POR LA INVASIÓN DE UCRANIA

La primera 'Gran Guerra Económica' del siglo: “Todo el mundo va a sufrir”

Los analistas coinciden en el pesimismo económico

Los escenarios son estanflación (inflación y estancamiento económico simultáneo) o frenazo del crecimiento

Cambiarán los patrones de consumo y el paradigma económico

Policía y Guardia Nacional rusa patrullan la Plaza Roja cerca de una tienda de Burberry en Moscú

Policía y Guardia Nacional rusa patrullan la Plaza Roja cerca de una tienda de Burberry en Moscú / AFP

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Vivimos el arranque de otra década ominosa. En la anterior padecimos una dura crisis financiera y económica de la que nos acabaron salvando los bancos centrales, que inyectaron dinero en el sistema. Esta década de los 20 la hemos estrenado encadenando una pandemia con una guerra militar y económica. Destrucción de vidas y de tejido productivo. La invasión ordenada por Putin sobre Ucrania ha desatado un conflicto militar, pero también una Gran Guerra Económica mundial.

Los analistas muestran, tanto en el tono con el que hablan como en el fondo de lo que dicen, un estado de alerta. “Estamos en una situación de grave peligro, no solo militar, sino económico. Vivimos relativamente tranquilos en nuestras casas, pero deberíamos estar en modo de economía de guerra. Veo a la gente demasiado complaciente, y esto no se puede banalizar”, advierte a

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

Alicia García Herrero, economista jefe en el banco de inversión francés Natixis.

En la misma línea pesimista se expresa Pablo Gil, estratega jefe de la casa de inversión XTB. “No sufríamos algo parecido desde la crisis del petróleo de los 70. Esta guerra económica que vivimos va a tener un gran impacto por nuestra fuerte dependencia de las materias primas y de la energía. Habrá un período de estanflación (estancamiento e inflación) que será mayor o menor en función de lo que dure la guerra".

Reacción en cadena

Hace unas semanas, el panorama económico tenía solo un problema principal: la inflación. Algo contra lo que los bancos centrales pueden luchar subiendo tipos. Pero todo se agravó el pasado 24 de febrero, cuando Putin decidió lanzar una invasión a un país soberano europeo y, con ello, desatar la mayor y más contundente oleada de sanciones económicas, embargos y cancelaciones culturales contra un país en más de medio siglo.

“Pensábamos que la ‘primavera’ económica postcovid iba a durar más. Pero hemos entrado de lleno y de pronto en el invierno"

Las principales marcas y empresas han abandonado el país, los mayores fondos desinvierten, el rublo está hundido y Moscú ha impuesto un corralito a los dólares que se pueden sacar del cajero. Se ha desconectado a los bancos rusos del sistema de pagos, se han congelado las reservas del país en el extranjero y se persiguen las propiedades de los millonarios que apoyan el régimen autoritario de Putin. Pero también se saca a los deportistas rusos de las competiciones internacionales y a los artistas del país de los principales eventos culturales. Es una confrontación económica, política y cultural total.

Gente haciendo cola en Moscú para sacar dinero, después del "corralito" impuesto por Vladímir Putin de un máximo de 10.000 dólares

Gente haciendo cola en Moscú para sacar dinero, después del "corralito" impuesto por Vladímir Putin de un máximo de 10.000 dólares / EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV

Moscú ha reaccionado con la prohibición de exportar ciertas materias primas (no todas porque hundiría su economía). Amenaza con expropiar a las decenas de empresas que han decidido suspender sus negocios en el país, e incluso con cortar el grifo del gas o del petróleo, imprescindible para Europa en estos momentos. Según Eurostat, la UE importa desde Rusia un 26,9% del petróleo y un 45,3% del gas natural que consume.

Es una escalada tremenda, pocas veces vista antes. Una acción-reacción cuyo final se desconoce. ¿Quién dirá la última palabra, quién pondrá la última sanción? Es difícil parar una reacción en cadena.

Miedo a consumir o invertir

Hay temor a que la guerra, de momento regional, se extienda y se convierta en mundial. Esa incertidumbre detrae la inversión en muchos países. Al mismo tiempo, al auge de precios de la energía y de las materias primas, por la cadena de represalias que se ha puesto en marcha, lo encarecerá todo. Estancamiento e inflación. Para algunos analistas está claro: el temidísimo escenario de estanflación. Un galimatías económico de difícil resolución.

La fórmula vigente hasta ahora para luchar contra la pandemia era mucho gasto de los gobiernos gracias al dinero barato europeo, e inversión pública para reactivar la economía. Eso, unido al ahorro durante la restricción de gasto de la pandemia, anticipaba unos crecimientos razonables y un futuro halagüeño. Hasta que Moscú dio la orden de atacar.

“Pensábamos que la ‘primavera’ económica post covid iba a durar más. Pero hemos entrado de lleno y de pronto en el invierno. La clave para España es apretarse el cinturón; no digo no invertir, pero el gasto corriente y el déficit estructural hay que cerrarlos cuanto antes, porque cualquier país que se pase de la raya lo puede pagar caro”, opina García. 

Se trata de una crisis global que incluso está afectando a China. Las consecuencias no se van a sentir solo en Rusia. "Todo el mundo va a sufrir de una u otra manera, incluso aunque la guerra acabara mañana”, sostiene la analista.

“Estamos en una economía de guerra. El tono debe ser similar al que usaba Winston Churchill cuando hablaba. Tiene que estar a la altura del riesgo económico al que nos enfrentamos"

A Rusia se le han dado golpes muy duros. El mayor es impedirle acceder al dinero que tenía en moneda extranjera en los bancos de los países más grandes. Esa reserva estratégica nacional era parte del escudo monetario que tenía el Kremlin para cuando vinieran mal dadas, o para cuando lanzara una guerra: 640.000 millones de dólares. Dos tercios se los han congelado los bancos internacionales.

Esto, junto al resto de medidas, puede llevar al país a la quiebra y al impago de su deuda. “El impacto de un eventual default ruso no es directo para la mayoría de países. Pero ahora los inversores internacionales están en lo que se conoce como modo de eliminación de riesgos, risk off. Desinvierten por si acaso. Está saliendo ya mucho capital de los emergentes, y algunos países no van a conseguir financiación”, pronostica García.

Alza de los precios

El principal problema en este momento es el imparable crecimiento del precio de las cosas. En Estados Unidos, la inflación está en un nivel no visto desde 1982: 7,9% de IPC según datos de esta misma semana. Sube el precio de las materias primas, sube el coste de la luz y suben los salarios, en el país del pleno empleo y la ‘gran dimisión’ o abandono de puestos de trabajo poco satisfactorios. Por tanto, suben los costes de producción y los precios de todo, desde un móvil a un coche, pasando por el pan o la carne. 

En Europa, el panorama es similar. La inflación media está en el 7,5%. De nuevo, los precios de la energía, muy volátiles, impactan en la cifra. Esta tendencia de alza ya se venía dando antes de la invasión de Ucrania, pero ahora se ha acelerado. Por ejemplo, en España, la inflación ha subido un punto porcentual y medio en un mes, hasta el 7,6%, algo que no ocurría desde 1986. La gasolina ha subido un 25% desde enero y la electricidad, un 80%.

Se reducirá el consumo

Lo que parece claro es que se consumirá menos: menos viajes, menos cenas fuera de casa, menos uso del coche y, desde luego, menos consumo eléctrico... Es decir, se gastará menos. Eso, en unas economías de servicios como las europeas, donde siete de cada diez euros de PIB se generan por consumo, puede suponer un frenazo repentino.

Los dos motores del crecimiento estaban siendo, por un lado, el crédito barato, sostenido por la política monetaria laxa de los bancos centrales; y por otro las ayudas públicas, por ejemplo, el plan europeo de recuperación. Ahora, parece que los estímulos de los bancos centrales tocan a su fin. El BCE sorprendió ayer a los mercados reduciendo la compra de deuda y preparando la subida de tipos de interés. El gasto público seguirá, pero sus efectos benéficos pueden ser fácilmente vampirizados por los costes de la energía. 

“La primera consecuencia [de esta Gran Guerra económica] será que la bolsa bajará, porque el valor de los activos se ajustará al riesgo existente”, pronostica Gil. La segunda es una subida fuerte de los costes de producción y los precios. ¿Cómo te van a mantener el precio en la peluquería o el bar, si tienen que pagar la luz para los frigoríficos, la cocina o el secador, y las materias primas suben?”, aporta Gil. 

Cambio tectónico

Pero la profundidad del cambio va más allá. “Estamos en una economía de guerra. El tono debe ser similar al que usaba Winston Churchill cuando hablaba [durante la Segunda Guerra Mundial]. Tiene que estar a la altura del riesgo económico al que nos enfrentamos; y sin embargo tengo la sensación de que se está banalizando el discurso”, opina Alicia García. 

El presidente ruso, Vladímir Putin, este 10 de marzo de 2022, durante una reunión con los miembros de su Gobierno. Rusia ha anunciado que prohíbe la exportación de 200 productos manufacturados en el país.

El presidente ruso, Vladímir Putin, este 10 de marzo de 2022, durante una reunión con los miembros de su Gobierno. Rusia ha anunciado que prohíbe la exportación de 200 productos manufacturados en el país. / Mikhail KLIMENTYEV / SPUTNIK / AFP

España, por ejemplo, es un gran productor de productos agrícolas. Para ello, tiene que importar fertilizantes, una de las exportaciones prohibidas por Rusia. La escasez de este producto incrementará el coste de los alimentos “brutalmente”, dice la analista. Lo mismo para la automoción, porque para las baterías son clave metales pesados de los que Rusia es gran exportador. “Nos vamos a dar cuenta de los límites de nuestro modelo económico y de que nos sobraban bienes de consumo”, concluye. 

Pero este escenario sombrío puede, tal vez, evitarse. Así dibuja Gil la estrategia de salida: Si se llega a un acuerdo de paz mañana, digamos, se produciría un inmediato desplome en el precio de las materias primas, los cereales y los productos industriales. La inflación empezaría a bajar, aunque con efecto retardado. El petróleo bajaría por debajo de los 100 dólares por barril y con él la gasolina, ahora a unos dos euros el litro.

"Los gobiernos dirán que lo peor ha pasado, pero aún habrá que esperar hasta finales del año para ver una normalización en el tema de los precios", afirma el estratega. Eso permitiría gestionar la retirada de estímulos monetarios que oxigenan artificialmente a las economías y a las bolsas desde hace una década. “Si se llega a un acuerdo de paz, nos libraremos de lo peor”, concluye.