LIMÓN & VINAGRE

Mike Johnson, un error por el amor de Dios

El presidente de la Cámara de Representantes de EEUU ilustra perfectamente la deriva de la derecha norteamericana en los últimos lustros hacia la reacción y el integrismo, marginando, cuando no combatiendo, los valores democráticos y liberales

Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes de EEUU.

Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes de EEUU.

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Para ojos europeos es asombroso que un sujeto como Mike Johnson llegara a la Cámara de Representantes, no se diga a la categoría de speaker, es decir, de presidente de la asamblea. Como diría Mariano Rajoy, no es una cosa menor, porque si el presidente de Estados Unidos fallece, el speaker ocupa el segundo lugar en la línea de sucesión, detrás del vicepresidente, que es al mismo tiempo el presidente del Senado. La Cámara Alta fue recuperada por los demócratas, que en cambio perdieron la Cámara de Representantes.

En su toma de posesión, hace pocas semanas, Johnson, propietario de una sonrisa un tanto estólida y grandes corbatas color pastel, proclamó solemnemente: "Dios ha ordenado y permitido que cada uno de nosotros sea traído aquí para este momento específico y este tiempo". No está mal para un tipo que se doctoró en Derecho Constitucional, aunque no estaría de más averiguar las identidades de los profesores que controlan dicho departamento en la Universidad de Indiana.

Que tipos como Mike Johnson ocupen un escaño y profieran semejantes patujadas ilustra perfectamente sobre la deriva de la derecha norteamericana en los últimos lustros hacia la reacción y el integrismo, marginando, cuando no combatiendo, los valores democráticos y liberales del sistema político en el que participan. Básicamente para boicotearlo. La disfuncionalidad no es hoy la excepción, sino la norma del sistema parlamentario de Estados Unidos.

El antecesor en el cargo, Kevin McCarthy, consiguió la poltrona firmando un acuerdo descabellado con la minoría ultra (amplia, pero todavía minoría) de los representantes republicanos. Esta minoría ultra, demencialmente trumpista, reaccionaria, racista y devota, simplemente tiene una ambición: destruir el Gobierno de Joe Biden y no pactar con los demócratas aunque caigan lenguas de fuego. McCarthy, que a ratos parece un oligofrénico, reconoció a esa minoría ultra la capacidad de destituirlo si se salía del tiesto.

Johnson ha vivido casi toda su vida adulta del evangelismo político y ha conseguido que el evangelista sureño habitual parezca un rojo a su lado

Pasó lo que tenía que pasar: a) la Cámara de Representantes rechaza los presupuestos federales porque no incluye los brutales recortes en gasto e inversiones que demandan los republicanos; b) como no existe, como en España o Francia, la posibilidad de prorrogar presupuestos, Estados Unidos debe cerrar su Gobierno y declararse en suspensión de pagos; c) pánico en todos los sectores políticos, financieros y empresariales: maldita sea, impidan eso ya; d) los republicanos ultras se niegan a un acuerdo pero existe una posibilidad: una prórroga de la votación final, durante la cual se continúa negociando; e) los ultras no quieren la prórroga, y f) McCarthy negocia con un grupo de demócratas para aprobar la prórroga, y así se hace.

El resultado es que los ultras echan al speaker a patadas, y después de varios candidatos frustrados eligen a Johnson, que lleva en la Cámara seis años y es lo más parecido a un fascista entre la masa de evangelistas que apoyan o se integran en el Freedom Caucus.

Johnson ha vivido casi toda su vida adulta del evangelismo político y ha conseguido que el evangelista sureño habitual parezca un rojo a su lado. Literalista frente a la Constitución, que debe ser aplicada conforme a los valores del siglo XVIII; es un activista incansable contra el aborto, denuncia a gays y lesbianas como enfermos de negro corazón y sostiene que la separación entre el Estado y las iglesias es un invento marxista ajeno a la Historia de los Estados Unidos.

Tiene publicado un articulejo tan estúpido como repugnante donde argumenta (es un decir) que la base política de los Estados Unidos no es la democracia, sino la libertad del individuo, lo que no solo significa que pueda portar armas, sino rebelarse contra cualquier gobierno que le exija los impuestos que no quiere pagar. Nada ideológicamente raro entre sus compadres.

Y, sin embargo, Johnson se encontró de nuevo con la misma situación: la negativa de los suyos estaba a punto, agotada la prórroga conseguida por McCarthy, de cerrar el Gobierno. El flamante speaker se dirigió otra vez a los demócratas y de nuevo se ha retrasado la votación sobre los presupuestos, ahora hasta enero, lo que fue aprobado por 209 demócratas y 127 republicanos.

Los ultras están estupefactos: se habían equivocado otra vez al votar a Johnson. No es el hombre de Dios en la Cámara de Representantes. Lo votaron por su amor al Creador y míralo: bailando con el diablo. Como Trump no lo apoye explícitamente habrá un gran asado de carne de speaker -blanca, muy blanca y poco hecha- después de las Navidades.