DÍA MUNDIAL DE LOS REFUGIADOS

Un convento trasformado en una casa de refugiados en La Mancha: “Lo más importante es resguardar tu vida”

La localidad de Villafranca de los Caballeros (Toledo) acoge a 40 personas de Ucrania, Rusia, Venezuela o Perú y abre así la puerta a mitigar la despoblación: “Es una manera de generar nuevos empleos y más vida en los pueblos”

Una niña en el salón de la casa de acogida de Villafranca de los Caballeros (Toledo) Alba Vigaray

Una niña en el salón de la casa de acogida de Villafranca de los Caballeros (Toledo) Alba Vigaray / Alba Vigaray

Son las doce de la mañana de un jueves caluroso en el que parece que el verano está a punto de llegar. Estamos en Villafranca de los Caballeros, un pequeño pueblo de La Mancha situado en la frontera de las provincias de Toledo y Ciudad Real. Sus cerca de 5.000 habitantes miran al cielo y no ponen pegas a la lluvia para que su mayor tesoro, las Lagunas de Villafranca, sigan teniendo agua. “Salir a andar, darme un baño y respirar tranquila es un regalo”, dice Valeria (nombre ficticio). Natural de Colombia, vino a España junto a su hijo de 16 años hace 14 meses huyendo de una mafia. Ahora es una de las 40 personas que vive en la residencia de acogida de refugiados que abrió sus puertas en la localidad manchega el pasado mes de enero.

Nerviosa y con los ojos llorosos busca con su mirada a Luisa (nombre ficticio). Apenas llevan un mes conviviendo pero ya son amigas. “Somos como una familia”, cuenta la segunda. Ella vino de Venezuela junto a su marido, con el que comparte habitación en el centro. “Él era militar contrario al régimen, y tuvimos que huir, no quedaba otra”. Hace nueve meses hicieron las maletas y pusieron rumbo a España. Primero estuvieron en Málaga hasta que hace unas semanas se trasladaron a Villafranca. “El cambio es muy duro, pero hay que adaptarse. Lo más importante es poder resguardar tu vida”.

Los suyos no son casos aislados. Cada una de las 21 habitaciones de este antiguo convento ahora transformado en casa de acogida, guardan historias de huidas, de renuncias, pero también de esperanza y segundas oportunidades, por muy duras que sean. Con el objetivo de dar vida a estas segundas oportunidades nació este proyecto de la mano del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, puesto en marcha por La Fundación Luquilú del Grupo Gestioniza, una empresa de la localidad especializada en instalar fibra óptica en las zonas rurales y ACCEM, organización sin ánimo de lucro dedicada a en la atención a refugiados.

Una de las residentes del centro de acogida de Villafranca de los Caballeros poniendo la lavadora

Una de las residentes del centro de acogida de Villafranca de los Caballeros poniendo la lavadora / Alba Vigaray

“Lo que comenzó como un recurso para recibir a ucranianos que huían de la guerra, se ha convertido en un lugar en el que conviven personas que se encuentran en nuestro país en situación de Protección Internacional, sea cual sea su procedencia”, explica Agustina España, coordinadora de protección internacional de ACCEM Toledo. En este momento hay personas procedentes de Ucrania, Rusia, Colombia, Venezuela, El Salvador, Afganistán y Perú. Por eso no es raro que en los pasillos se escuchen diferentes idiomas o en la cocina el olor a curry se mezcle con el del azafrán manchego.

“El otro día hicimos una convivencia y preparé una tisana (cóctel de frutas sin alcohol) que es muy típico en Venezuela, y nadie de aquí lo conocía”, cuenta Luisa. "Me gusta que compartamos nuestras tradiciones, así estamos más cerca de casa”, añade. Después de 18 años trabajando como profesora de infantil, ahora lo de no tener rutina le resulta extraño. "No estoy acostumbrada, pero al mal tiempo buena cara”, dice.

Aprender castellano: el objetivo


A pesar de los miles de kilómetros que separan Venezuela y Colombia de Villafranca, tienen algo en común con sus vecinos: el idioma. Sin embargo, los residente que provienen de Ucrania o Rusia apenas hablan castellano. Por eso todas las mañanas acuden puntuales a sus cita con Raquel Jimeno, profesora de español del centro. “Mi trabajo es ayudarles a desenvolverse en la vida diaria y que sepan el vocabulario necesario para ir al médico o a comprar”, señala a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

La profesora de castellano, Raquel Jimeno, y sus alumnos 

La profesora de castellano, Raquel Jimeno, y sus alumnos  / Alba Vigaray

Raquel escribe en la pizarra mientras Maksim, Olena y Anastasiia apuntan en sus cuadernos las principales reglas de ortografía, y ponen cuidadosamente cada tilde y signo de puntuación ante la mirada atenta de la profesora. Los tres llegaron a España hace unos meses huyendo del terror de la guerra de Ucrania. “Hay perfiles que están muy motivados para los que la edad no es un impedimento, pero sin duda los que mejor se adaptan son los más pequeños, tienen muchas ganas de aprender”, nos cuenta la maestra.

La pizarra de la clase de castellano

La pizarra de la clase de castellano / Alba Vigaray

Actualmente hay 6 menores, aunque han llegado a tener 14. El perfil de los residentes es muy variado, explica Carmen Aroco, responsable del centro de Villafranca de los Caballeros. "Hay matrimonios sin hijos, con hijos, familias monoparentales y personas del colectivo LGTB”. Al tratarse de una acogida temporal el tiempo máximo de permanencia es de 12 a 18 meses. Para personas con vulnerabilidad extrema se puede prolongar hasta los 24. Según datos de ACCEM durante el año 2022, Castilla La Mancha recibió 2.726 solicitudes de Protección Internacional y 2.811 de Protección Temporal (la que piden exclusivamente personas ucranianas).

Repoblación de las zonas rurales


Además de clases de castellano, disponen de educadores y trabajadores sociales, integradores, psicólogos, técnicos de empleo, servicio jurídico y traducción. Pero una de las grandes preocupaciones de los refugiados es su inclusión en el mercado laboral. En ACCEM trabajan con el programa Red Ariadna, un plan integral de acciones dirigidas a atender las necesidades específicas de integración socio-laboral de las personas solicitantes de protección internacional. Para llevarlo a cabo es muy importante la colaboración del tejido empresarial de la zona y ahí es donde entra en juego la Fundación Luquilú.

Este organismo nació hace cuatro años tras el crecimiento de la empresa Gestioniza en plena pandemia. "A raíz del confinamiento mucha gente volvió a los pueblos a teletrabajar y tuvimos que llevar la fibra óptica a muchos pueblos”, señala a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Lucas Corrales, vicepresidente de la Fundación y director de proyectos. La empresa pasó de lo local a lo nacional y ahí vieron la posibilidad de crear una rama social. "Yo venía de trabajar en Valencia en varias fundaciones y pensé que era buena idea que la empresa tuviera ese compromiso con la sociedad”, comenta.

Una de las trabajadoras del centro de acogida de refugiados de Villafranca de los Caballeros

Una de las trabajadoras del centro de acogida de refugiados de Villafranca de los Caballeros / Alba Vigaray

Así que se pusieron manos a la obra. Lo primero era encontrar el lugar, aunque lo tenían claro. Un antiguo convento que a finales de los años 80 abrieron las Hermanas Carmelitas de San José y que cerraron poco después porque no había jóvenes suficientes en la zona que quisieran formarse para ser monjas. De ahí que estuviera inactivo casi más de 20 años. Hasta que lo alquiló esta empresa. “Nos daba mucha pena ver este edificio cerrado en el centro del pueblo y encajaba perfectamente con la idea de la fundación, Eso sí, adaptarlo al 2023 ha sido una locura”, añade Corrales.

El siguiente desafío era darle forma. “Pensamos que lo mejor era formar a la gente en el campo de la fibra óptica y darles oportunidades laborales. Precisamente en una zona en la que no sobra población. "Al pueblo le hacen falta personas que se queden a trabajar y a nosotros nos hace falta mano de obra”, apunta.

Pero el objetivo no es solo ofrecer empleo a las personas que vienen de fuera, también a los vecinos del pueblo que no quieren abandonar sus raíces. "Intentamos que los profesionales que se incorporen a trabajar al centro de acogida sean de la aquí porque que ellos conozcan la zona es muy positivo para nosotros y para las personas que vengan”, sostiene.

De momento no saben hasta cuando estará abierta la casa, pero esperan que no cierre hasta el día en que nadie tenga que abandonar su país en contra de su voluntad. Mientras tanto, siguen haciendo de este lugar su hogar. Hace poco terminaron de pintar la que será una nueva pista de baloncesto. Además, están ultimando un plató para hacer podcast, y este 20 de junio con motivo del Día Mundial de los Refugiados plantarán semillas de plantas de todos sus países para que el jardín comience a florecer.