Guerra Rusia-Ucrania

La guerra psicológica de Putin: "Bombardean más a las cuatro de la mañana; no quieren que durmamos"

Katerina Severina, psicóloga ucraniana de 36 años, sigue sin abandonar Kiev y ofrece consultas por teléfono a sus compatriotas para darles apoyo

"Cuando dormimos es cuando más indefensos estamos y cuando se genera en nosotros mayor miedo", explica sobre los bombardeos de madrugada

Desde el inicio de la guerra duerme con sus dos perros en el baño de su casa: "Es mejor que en el sótano del edificio; aquí tengo calefacción"

Los bomberos tratan de extinguir el fuego de un centro comercial de Kiev tras ser bombardeado la madrugada de este lunes.

Los bomberos tratan de extinguir el fuego de un centro comercial de Kiev tras ser bombardeado la madrugada de este lunes. / EUROPA PRESS

Roberto Bécares

Roberto Bécares

En Abu Ghraib y Guantánamo, la CIA y el Ejército de EEUU despertaban a los presos iraquíes y afganos en mitad de la noche con canciones de música heavy metal, de grupos como Metallica o AC/DC. Más allá de los diversos castigos físicos, esta era una de las torturas más habituales. No dejar dormir a los prisioneros. 

Sobre Kiev, según relatan sus habitantes, los mayores bombardeos del Ejército ruso se producen bien entrada la madrugada. "Cuando dormimos es cuando más indefensos estamos y cuando se genera en nosotros mayor miedo". Lo explica Katerina Severina, psicóloga ucraniana de 36 años que sabe bien de lo que habla, porque lo vive a diario.

Muchos de sus amigos han huido, pero ella no quiere abandonar

Kiev

. Ya abandonó Donestk cuando las tropas rusas lo invadieron hace ocho años. "Rusia quiere privarme por segunda vez de mi casa, mi trabajo, mi familia y mis perspectivas de vida", relata desde su piso del centro, en el distrito Pecherskii, en un edificio de viviendas en el que apenas quedan 37 familias de las 150 que vivían antes de comenzar la invasión.

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/ ZML

Desde que comenzó la guerra, duerme con dos perros Pomeranian -uno es suyo, el otro lo dejó atrás un vecino en su huida- en el suelo del baño, frente a la pila del lavabo. Le dijeron que era el lugar más seguro, lo más lejos posible de las ventanas. "Es mejor que dormir en el sótano del edificio, aquí tengo calefacción en el suelo". 

Eso no le impide escuchar las alarmas antiaéreas de madrugada, al menos cuatro o cinco veces cada noche. "Al poco de sonar las sirenas, se oyen las explosiones. Los perros se asustan", explica por WhatsApp Katerina, que asegura que trata de irse a dormir antes de medianoche para tratar de coger algo de sueño antes de que comiencen las sirenas. 

Quieren que la gente sienta pánico, es violencia psicológica

Y es que, según asegura, el pico de los bombardeos sobre la capital de Ucrania, que sufre estos días cómo se intensifica el asedio del Ejército ruso desde diferentes flancos, es entre las cuatro y las cinco de la mañana. 

"Lo hacen para evitar que la gente duerma, hacer que se sienta insegura e infundirle pánico. Es una forma de violencia psicológica", explica Katerina.  

Katerina Severina, psicóloga ucraniana de 36 años, posa en el centro de Kiev, en una zona de barricadas.

Katerina Severina, psicóloga ucraniana de 36 años, posa en el centro de Kiev, en una zona de barricadas. / EPE

La madrugada del domingo al lunes ocho personas murieron en el bombardeo de un centro comercial en el distrito de Podilsk, en el que hay dos escuelas y dos guarderías, dijo en Telegram el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko. 

En el recinto el Ejército ucraniano guardaba lanzacohetes y munición. Tras el ataque, el alcalde decretó un toque de queda de 35 horas en la capital y su área metropolitana, que sigue siendo el principal objetivo de Rusia, cuyo ejército está a 25 kilómetros de llegar al centro de la ciudad.

Huida

Desde el inicio del conflicto esta ucraniana nota cómo día tras día el asedio va minando la moral de los vecinos de Kiev, y muchos que querían quedarse optan finalmente por huir de la ciudad. "Tengo muchos amigos que pasan el día entero en el refugio. Le tienen pánico a salir fuera, no dejan ni que sus hijos salgan a la calle a coger aire ni diez minutos". "Trato de hablar con ellos para decirles que la vida sigue, que hay que continuar", aprecia [en la ciudad hay decenas de refugios, como estaciones de metro o sótanos de locales].  

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/ Agencia ATLAS / Foto: Reuters

El día a día de Katerina es como el día de la marmota en versión pesadilla. Se repite sin cesar. Se despierta a las 10 de la mañana, desayuna en casa y se va a dar un paseo con los perros. "Después del paseo", relata la joven, "quedo con un amigo para ir al supermercado, la farmacia o a la tienda de animales" a por comida para perros. "Todo te lleva mucho tiempo, porque hay colas en todas las tiendas".  

Además, ayuda como voluntaria a los más vulnerables. Así, compra comida para animales para personas que los tienen en casa y no se atreven a salir a la calle, lleva comida y otras cosas a los militares, o ayuda a personas mayores a ir a la estación de tren para ser evacuadas a lugares más seguros.  

Las guardias de noche

Todas las noches vuelve a pasear a los perros y se encuentra con sus vecinos de bloque. Cada vez son menos. De 150 apartamentos, ya solo queda gente en 37, sobre todo hombres, porque las mujeres y los niños huyeron hace tiempo. "En esas reuniones decidimos quién hace guardia, qué provisiones se necesitan y quién tiene que comprar el agua".   

Tras esos encuentros, Katerina trata de distraerse con alguna serie y lee las noticias en el móvil. También atiende llamadas de diferente tipo para dar apoyo psicológico. "Puedo ayudar más porque yo ya hui de Donetsk cuando la 'guerra rusa'. Mucha gente me llama para que les apoye y para saber qué tienen que hacer".  

Vista de los dos Pomeranian que cuida Katerina en el baño donde duerme con ellos. 

Vista de los dos Pomeranian que cuida Katerina en el baño donde duerme con ellos.  / K.S.

Antes de que comenzara la invasión, Katerina trabajaba en la clínica privada de salud Viva. Ahora lo sigue haciendo, pero desde casa. "Estoy tratando de coordinar la búsqueda de médicos para trabajar, muchos huyeron fuera del país", describe. 

Katerina explica con indignación que pasa buena parte de su día tratando de explicar a sus conocidos rusos qué pasa exactamente en Ucrania. "Les decimos que hay una guerra real ocurriendo, que Ucrania está siendo ocupada y asediada. Que disparan en Kiev, destruyen Jarkov y Mariupol y matan a niños y mujeres, pero no se lo creen. Dicen que ellos solo están liberando el Donbás", explica enojada. 

"Es increíble darte cuenta de cómo funciona la propaganda del dictador Putin. El 99% de mis conocidos rusos dice que las fotos que les enviamos de los bombardeos son sacadas de películas americanas, o que son falsas. Nos dicen que nuestra gobierno miente", señala la mujer, que todavía se sorprende cuando sale a pasear por el centro de Kiev, incluso los domingos, y las calles están prácticamente vacías excepto por algunos puestos militares y las barricadas elaboradas con sacos terreros y alambre de espino y que están repartidas por toda la ciudad.

A Katerina las últimas semanas le recuerdan mucho lo ocurrido en el Donbás, cuando un buen día se despertaron y "los tanques estaban entrando a la ciudad, y empezaron a colgar sus banderas". "Tuvimos que coger las cosas y salir corriendo. Muchos de mis familiares se quedaron porque no querían abandonar sus casas y ahora están muertos", asegura con una frialdad que asusta. 

Y termina con una advertencia a Europa: "Mientras el dictador siga vivo en Rusia, nadie en Europa puede sentirse seguro. Ni Lituania, ni España, ni Francia. Rusia debe ser neutralizada porque si no toda Europa está en peligro".