LIMÓN & VINAGRE

Jorge Buxadé, por rutas imperiales y caminando hacia Dios

Un reaccionario furibundo con voz de muñeco de José Luis Moreno que se siente orgulloso de su militancia en Falange, donde nunca destacó; hasta la camisa azul le quedaba mal, tal vez porque entonces no existían las tallas de Zara Kids

Jorge Buxadé.

Jorge Buxadé. / EPE

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Santiago Abascal se hundió hasta las orejas en la duda más atormentada después del éxito arrollador de Juan Manuel Moreno Bonilla en las elecciones autonómicas de Andalucía. El PP conseguía la mayoría absoluta y Vox pasaba a ser irrelevante. La marcha triunfal se había visto interrumpida pese al optimismo poco menos que enloquecido de sus compañeros. Macarena Olona ni siquiera se estrenó en la oposición. Fue entonces, al principio del verano de 2022, cuando las cuadernas de Vox se empezaron a tensar. 

Al cabo de un año el ecosistema interno de los ultraderechistas se ha transformado. Para decirlo brevemente: la pluralidad existente en el partido -tan poco estridente como evidente- se ha desvanecido.

Y el máximo ganador ha sido Jorge Buxadé, un reaccionario furibundo con voz de muñeco de José Luis Moreno que se siente orgulloso de su militancia en Falange, donde nunca destacó. Hasta la camisa azul le quedaba mal, tal vez porque entonces no existían las tallas de Zara Kids.

Entre los años 1975 y 2000 la ultraderecha fue insignificante en España, aunque se registraron experiencias rápidamente fallidas como Fuerza Nueva -que llegó a sentar a Blas Piñar en las Cortes- o Democracia Nacional. Por esbozar tres argumentos explicativos: la dictadura franquista quedaba muy cerca, los fachas españoles estaban muy lejos de las retóricas y discursos de la renacida y modernizada ultraderecha europea, aislados en su aldeanismo ideológico, y el PP funcionó durante cerca de treinta años como un enorme contenedor en el que cabían conservadores, liberales, democratacristianos, socioliberales y también una minoría de ultraderechistas con una nostalgia del franquismo más o menos domesticada. 

De facto el PP de José María Aznar y Mariano Rajoy, más que un partido estricta y homogéneamente de derechas, era un espacio de acogida política e integración organizativa de la "no izquierda". Fue su gran triunfo estratégico: consiguió articular un gran partido político en toda España, bien dirigido y eficazmente jerarquizado.

Pero las cosas cambiaron. Primero fue la guerra cultural que, desde el PSOE, emprendió José Luis Rodríguez Zapatero. La derecha liderada por Rajoy no supo oponerle nada, salvo la imagen de un presidente previsible, tan ajeno al siglo XXI como el conde de Romanones y que leía el Marca como todo consuelo intelectual. Luego la crisis catalana. El Gobierno del PP no la comprendió en toda su dimensión y renunció a arbitrar una estrategia. Rajoy se limitó a mandar a Soraya Sáenz de Santamaría a abrazar a Oriol Junqueras

Una parte del electorado pepero se enfureció y sobre ese campo sembrado de decepciones e indignaciones creció Vox, liderado por un antiguo militante del PP capaz de veinte kilómetros de marcha, de montar a caballo y de defender la democracia hasta poder vaciarla de tumores comunistas, nacionalistas y autonomistas, primero en los ayuntamientos y llegado su momento en el BOE.

Buxadé no fue un voxista de primera hora. La diminuta Vox en 2014 y 2015 era activamente antisistema y ahora se declara constitucionalista. Antes de su eclosión electoral se incorporaron ciudadanos de varias tendencias. Estaban los conservadores, los liberales -entiéndase: económicamente liberales- y los más reaccionarios y catolicorros -gente ultramontana con mucho aguilucho en el corazón.

Después del desengaño andaluz y del retroceso en las últimas generales Abascal -que no es un líder particularmente astuto y carismático- se sintió incapaz de pastorear esa humilde pluralidad y las ambiciones encontradas. 

Por eso se fue el señor Espinosa de los Monteros. Por eso quienes le susurran en los oídos, su círculo más inmediato, los más ultras -Ignacio Hoces, Enrique Cabanas, Kiko Méndez Monasterio- han apostado por Jorge Buxadé, abogado del Estado y europarlamentario desde 2019, un diestro enredador, doctrinario y navajero, nacionalcatólico y admirador de las democracias iliberales del centro de Europa, convencido, como los tres mosqueteros abascalianos, de que Vox necesita rearmarse ideológicamente y elevar su intolerancia rabiosa hasta el límite si no quiere seguir desinflándose en un futuro inmediato.