VIOLENCIA ECONÓMICA

Emprendedoras a espaldas de sus maridos: "He hecho todo a escondidas"

En América Latina, los estereotipos sobre la independencia de las mujeres lastran sus opciones profesionales y empresariales, pero no siempre las tumban. Mujeres valientes que superaron tantas trabas han contado sus historias a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

Elisa teje moñeras en Perú y da empleo a doce personas. Empezó su negocio solicitando un crédito y sin comunicárselo a su marido.

Elisa teje moñeras en Perú y da empleo a doce personas. Empezó su negocio solicitando un crédito y sin comunicárselo a su marido. / Imagen cedida por la Fundación Microfinanzas BBVA

Violeta Molina Gallardo

Violeta Molina Gallardo

El marido de Ercilia (nombre ficticio) no quería que trabajara, la quería siempre en casa. "Tu plata no sirve", le decía. "No vales nada", le decía. Pero el miedo no frenó a esta pequeña empresaria chilena, costurera, que fue dando pasos profesionales sin contar con su pareja y gracias a eso sacó adelante a sus dos hijas y a su nieto: "O me hago millonaria o me quedo sin marido, pero voy a seguir", afirma.

La violencia económica de género es una realidad en todas partes, pero su magnitud se ve acrecentada en América Latina, donde sólo la mitad de las mujeres tienen un empleo formal y el pequeño emprendimiento se convierte, en ocasiones, en la única vía para subsistir. El machismo y los roles patriarcales chocan contra la independencia femenina y son muchas las historias de emprendedoras como Ercilia que tienen que esconderse de sus parejas para poner en marcha su actividad económica.

Como la de Elisa, de Perú, que durante dos años no le contó a su marido que había montado un negocio de redecillas para el pelo y había pedido dinero prestado para ello, ya el hombre le dijo que no solicitara un préstamo y que si estaba cuestionando su hombría y su papel de proveedor económico de la familia. O como la de Sandra, en Colombia, que empezó a adaptar el cultivo del café de las fincas familiares al cambio climático una vez se hubo separado de su pareja.

"¿Pero adónde vas tú?"

La responsable de Empoderamiento de la Mujer en la Fundación Microfinanzas BBVA (entidad que gestionó microcréditos para Ercilia, Elisa y Sandra), Laura Fernández Lord, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que "lamentablemente hay muchos casos en los que la independencia económica de las mujeres no está bien vista por sus maridos", porque en América Latina perviven muchos estereotipos contrarios a que la mujer sea independiente y se empodere económicamente.

"Existe ese sesgo de '¿pero adónde vas tú? No eres suficiente, no puedes, no eres digna de un crédito''. Una de las razones de la menor inclusión financiera de las mujeres es que se autorrechazan ellas mismas. Antes siquiera de ir a pedir un crédito dicen 'no, a mí no me lo van a dar' y ni lo intentan. ¡Imagina qué limitación y qué creencia! Y muchas veces viene por esto de 'adónde vas a ir tú'", sostiene Fernández Lord.

Son frecuentes los testimonios de usuarias de microcréditos en los que se vislumbra violencia económica por parte de sus maridos, lamenta la experta. En algunas ocasiones, el emprendimiento sirve para liberarse de esa violencia, pero en otras la autonomía las expone a un mayor riesgo de sufrir una escalada de la espiral de maltrato: "Como me has desobedecido o me estás cuestionando, yo te voy a poner en tu sitio".

Ni siquiera el hecho de convertirse en emprendedoras con negocios rentables les garantiza la independencia, el reto no sólo está en llevar ingresos a casa, como dice Fernández Lord, sino en quién toma finalmente las decisiones sobre esos recursos. El empoderamiento económico implica decidir sobre el gasto y el uso de esos recursos. "A veces las mujeres tienen acceso, pero luego el hombre sigue tomando las decisiones, con lo cual no estamos consiguiendo el empoderamiento", señala.

Elisa da de comer a sus animales

Elisa da de comer a sus animales / Imagen cedida por la Fundación Microfinanzas BBVA

Emprender para sobrevivir

El Fondo Esperanza de Chile, por ejemplo, además de dar educación financiera a las clientas que piden microcréditos para emprender, les aborda los roles de género y familiares para que puedan estar preparadas para manejar posibles conflictos que puedan surgir a raíz de su actividad financiera.

El emprendimiento mediante pequeños negocios es la única salida que tienen muchas mujeres vulnerables de América Latina para subsistir o para huir de una relación de violencia. La vulnerabilidad y la pobreza es hasta 10 y 12 puntos porcentuales superior entre ellas que entre ellos.

Se trata del "emprendimiento de necesidad", aclara Fernández Lord, emprender en lo que se puede para obtener ingresos y suele darse en actividades feminizadas y con poco margen de beneficio: "En lo que te queda más a mano, en lo más fácil, en lo que sabes hacer. No estás ideando y pensando qué negocio o qué oportunidad hay que nadie está viendo. Para nada. Es mucho más intuitivo, si sé coser, pues me pongo a hacer uniformes para escuelas; si sé cocinar, pues empiezo a cocinar de más y a vendérselo a mis vecino. Al final, muchos de los emprendimientos que vemos de las mujeres son una extensión del hogar porque tienen que compatibilizarlos con el cuidado y las tareas domésticas, que descansan en ella y son una carga en tiempo tremenda", destaca la experta.

"La alternativa es o dependo económicamente de un tercero, o me empleo en la informalidad o me voy a la usura", añade.

"Una puede sola, hay que tenerse fe"

Ercilia está en la cincuentena y su vida ha estado plagada de adversidades. Sufrió malos tratos en la infancia, empezó a trabajar cuando no había cumplido ni los diez años y ha sido víctima de violencia de género psicológica por el hombre que es su marido desde hace tres décadas.

Cuidó niños, limpió casas, cocinó, fue peluquera... Pero la vocación verdadera la descubrió en una academia de corte y confección. "Estudié y empecé a trabajar, hacía sábanas y de todo. Me gustaba. Después conocía al que es mi esposo: yo quería seguir cosiendo, pero él, como es machista, no quería que fuera a trabajar fuera. Quería tenerme en la casa", cuenta Ercilia a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Ha tenido mucho miedo a lo largo de su vida, un miedo que llegó a ser paralizante, pero afirma que sus dos hijas, a las que ha sacado adelante con mucho esfuerzo, le han dado la fuerza para ser valiente.

Aunque el marido no quería que trabajara fuera de casa, ella se empeñó en coser para terceros. Día y noche. "Una persona me recomendaba a otra. Siempre con el obstáculo de mi esposo, que me ponía muchos problemas. 'Tu plata no sirve, ¿para qué trabajas si yo te pago para que te quedes en la casa haciendo el aseo?'. Con muchas discusiones yo seguí, seguí, seguí".

Si tenía un encargo de 15 piezas, escondía la mayoría y sólo dejaba a la vista dos, para que no la atosigara con el trabajo.

"He hecho todo a escondidas para que no se entere", reconoce Ercilia. Esta empresaria lleva 13 años financiando con microcréditos su actividad, algo que nunca le ha contado a su pareja. El primer microcrédito fue por el equivalente en pesos chilenos de 51 euros y lo empleó en comprar agujas, hilos y tela para "crear cosas nuevas".

Asegura Ercilia que ya no es la mujer que era hace diez años, que ha comprendido muchas cosas. "Ahora lo veo, no quiere que yo sea más que él. (...) He ido a terapia, me sentía menospreciada, que no valía nada, que si no estaba con él no podría hacer nada. Una va agarrando fuerza, ya no tengo ese miedo. A lo mejor yo tendría mi negocio más grande si no hubiera sido por ese miedo: miedo a invertir, a pedir otros créditos, a salir, a que él volviera y no me encontrara en casa...".

El haber sufrido "maltrato físico y psicológico" ya en la infancia, precisa, el haber "vivido tanto sufrimiento", la hizo considerar que eso era lo normal y que el hombre era el que tenía que decir la última palabra. "Pero no, somos fuertes, podemos salir adelante", asevera.

La emprendedora rompió la relación durante un tiempo, aunque ha decidido darle otra oportunidad estando ella colocada en otro lugar: "Soy yo la que digo la última palabra, aunque se enoje", asegura.

Ercilia se siente afortunada por haber sacado a sus hijas y su nieto adelante, por tener "hartas clientas" y poder sobrevivir con su negocio. Y manda un mensaje al resto de mujeres: "Una puede sola, hay que tenerse fe y quererse, quizá eso es lo que me faltaba".

Mejores clientas

La responsable de Empoderamiento de la Mujer en la Fundación Microfinanzas BBVA indica que las clientas presentan tasas más altas de crecimiento de activos, excedentes e ingresos que los clientes varones, a pesar de que sus emprendimientos son más pequeños. Además, salen de la pobreza en mayor medida (en los últimos cinco años, siete de cada diez emprendedores que salieron de la pobreza fueron mujeres) y sus tasas de mora son un 25 % más bajas a las de los hombres.

"Mi interpretación es que como están tan acostumbradas a que les nieguen las oportunidades, cuando llega alguien que se las da, que apuesta por ellas y confía en ellas, se afianza un compromiso inquebrantable porque no quieren defraudar", dice Fernández Lord.

La mayoría de clientas de las microfinanzas son mujeres, pues presentan unos mayores niveles de vulnerabilidad y pobreza, disponen de menos activos e ingresos y eso les dificulta el acceso a la banca formal. Es la feminización de la pobreza. "Su único aval es su negocio, su palabra, su ingenio, su creatividad y su esfuerzo y en las microfinanzas evaluamos esos intangibles también, demás de la actividad emprendedora".

El 60 % de las clientas de la Fundación Microfinanzas BBVA son mujeres, el 85 % en situación de vulnerabilidad, el 40 % en situación de pobreza o pobreza extrema y el 55 % son mujeres solas con personas dependientes a su cargo.