menos de dos meses. La cifra crecerá trágicamente: el número de pequeños heridos es insoportable y se teme un brote masivo de enfermedades, debido a la falta de servicios básicos. ¿Cuántas muertes hay detrás de cada niño fallecido? ¿Cuántos padres, abuelos, hermanos ven sus vidas segadas ante esa expiración?

Gaza es hoy un inmenso cementerio de niños, sin césped que lo cubra ni una pizca de serenidad para llorar la pérdida. Una herida abierta que supura desesperación. ¿Qué futuro puede construirse sobre una infancia arrasada? ¿Hay salvación para esta tierra? La violencia ejercida sobre los niños de Gaza ha adquirido proporciones apocalípticas desde el 7 de octubre, pero ya era una rutina en el régimen de 'apartheid' de Israel sobre la población palestina.

Ahed Tamimi (2001, Nabi Saleh, Cisjordania) apenas tenía 11 años cuando unas imágenes suyas despertaron el interés de la prensa. Una cría delgaducha, con camiseta de tirantes, levanta el puño y pregunta airada a un soldado uniformado: “¿Dónde te has llevado a mi hermano?”. Un año más tarde, otra imagen: un soldado, metralleta en mano, mantiene un crío contra el suelo, el niño lleva un brazo enyesado. La familia se enzarza con el militar para que le suelte, una niña no duda en morderle la mano. Vuelve a ser ella, la misma que ha vivido la detención reiterada de su padre y el asesinato de su tío por un soldado israelí. Los vecinos de la aldea llevan años reivindicando la devolución del manantial robado por un asentamiento colono cercano. Los niños han mamado resistencia desde la cuna.

A sus 16 años, otro vídeo de Tamimi redobla su exposición pública. Son días de movilizaciones, y una bala de goma ha destrozado el rostro de su primo, dejándole secuelas de por vida. Invadida por la rabia, la joven increpa y abofetea a dos soldados que se han apostado en el patio de su casa. Tres días más tarde, ella y su madre son detenidas. Ambas aceptan declararse culpables y asumir una condena de ocho meses de cárcel para eludir la amenaza de 10 años de prisión.

La melena cobriza y rizada de Tamimi, sus ojos claros y el gesto determinado han desafiado todos los estereotipos de género, origen, religión o edad. Capaz de enfrentarse a soldados armados, de mantenerse en silencio en un duro interrogatorio o de sonreír ante un consejo de guerra, esta joven rompe la imagen de la sumisión. Sus armas son muy escasas: su cuerpo y su dignidad. No duda en exponerlos en el campo de batalla. Para honor de su lucha, y para vergüenza del todopoderoso Ejército y Gobierno de Israel.

Tamimi salió de la cárcel convertida en el rostro de los menores recluidos. Ella seguía siendo la adolescente que disfrutaba jugando al fútbol y bailando con la música de Rihanna, pero también la joven que empezó a viajar por el mundo defendiendo la causa palestina. “Los niños en Palestina no tenemos ilusiones y sueños normales, como otros niños del mundo” -afirmó durante su paso por Madrid en 2018- “no pueden ir diariamente a los colegios porque hay miles de puntos de control, siempre hay riesgo de que los cojan presos, o los maten en el camino”.

Antes del inicio de esta última guerra, la ONU concluía que había 160 niños palestinos encarcelados en Israel. Desde el 7 de octubre, la cifra no ha dejado de crecer. Hace tres semanas, Tamimi volvió a ser detenida. Su nombre fue incluido este martes en la lista de presos que se beneficiarán del canje con secuestrados por Hamás. Más de 6.000 niños no regresarán nunca más a la escuela. ¿Habrá algún día un cementerio que acoja sus restos, honre su memoria y avergüence al mundo?