Opinión | MELILLA

El valor del patrimonio común

Me piden una reflexión: cómo imagino la España de dentro de diez años. Quiero una España robusta, unida y decidida por su futuro. Que crea en sí misma. Que sus valores constitucionales permanezcan. Que proteja su patrimonio. Que cuide a su gente y del medio ambiente en el que vivimos. 

Y de Melilla... qué voy a decir de Melilla: deseo y ansío una Melilla robusta, unida y decidida. Que crea en sí misma. Que proteja su patrimonio y su convivencia. Que cuide de su gente y, también, del medio ambiente.

Además de darnos muchos y dolorosos golpes, la pandemia de Covid-19 nos ha enseñado la importancia de la unidad. La unidad de acción, más rica aún si cabe desde la diferencia de pensamiento, resulta fundamental para pensar en un futuro esperanzador... y alcanzarlo.

Leerán de nosotros que somos crisol de culturas. Esa es una de nuestras grandes riquezas"

Escribo estas líneas desde Melilla. Doce kilómetros cuadrados de tierra solidaria, española y europea en África. Somos mucho más que una valla que nos separa de Marruecos. De hecho, leerán de nosotros que somos crisol de culturas. Esa es una de nuestras grandes riquezas; uno de nuestros mayores orgullos; uno de nuestros más significativos rasgos de identidad. Una ciudad autónoma que, a pesar de sus riquezas, sufre por su extraterritorialidad y su situación geoestratégica.

Por ello, permítanme que recuerde el artículo 138 de la Constitución Española, que garantiza la realización efectiva del principio de solidaridad territorial y enfatiza que las diferencias “no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”. 

Es una antigua reivindicación que nuestra singularidad sea conocida para remover los obstáculos que dificultan nuestro desarrollo y garantizar una igualdad real y efectiva con respecto al resto de territorios españoles. 

Pese a que Melilla no aparece entre las nueve regiones ultraperiféricas (RUP) incluidas expresamente en el artículo 349 del Tratado de Funcionamiento de la UE (TFUE), no puede ignorarse que presenta una problemática análoga a la que caracteriza a aquellas: "Lejanía, insularidad, reducida superficie, relieve y clima adversos y dependencia económica de un reducido número de productos, factores cuya persistencia y combinación perjudican gravemente a su desarrollo". 

También en el referido TFUE, el artículo 174 insta a atender las demás problemáticas y, en particular, las propias de las regiones que sufren desventajas naturales o demográficas graves y permanentes, como es nuestro caso. Porque, lectores de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, abordar la situación de Melilla -y garantizar su futuro- es una cuestión transversal que, no les quepa la menor duda, conlleva la implicación, no solo de las instituciones del Estado, sino también de las europeas.

Invertir en Melilla es hacerlo en España

Melilla necesita sentirse arropada, no huérfana. Melilla necesita que España y Europa trabajen para explotar sus oportunidades. Nuestras inmensas oportunidades. En la otra orilla del mismo mar que baña Andalucía. A más de cuatro horas en barco de la Península Ibérica. Con la presión que supone ser frontera sur de Europa. Estos 12 kilómetros cuadrados de España necesitan de España. Melilla no quiere dejar de ser España. Y España, y así me consta, no quiere perder Melilla.

Invertir en Melilla es hacerlo en España y en Europa. Porque Europa no puede -y no debe- desatender esta tierra que también es suya. Su frontera por el sur. Anclada a las raíces que le ha dado la Historia, Melilla tiene que mirar al futuro. Al futuro con esperanza y con la certeza de que, el que le aguarda, es un futuro mejor. Un futuro en el que la igualdad de oportunidades sea una realidad, y no una quimera. Un futuro en el que hayamos podido revertir a tiempo -y ya vamos tarde- el daño al medio ambiente. Con las personas en el centro y la sostenibilidad como bandera.

Melilla ha de mirar al norte, sin despreciar nunca las oportunidades que le ofrece el sur. Como sociedad, además de convivencia, hemos de demostrar que existe un escenario alternativo al del paro, la pobreza y el fracaso escolar. Una tierra de nuevas oportunidades. 

Guiados por el diálogo y el respeto, Melilla debe seguir siendo ejemplo de convivencia, solidaridad e interculturalidad. De riqueza humana, al fin y al cabo, que es una de las mayores aspiraciones que puede alcanzar cualquier sociedad. Los senderos ya están marcados: Agenda 2030, se llama. Sigámosla. Alcancemos un desarrollo económico, social y ambiental equilibrado y sostenible. 

En el ámbito local, sobre el terreno, en Melilla trabajamos desde el pasado año en el Plan Estratégico 2020-2029, que diseña la ciudad que ha de ser desde sus características inherentes y el afrontamiento de los grandes retos globales. Como presidente y como vecino, aspiro a una ciudad en la que los melillenses vivan mejor, dispongan de más oportunidades y tengan un futuro esperanzador. 

La gobernanza de dicho proyecto se concreta en el Grupo de Trabajo constituido por la Asamblea de Melilla. En él, además de estar representados los grupos políticos, participan organizaciones empresariales y sindicales, colegios profesionales y la Administración General del Estado. Toda la sociedad civil. De ello tiene que salir algo bueno. Algo tan bueno como una Melilla unida, cohesionada, modernizada. De presente pero, sobre todo, de futuro. 

De ahí, nuestro ahínco para que el Plan Estratégico en el que trabajamos hoy vaya cumpliendo hitos y sea una realidad. Para hacer de Melilla una ciudad del y para el siglo XXI.

Lo que quiero para España lo deseo para Melilla. Y lo que quiero para Melilla lo deseo para España. Va(ya)mos al futuro de la mano. Que la España y la Melilla aquí deseadas sean una realidad que cuente EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Bienvenido, EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.  

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