LA FUERZA DE LA ESPAÑA PLURAL: CANARIAS

Canarias, una potencia turística con sensibilidad ‘verde’

Frenar la brecha con la renta media nacional, salir indemne del camino hacia la descarbonización y consolidar la incipiente diversificación económica: las tres llaves del futuro del archipiélago

Un trabajador transporta un racimo de plátanos en una finca de la isla de La Palma.

Un trabajador transporta un racimo de plátanos en una finca de la isla de La Palma.

M. Á. Montero

Suele decirse que Canarias es tierra de contrastes. Las desérticas dunas de Fuerteventura nada tienen que ver con la selva de laurisilva de La Gomera. A primera vista nadie diría que son islas de un mismo archipiélago. Pero los contrastes van más allá. Son igual de evidentes en la economía, y por ende en la sociedad, de esta Región Ultraperiférica (RUP) que también es, con algo más de 2,2 millones de habitantes, la octava Comunidad Autónoma más poblada.

Canarias tiene en su haber una capacidad incuestionable para especializarse en aquello en lo que disfruta de evidentes ventajas competitivas: el turismo. Desde la década de los setenta del siglo pasado, las islas han sabido aprovechar su sol, su clima, sus playas, sus paisajes y su Teide para convertirse en una potencia turística mundial. La industria de los viajes representa alrededor del 35% del Producto Interior Bruto (PIB) regional, y el peso alcanza el 70% si se considera toda esa actividad que el negocio turístico alimenta de forma indirecta: los transportes, el comercio… En el archipiélago, turismo y economía son casi sinónimos. Para lo bueno y para lo malo, por eso el negocio turístico es a la vez fortaleza y desafío.

La fortaleza es evidente. Con octubre llega la temporada de invierno, y mientras destinos competidores como Baleares pliegan velas hasta el próximo verano, los hoteles, apartamentos, bares, restaurantes y tiendas de Canarias se preparan para los meses de mayor facturación. Las islas no tienen rival en el período invernal, y encima hace ya tiempo que se logró acabar con la estacionalidad, con lo que el archipiélago vive desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, sin excepción, gracias a esos millones de británicos, alemanes, franceses y neerlandeses que no faltan a su cita anual con la región. Así que superado el trance de la covid, que a fuerza de confinamientos y cuarentenas ha desembocado en una nueva fiebre viajera en Europa, las previsiones del Gobierno autonómico apuntan a que 2023 terminará con la friolera de unos 16,2 millones de visitantes. Un nuevo máximo histórico. Si se cumple el pronóstico, la facturación del sector rondará los 19.000 millones de euros. Otro récord.

Mercado laboral

Es esa renovada bonanza turística la que está detrás de los buenos datos del mercado laboral. Las Islas despidieron agosto con 173.000 parados, la cifra más baja a estas alturas de ejercicio en los últimos 16 años. Además, el número de afiliados a la Seguridad Social hace ya meses que se mueve en máximos históricos, en torno a los 880.000 trabajadores. Sin embargo, esta fortaleza esconde también debilidades y, en consecuencia, desafíos. Los contrastes.

El buen momento del mercado laboral isleño es más cuantitativo que cualitativo. Mucho más, de hecho. El turístico es un sector muy intensivo en mano de obra, es decir, capaz de emplear a muchas más personas, en términos comparativos, que otras actividades. De ello da fe el notable incremento que ha experimentado la población en las últimas décadas. En lo que va de siglo, el número de habitantes ha crecido en algo más de medio millón de personas. De algún modo, Canarias es así el contrapunto de la España vaciada. No obstante, el negocio turístico es tan intensivo en mano de obra como incapaz de retribuir a sus trabajadores en la medida en que lo hacen otras actividades, sin ir más lejos la industria. No en vano hay mayor temporalidad y parcialidad. El sueldo medio en el archipiélago, de acuerdo con la última Encuesta de estructura salarial del INE, es el segundo más bajo del país. Con menos de 22.500 euros anuales, solo el asalariado medio de Extremadura gana menos que el trabajador tipo de la región. Al fondo se vislumbra así el reto primordial de la Comunidad Autónoma: frenar el proceso de empobrecimiento relativo en el que lleva inmersa más de 20 años.

Numerosos turistas disfrutan de la arena, el sol y el mar en la playa de Maspalomas, en Gran Canaria.

Numerosos turistas disfrutan de la arena, el sol y el mar en la playa de Maspalomas, en Gran Canaria. / /

Empobrecimiento

Porque Canarias es una potencia turística, sí, pero también una economía de baja productividad. O más bien de muy baja productividad. El PIB, renta o riqueza per cápita no es un indicador infalible, pero no es menos cierto que resulta referencial como reflejo de la productividad y del desarrollo económicos de un territorio: cuanto más alto es este indicador, mayor será la calidad de vida de sus ciudadanos. Pues bien, hacia finales del siglo XX, el PIB o renta per cápita de los isleños equivalía a más del 99% de la media nacional, con lo que prácticamente se había alcanzado la convergencia con el resto de España. Era la lógica recompensa por haber logrado con éxito el tránsito desde aquel archipiélago depauperado de mediados de la pasada centuria hasta el actual destino turístico internacional. Pero en el año 2000, el último del siglo XX, las cosas comenzaron a torcerse.

En el 2000, la renta media por habitante daba un primer paso atrás al situarse por debajo del 98% de la media nacional. Y se redujo al 97% en 2002. En 2005 ya no llegaba al 92%, y en 2012, justo en medio de la Gran Recesión a la que dio lugar el crac financiero de finales de 2007, la riqueza per cápita de Canarias apenas representaba el 85% de la media española. En 2019, el último año antes de la doble crisis de la covid y la posterior ola inflacionaria, se quedaba en un exiguo 80,4%. En palabras gruesas, por cada cien euros que un español medio tiene en los bolsillos, el isleño tipo tiene 80 euros con 40 céntimos. De modo que entre 1999 y 2019, ya fuera en períodos de crisis o de bonanza, la renta de los canarios se alejó un poco más cada año de la media nacional. Cuando en 2020 irrumpió el coronavirus y dejó aviones y turistas en tierra, el PIB regional se hundió a cifras impensables, con lo que se hundió también el PIB per cápita. En 2021, la riqueza por habitante se desplomó en la Comunidad Autónoma hasta un ínfimo 74,5% de la cifra estatal: 18.990 euros frente a una media de 25.498. No extraña así que el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, reconozca que el gran reto de su Ejecutivo es poner fin de una vez por todas a este empobrecimiento relativo. Es también el gran reto colectivo del archipiélago: de sus instituciones, de su tejido productivo y de sus ciudadanos en general.

Las islas tienen el estatus de RUP dentro de la UE por su condición de región fragmentada y alejada del continente y por el pequeño tamaño de su mercado interior. Son también los condicionantes que justifican su especial Régimen Económico y Fiscal (REF). Que en el archipiélago no haya IVA sino IGIC (el Impuesto General Indirecto Canario, con un tipo general de solo el 7%) no es una ventaja, es una compensación, como también, por ejemplo, las ayudas al transporte de mercancías desde y hasta la España peninsular. De no existir estas ayudas, ¿de qué manera podría competir una industria isleña con las fábricas de Cádiz, Madrid o Soria cuando la importación de los insumos exige sí o sí el pago de unos fletes que aquellas se ahorran?

El reto verde

Lo anterior ilustra la preocupación que existe en el archipiélago por medidas comunitarias como el mercado de derechos de emisión, la tasa verde o la imposición de un mínimo de combustibles no contaminantes en la aviación comercial. Ya no solo se trata del previsible encarecimiento de los billetes de avión, esos que pagan los 16 millones de turistas que cada año visitan Canarias, sino del también previsible incremento del coste de los fletes, esto es, del abastecimiento. De momento, la Comunidad Autónoma ha hecho valer su condición de RUP para quedar exceptuada hasta 2030 de esa carga mínima de biocombustibles (los aviones que vuelen a las islas podrán seguir usando solo queroseno) y, en parte, de la tasa verde, que no se aplicará ni en las rutas interinsulares ni en las que conectan la región con el resto de España. Pero, en cualquier caso, el período de gracia tiene fecha de caducidad, así que el objetivo es aprovechar el ínterin para preparar el negocio turístico, lo que es tanto como decir la economía misma, de cara a los nuevos tiempos. En este sentido, el Ejecutivo liderado por Clavijo ya ha mostrado interés por que Canarias se convierta en productora de combustibles alternativos, lo que a su vez contribuiría a acercarse a esa otra meta de la diversificación.

Campo, industria y videojuegos

Una plataforma petrolífera en el puerto de Las Palmas, en Gran Canaria.

Una plataforma petrolífera en el puerto de Las Palmas, en Gran Canaria. / /

Con un sector primario reducido a la mínima expresión (su peso en la economía isleña ha caído por debajo del 4,5%), la diversificación pasa de manera inexorable por recuperar la actividad agraria, que en la actualidad se limita al plátano y, por lo demás, a pequeñas explotaciones agrícolas o ganaderas. Y tres cuartos de lo mismo ocurre con la industria, con actividades de nuevo cuño, como la fabricación de piezas de aeronaves o la reparación de plataformas petrolíferas en los puertos, que, sin embargo, aún no tienen suficiente músculo para elevar el peso del sector secundario más allá del 7,5% del PIB. Con todo, el éxito más reciente hacia esa meta histórica por reducir la enorme dependencia del turismo está en tres ámbitos muy relacionados entre sí que pueden resultar sorprendentes: la animación, los videojuegos y el cine.

Los incentivos tributarios del REF han contribuido a un progresivo aumento del número de empresas de los ámbitos de la animación, el videojuego y el audiovisual que se deciden a operar desde la región. En el archipiélago ya tienen delegaciones, cuando no sus principales sedes, estudios de tanto prestigio como Rising Pixel, especializado en el desarrollo de los llamados juegos útiles, esos que tienen fines formativos o profesionales; Drakhar Studio, que cuenta entre sus clientes con firmas de tanto renombre como Sony, Nickelodeon o Hasbro; o The Game Kitchen, startup -empresa emergente- nacida en Sevilla y creadora del exitoso videojuego Blasphemous, convertido ya en todo un clásico.