ANÁLISIS

El terrorismo yihadista en el Sahel aumenta tras los golpes de estado y la entrada de Wagner

Hay choques por el control de las bases que abandona la misión de la ONU en Malí

En Níger se incrementan los ataques mortales por el vacío dejado por las tropas golpistas

Un soldado francés patrullando en el Sahel

Un soldado francés patrullando en el Sahel / .

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Los militares golpistas de los países del Sahel justifican sus alzamientos por que los anteriores Gobiernos, apoyados en Occidente, eran ineficaces en la lucha contra las filiales de Estado Islámico y Al Qaeda, grupos yihadistas que atormentan a esta región subsahariana. Esa presunta falta de resultados ha sido una de las excusas para la asonada del 26 de julio en Níger, y ese fue parte del argumentario de los militares golpistas de Malí en 2021 y Burkina Faso en 2022.

Pero los datos muestran que la tendencia es más bien la contraria: tras los golpes, y tras echarse en brazos de Rusia y la Wagner, la violencia no decae, sino que en muchos casos aumenta. La salida de Malí de los soldados franceses de la misión Barkane o los cascos azules de la ONU, y con ellos su alta tecnología militar, ha dejado un hueco que algunas facciones violentas han sabido aprovechar. En Níger, mientras los soldados se centran en retener al presidente legítimo, encerrado en su casa sin siquiera electricidad, o en prepararse ante una eventual invasión liderada por Nigeria para reestablecer el orden legítimo, los grupos yihadistas aprovechan el vacío y ocupan posiciones. Todo, en un auténtico polvorín que preocupa en España, porque puede provocar una explosión de los flujos migratorios o riesgos de seguridad.

El ejemplo más palmario es Burkina Faso. Los militares tomaron por la fuerza el Gobierno en septiembre del año pasado. Destituyeron al presidente interino, Paul-Henri Sandaogo Damiba (que a su vez había sido aupado al poder por un golpe previo) precisamente por su presunta incapacidad para hacer frente a una insurgencia islamista. Pero los datos muestran que la situación ha empeorado con el nuevo caudillo, el capitán Ibrahim Traoré. Se ha alcanzado el récord histórico de más de 1.100 muertes en un mes y de 200 incidentes violentos mensuales, según los datos de la Base de Datos de Conflictos Armados ACLED. El mínimo se alcanzó a principios de 2021, con menos de 50 fallecimientos violentos. 

“Lo que se les ocurrió a los militares golpistas es reclutar civiles, formarlos en un par de semanas y enviarlos a combatir contra los yihadistas. Por supuesto, no funcionó”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Beatriz de León Cobo, coordinadora del Foro de Diálogo Sahel-Europa del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria. “El prescindir de los Ejércitos occidentales no sólo no mejora sino que empeora la situación, y esos países están entrando en un túnel muy oscuro. En el caso de Malí, por ejemplo, por cada base de la misión de Naciones Unidas MINUSMA que se cierra en el país hay una pelea para conquistarla, que pueden ganar los mercenarios de Wagner o los propios grupos yihadistas. No todo el empeoramiento ha sido necesariamente por la salida de los franceses, pero estos tenían drones aerotácticos, por ejemplo, que no tienen los ejércitos de Malí, Níger o la propia milicia Wagner”.

Evolucion de la violencia en Níger, Malí y Burkina Faso, según los datos recopilados por la ACLED

Evolucion de la violencia en Níger, Malí y Burkina Faso, según los datos recopilados por la ACLED / ACLED

En Malí, el pico de violencia se alcanzó en 2022, con un máximo de casi 1.200 muertes violentas en un mes. La cifra se mantenía por debajo de los 350 mientras actuaban los miles de soldados desplegados del Ejército francés y de la MINUSMA. Pero, tras durísimas acusaciones de espionaje y un acercamiento a Rusia y a las milicias Wagner, Emmanuel Macron decidió poner fin a su misión antiterrorista en el país el verano pasado. Ahora, además, los más de 17.000 efectivos de la ONU, entre ellos 13.000 cascos azules, comienzan a abandonar el país, después de que el Consejo de Seguridad disolviera la misión a petición del Gobierno maliense. En los últimos meses, la cifra de muertos ha bajado hacia el entorno de los 400, pero los incidentes violentos han subido hasta el orden de los 140 al mes, según ACLED.

Para Beatriz Mesa, doctora en Ciencias Políticas y autora del reciente libro Los grupos armados del Sahel, el desencanto de los gobiernos de la zona con Occidente tiene una explicación clara: “El balance ha sido muy negativo para la población maliense y también para la vecindad saheliana. A pesar de la intervención securitaria, con los drones y toda la tecnología militar, los estados sahelianos se preguntan cómo no han sido capaces de derrocar a aquellos insurgentes que han logrado erosionar la soberanía nacional y la integridad territorial, en el caso concreto de Mali”. 

Cuando Francia intervino, alega Mesa, lo hizo contra los yihadistas, pero dejó el terreno libre a los secesionistas del norte, grupos armados que han conseguido formar un estado de facto. “Con el alineamiento de Malí a los rusos, vemos que las milicias Wagner sí que intervienen en esas zonas que habían quedado bajo los secesionistas. Es probable que pronto haya una nueva insurgencia, preparada para enfrentarse a las Wagner y a las fuerzas armadas malienses”, apunta. Más violencia. 

Soldados de la Escuela de Gendarmería de Níger que ha visitado el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, para conocer de primera mano el desarrollo de la operación Garsi Sahel.

Soldados de la Escuela de Gendarmería de Níger que ha visitado el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, para conocer de primera mano el desarrollo de la operación Garsi Sahel. / EFE/ Mariscal

Al agitar el avispero, se producen nuevos choques que antes no se producían. Un ejemplo de la nueva violencia generada en esos países son los choques entre grupos tuaregs y el Ejército maliense. Milicianos tuaregs de la Coordinadora de Movimientos del Azawad (CMA) se enfrentaron en mayo con el ejército de Mali en el poblado de Arbichi, al norte de la mítica ciudad de Tombuctú.

El dramático escenario de Níger


En Malí y Burkina Faso los golpes de Estado se asentaron, y el camino de lucha contra el yihadismo y el secesionismo está ya casi por completo en manos de sus Gobiernos y de actores extranjeros, sobre todo rusos. 

La pregunta ahora es qué va a ocurrir en Níger, uno de los países más pobres del mundo que estaba ensayando una democracia apoyada por completo por los países occidentales. El golpe de Estado del pasado 26 de julio está aún por resolverse, y no se descarta que los países de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), liderados por Nigeria, intervengan. De momento, Europa se mantiene a la espera. En la cumbre de Toledo de la semana pasada, el máximo responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell, dijo que de momento se prima la vía de la negociación y se espera a que la Cedeao decida si interviene o no.

Mientras, los grupos yihadistas aprovechan para avanzar. “En el primer semestre de este año, antes del golpe, los ataques se habían reducido respecto al año anterior. Desde el golpe del 26 de julio, está habiendo muchos ataques de la filial de Daesh (ISWAP) contra fuerzas nigerinas, en parte porque las fuerzas se han replegado hacia la capital, Niamey”, explica Beatriz de León. 

“El problema es que los soldados del G5-Sahel, un grupo de seguridad compuesto por los cinco países más importantes del Sahel y que era la niña mimada de Europa, no actuaba en la región de Tillaberi, donde está el Daesh”, argumenta por su parte Beatriz Mesa. Ahora, la expectativa de esos Estados que se han alineado con Wagner es que el grupo de mercenarios intervenga, junto a las Fuerzas Armadas locales, en la recuperación de territorio, tanto contra los terroristas como contra los secesionistas.