CHINA

China, 14 años después: vuelven los Juegos Olímpicos a un país muy diferente

Pekín se convertirá el viernes en la primera ciudad que acoge los Juegos Olímpicos de verano y de invierno

El presidente chino Xi Jinping.

El presidente chino Xi Jinping.

Adrián Foncillas

Pekín se convertirá el viernes en la primera ciudad que acoge los Juegos Olímpicos de verano y de invierno. Los 14 años que los separan son media generación en términos históricos pero parecen varias atendiendo a los cambios en China. Aquel país ingenuo y subdesarrollado que buscaba el abrazo del mundo está cerca de desbancar a Estados Unidos en la cúspide económica global tras beneficiarse como ninguno de la globalización. 

Ni los Juegos invernales rivalizan en empaque con los estivales ni el mundo sufría entonces una pandemia. Las expectativas, pues, son más humildes. Se persiguen unos juegos “sencillos, seguros y espléndidos”, una fórmula alejada de los ditirambos al uso. China pretendía mostrar que también con coronavirus es posible un macroevento global con razonable normalidad pero los rebrotes, aunque ridículos en contraste con las magnitudes del resto del mundo, forzaron el cambio de planes. Meses atrás ya renunció a los turistas y la semana pasada canceló la venta de entradas tras colarse la variante ómicron en la capital.

Solo los grupos elegidos por las autoridades ocuparán las gradas tras controles exhaustivos. Los juegos, aún sin turistas, amenazan el blindaje de la política de tolerancia cero. Entre los miles de llegados del extranjero en las últimas semanas se han detectado más de 200 positivos. Los contagios en la burbuja del personal olímpico se dan por descontados y los esfuerzos se centran en que no lleguen a la población.  

"Boicot institucional"

Tampoco se han salvado estos juegos del ruido político. Sobre aquellos se repetía que eran “los más politizados de la Historia”, un título dudoso si atendemos a las ausencias en bloque en Los Ángeles o Moscú. Los uigures han relevado a los tibetanos como preocupación global y Estados Unidos ha encabezado un “boicot institucional” que han secundado Australia, Canadá o Reino Unido. Los 500 representantes enviados por Moscú, reñida con Washington por el asunto ucraniano, compensarán el vacío. 

A nadie ha sorprendido en China la campaña de una parte del mundo. Los chinos esperaban en 2008 que su puesta de largo tras un siglo y medio de aislamiento e incontables tragedias recibiría las felicitaciones de la comunidad internacional. Para no incomodar al huésped se sacrificaron costumbres como el escupitajo o la ingesta del ajo crudo. El júbilo quedó arrasado en cuanto vieron estupefactos cómo las masas hostigaban el recorrido de la antorcha en algunas capitales occidentales. Pocos chinos ignoran hoy la imagen del país en las sociedades occidentales ni la sinofobia acrecentada por la pandemia. 

Tampoco el mundo espera que estos juegos cambien a China. En las vísperas de los anteriores se apuntaba a la drástica reducción de ejecuciones y otros avances significativos como indicios de una tendencia democratizadora que los Juegos acelerarían. China, en cambio, ha apretado aún más el control a la sociedad civil y su presidente, Xi Jinping, será prorrogado en su silla tras dinamitar el límite de dos mandatos que había ideado Deng Xiaoping, arquitecto de la apertura, para impedir los excesos maoístas. 

Cuesta reconocer a esta China en aquella. Ha cuadriplicado su PIB, aumentado la clase media del 3% al 51% y erradicado la pobreza extrema. Un país que exportaba manufacturas baratas lidera ahora los sectores tecnológicos que cambiarán nuestras vidas como el 5G y ha alcanzado Marte. Los rascacielos han pasado de 848 a 2.708 y aquellos trenes borregueros han sido barridos por la expansión de las líneas de alta velocidad, de un centenar de kilómetros a más de 40.000. China es ya un país de ingresos altos y con agresivas políticas busca un reparto más equitativo de la riqueza tras los salvajes crecimientos pasados. Nadie teme que la contaminación arruine estos Juegos tras haber arreglado China con audaces y dolorosas políticas la ruina ambiental de entonces.

En la crónica de la apertura de aquellos Juegos que firmó este corresponsal se vaticinaba que no suponían tanto una oportunidad para China de conocer el mundo como del mundo para conocer a China. Catorce años después cabe consignar el acierto parcial del pronóstico: el mundo está tan atento a sus defectos como autista a sus virtudes.