IGUALDAD EN EL MEDIO RURAL

El #Seacabó llega al sector primario: "Basta ya de decir que las mujeres ayudamos en el campo, es nuestro trabajo"

Castilla y León y Castilla La Mancha son las regiones con mayor presencia femenina en la agricultura y ganadería. Ambas cuentan con una legislación específica para facilitar su incorporación: “Ojalá no tuviera que existir, pero sino sería imposible abrirse camino”, señalan desde FADEMUR (Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales)

Alba María Marchante fue galardonada por el Gobierno de Castilla La Mancha por el Día de la Mujer Rural en 2022

Alba María Marchante fue galardonada por el Gobierno de Castilla La Mancha por el Día de la Mujer Rural en 2022 / ALBA VIGARAY

Marta Alberca

Marta Alberca

Son las ocho de la mañana y un manto de niebla espesa cubre los casi 15 kilómetros de campo que unen las localidades manchegas de Villafranca de los Caballeros (Toledo) y Alcázar de San Juan (Ciudad Real). En uno de esos terrenos Alba María Marchante lleva varias horas atendiendo a las cerca de mil ovejas que tiene en la explotación ganadera que dirige junto a su familia. No es la única, en Madridejos (Toledo) a menos de 20 kilómetros de distancia de Alba, Ana Gutiérrez, empieza a organizar sus tareas entre la peluquería que regenta y Estigma rojo, el negocio de venta directa de azafrán del que también está al frente. A esta misma hora en la otra punta de la región, en Cifuentes (Guadalajara), Loreto Palafox, espera al primer grupo de curiosos que han contratado una ruta privada para saber cómo nace uno de los productos más codiciados del campo manchego, la trufa.

Como ellas cada vez son las más las mujeres que apuestan por dedicarse al sector primario en Castilla La Mancha, sobre todo a raíz de la aprobación del Estatuto de la Mujer Rural al que el gobierno regional dio luz verde en 2020. De hecho, de las casi 4.000 incorporaciones de jóvenes al campo que ha habido desde 2016, un 30%, es decir, más de 1.100 han sido mujeres, siendo la segunda región con más presencia femenina en este sector por detrás de Castilla y León, donde las explotaciones de titularidad compartida superan las 500. En la otra Castilla no llegan a las 300. Sin embargo, antes de su aprobación, la cifra era incluso menor: “Ojalá no tuviéramos que tener leyes como estas, pero por desgracia siguen haciendo falta, y mucha”, explica en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Elisa Fernández, presidenta de FADEMUR de esta región.

Alba Marchante trabaja en la explotación ganadera de su familia desde 2015

Alba Marchante trabaja en la explotación ganadera de su familia desde 2015 / ALBA VIGARAY

Ella lleva al frente de esta asociación desde que nació en 2008 con el objetivo de que las mujeres de las zonas rurales tuvieran representación, porque insiste, en que si ya de por sí hay barreras, estas crecen y e imponen más en las poblaciones de menor tamaño donde no tienen a mano los mismos servicios en una capital. Por eso, insisten que una de las claves para acabar con esto es el empleo. “Hay mujeres que han sufrido malos tratos y si de normal muy es difícil salir de ahí, imaginate en las zonas más pequeñas. Hemos atendido casos en los que nos han llegado a decir: '¿Qué hago? ¿Dónde voy yo sino tengo trabajo?'. Si tú tienes independencia económica tienes mucho camino hecho”. De ahí, que uno de sus metas sea animar a que ellas trabajen sin necesidad de abandonar su origen, “hay muchas que quieren vivir en sus municipios y no pueden hacerlo porque no tienen oportunidades, y eso es un problema”, añade.

Así que para ellas que cualquier avance por pequeño que sea, es un logro: “Cuando no tengamos que pedir este tipo de legislación, será porque ha llegado el momento en el que todos tengamos claro que la igualdad es un derecho de las personas”, explica Elisa. Lo que sí llama la atención son las cifras. Desde que se aprobó en 2020, ha aumentado en un 25% el número de mujeres socias de cooperativas y en un 41% las que forman parte de su consejo rector, como explican a este diario fuentes del gobierno regional. Un ejemplo lo encontramos en Ana que es vocal de la cooperativa de Madridejos, “nunca me lo habían planteado, pero surgió la oportunidad y dije que sí porque es muy importante que tengamos representación en este tipo de órganos que antes solo tenían presencia masculina”, explica.

Ana Gutiérrez es el alma de 'Estigma Rojo', empresa dedicada al azafrán

Ana Gutiérrez es el alma de 'Estigma Rojo', empresa dedicada al azafrán / ALBA VIGARAY

Mujeres al frente


Ella es la pieza fundamental de la empresa familiar Estigma rojo, dedicada a la producción, envasado y venta directa de azafrán, uno de los productos de mayor arraigo en la zona de La Mancha. Algo que tampoco se había propuesto porque su familia nunca se había dedicado al campo. Pasó su infancia en Madrid, pero volvía a Madridejos cada verano ya que era el pueblo de sus padres, hasta que un día conoció a su marido y se quedó allí a vivir: “Su familia siempre había estado muy ligada al sector primario y decidimos continuar con el negocio. Pero con cambios”, apunta.

Uno de los más importantes fue que antes solo producían y lo vendían a terceros para que envasaran, “perdíamos mucho dinero, porque tú te encargabas de sembrarlo, recogerlo y al final el beneficio se te escapaba de las manos”, añade. Así que con la llegada del Estatuto de la Mujer Rural una de las nuevas normas era que las mujeres podían optar a la venta directa, es decir, hacer llegar a los consumidores sin necesidad de tener un establecimiento dedicado a ello, Ana decidió aventurarse y empezó a envasar y vender. “Me dio mucho vértigo, pero aposté por mí”, apunta. Ahora lleva cuatro años como joven agricultora y combina su trabajo de peluquera con esto, “en mi situación hay muchas otras compañeras, y ha sido gracias al empuje de la mujer de dar el paso no solo a plantar o producir, sino de envasar y a convertirse en empresa”, explica en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

En la empresa de Ana, producen, envasan y venden azafrán

En la empresa de Ana, producen, envasan y venden azafrán / ALBA VIGARAY

La historia de Loreto es similar. Sus padres eran naturales de Cifuentes, pero en los años 70 decidieron hacer las maletas y probar suerte en la capital madrileña, pero sin perder nunca sus raíces. Pasaron los años y ella se cansó del ruido, de las prisas y decidió volver al origen. Siempre le había gustado el campo, la paz que le daba respirar en él. Un día comenzó a cultivar trufas en unas antiguas tierras de su familia. Lo que nunca creyó es que ese sería el comienzo de que a día de hoy es su vida, su empresa TrufaZero. “Empezamos hace diez años con una producción muy pequeña y ahora hacemos un poco de todo”, dice con una sonrisa en la boca y los ojos llenos de ilusión. A lo largo de todo este tiempo explica que no ha tenido que superar ningún obstáculo por el hecho de ser mujer, que más bien, se trata de tener tu sitio y que te respeten, “tengo muchas compañeras y eso me llena de orgullo”, apunta.

La de Alba es diferente. Ella sí que se ha criado rodeada de campo, ovejas y mucho sacrificio. Su padre y su tío fundaron hace más de dos décadas Pasarela Agropecuaria, una explotación dedicada a la ganadería y agricultura. “Casi todos los recuerdos que tengo de niña son en la tierra, con los animales, me gustaba mucho venir”, cuenta a este diario. Creció y abandonó el pueblo por irse a una ciudad a estudiar comercio y marketing, pero sin perder de vista el campo que la había visto nacer. Así que cuando terminó en 2015, con solo 23 años, volvió a hacer las maletas, pero esta vez el destino era su casa. “Vi que me merecía la pena apostar por la empresa familiar en la que mis padres habían puesto todo su dinero, tiempo y esfuerzo”, explica.

A partir de este momento ha tenido que enfrentarse a todo tipo de escenarios. “Recuerdo un día que fui a comprar una maquinaria, el dueño de la empresa me las estuvo enseñando y cuando terminó me dijo: ‘Esto es lo que hay, le dices a tu padre que decida y me avise’, y le dije: ‘No me ha mandado mi padre, he venido yo porque es mi trabajo, y soy yo la que te voy a comprar la pieza’. La sociedad tiene ese pensamiento metido y es muy difícil salir de él”, relata.

Reivindicar su lugar


Quizás uno de los mantras que persiguen a las mujeres en el sector primario es sean consideradas partes protagonistas del sector y no meras actrices secundarias. “Históricamente las mujeres no han trabajado en el campo, han ayudado a su marido, según ellas. Era su forma de vida, su explotación familiar y ya está. Si trabajaban tantas horas como él nunca lo han manifestado, siempre se escudaban diciendo: 'He ayudado', y se han ido de este mundo sin ningún derecho, porque nunca habían cotizado a la seguridad social”, explica Elisa. Pero afortunadamente esto ha cambiado. Hoy las mujeres reivindican sus derechos. Y ya no solo eso. “La formación que tienen hoy en día las mujeres rurales nada tiene que ver con las de antes. Muchas tienen sus títulos universitarios y sus grados de formación profesional especializados en el sector primario”, añade.

En la explotación de la familia de Alba hay cerca de mil ovejas

En la explotación de la familia de Alba hay cerca de mil ovejas / ALBA VIGARAY

Opinión que comparte Alba, que insiste en que el futuro de campo está muy ligado a la profesionalización del sector. “Ese pensamiento ahora es insostenible. Hacer ver que es un trabajo como cualquier otro te da autonomía y si en algún momento hay una separación del matrimonio, la mujer está segura de que ella va a seguir teniendo su trabajo o teniendo ellos años cotizados. No estás ayudando, estás trabajando”, explica. En el caso del azafrán esto es una realidad cada vez mayor, porque es un cultivo que está muy feminizado. “Hace años las mujeres se dedicaban más a la labor de mondar la flor en las casas, mientras que los hombres eran los que iban al campo. Pero eso se terminó. Además, la venta recae más en nosotras”, señala Ana.

Las claves para el futuro del sector


Más allá de la cuestión del género, una de los asuntos que más preocupa en el sector es la falta de relevo generacional. Desde el ejecutivo de Emiliano García-Page muestran inquietud, ya que es uno de los motores económicos de la región. De hecho, esta misma semana se ha aprobado un paquete de ayudas para incorporar jóvenes al sector primario de entre 37.000 y 60.000 euros de cara al próximo 2024. Mientras las organizaciones agrarias como UPA, ASAJA y COAG insisten en que la clave para asegurar el mantenimiento reside en la modernización y digitalización. Y es ahí, donde las mujeres son una pieza fundamental.

“Desde pequeños nos han inculcado que si no querías estudiar o no valías para ello, te ibas a quedar en el campo, como si eso fuera una especie de castigo. Cuesta mucho salir de ese pensamiento. Sin embargo, ahora los jóvenes que como yo queremos quedarnos es porque tenemos una formación, que es lo que necesita el sector, porque la maquinaria evoluciona”, argumenta Alba. Sin embrago, esta modernización no puede llegar a todos los cultivos. Por ejemplo, en el caso del azafrán es muy complicado, porque es un trabajo muy manual, “es muy difícil porque que no se puede mecanizar, como en el caso de otras plantaciones como los viñedos o los olivos, esto es totalmente artesanal y la gente joven apuesta poco por ello”, señala Ana. De hecho, ella tiene un hijo y una hija y ve complicado que decidan seguir con el negocio.

Loreto Palafox, es una de las mujeres pioneras de la trufa en España

Loreto Palafox, es una de las mujeres pioneras de la trufa en España / CEDIDA

En la trufa, se abren otros caminos. Por el que más está apostando Loreto es por el turístico. Desde hace un par de años amplió una nueva vía en su negocio. Además de la producción y venta, también se dedica a organizar visitas a las plantaciones. Allí les enseña cómo se cogen las trufas con los perros, hace una demostración y una degustación para probar y ver cómo se puede incluir este ingrediente en las recetas diarias: “Es una forma de darle vida a los pueblos. Me gustaría demostrar que se puede utilizar y convertir en un reclamos turístico como ha hecho Brihuega (a unos pocos kilómetros) con la lavanda”, añade. Ella también tiene hijos y le encantaría que retomaran el relevo. Un relevo que tiene claro, en el que no pueden faltar las mujeres como protagonistas.