RUGBY

La historia de Abi Barton: de estar al borde de la muerte por un error médico a mirar a París 2024

La rugbier británica estuvo en coma inducido y tuvo que aprender de nuevo a hablar y caminar tras sufrir una encefalitis que no fue correctamente diagnosticada: "Todo esto que me ha ocurrido me ha hecho apreciar mucho más la vida"

Abi Barton, a la derecha.

Abi Barton, a la derecha. / EPE

Si un tipo mazado como el internacional inglés Billy Vunipola se emborracha en una discoteca de Palma de Mallorca, le detienen y le condenan a cuatro meses de prisión por un delito de atentado a agente de la autoridad y otro de lesiones leves, eso va a ser lo único que un asiduo seguidor del rugby pueda leer o escuchar sobre el deporte del balón oval en los medios generalistas durante varias semanas. En cambio, si una jugadora supera una grave enfermedad que estuvo a punto de costarle la vida y regresa a los terrenos de juegos con la idea de disputar de nuevo unos Juegos Olímpicos hay que teclear su nombre en Google para conocer de cerca su experiencia vital.

Abi Burton, que así se llama la protagonista de esta historia, atiende con amabilidad a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA para contestar a cualquier pregunta que se le formule sin vetos ni condiciones. Su presencia en Madrid entre el 31 de mayo y el 2 de junio para participar en la final de las World Series de rugby no está garantizada. Aun así, ella es optimista.

Es frecuente que la afición por el rugby sea lo más parecido a una especie de enfermedad congénita. En este caso, también lo es. “Todo viene de mi familia y en particular de mi padre que es mi modelo seguir y a quien trato de imitar siempre con su ejemplo”, afirma. Este amor por el deporte del balón ovalado no fue ningún capricho de una joven adolescente. Sus palabras así lo corroboran: “Sigo amando el rugby porque es el lugar donde puedo ser realmente yo misma”.

Sigo amando el rugby porque es el lugar donde puedo ser realmente yo misma

Abi Barton

Su padre, Danny, jugó para los Halifax Panthers en la Rugby League, una variante del rugby en la que participan trece jugadores, lo mismo que sus hermanos gemelos Joe y Oli, que lo hicieron en el Bradford Bulls. Ella apostó primero por la natación hasta que muy pronto se dio cuenta de que lo suyo era el rugby, un deporte que le dio popularidad en su país y que le llevó a abrir una cuenta en Instagram orientada a ayudar a sus seguidores en su autoestima para valorar sus propios cuerpos más allá de su apariencia.

Los inicios de Abi Barton

La carrera deportiva de Abi Barton fue meteórica. Con apenas 18 años firmó su primer contrato con el equipo de 'seven' del Gloucester-Hartpury y dos años después consiguió entrar a formar parte del equipo olímpico de Gran Bretaña. El Covid retrasó un año su presencia en la cita olímpica, y cuando acudió a Tokio con la esperanza de colgarse una medalla perdió en semifinales contra Francia (26-19) y en la lucha por el bronce cayeron frente a Fiyi 21-12. “Aquello me hizo sentirme bastante frustrada porque habíamos trabajado mucho para lograr una medalla”, admite. Por aquella época ya se había mudado a Londres para jugar con las Wasp Women. Fue entonces cuando su vida cambió de forma radical.

Comenzó a sentirse “deprimida” y un tanto apática. Nada hacía sospechar que esos síntomas fueran solo fruto de la fragilidad mental de una mujer tan joven que había sido incapaz de digerir que no siempre se cumplen los sueños que de pequeña le rondaban la cabeza. “Me sentí muy perdida”, explica. ¿Solución?, la más práctica. Echar mano de los antidepresivos.

Se volvió una persona agresiva

De la noche a la mañana su carácter se volvió más histriónico. Pasó de ser una chica tímida a convertirse en una persona agresiva con sus padres y hermanos, “y hasta con mi perro”. En el plano deportivo se quedó por primera vez fuera de la convocatoria de la selección en sus cuatro años de carrera como profesional. Fue en un torneo preparatorio de cara a clasificarse para la Copa del Mundo. “Me dijeron que me quedara durante un tiempo al margen de la selección para tratar de averiguar qué me estaba pasando”, recuerda. Su vida era un auténtico infierno sin saber muy bien cómo había llegado a ese punto de desesperación.

Abi Burton en un partido con sus compañeras.

Abi Burton en un partido con sus compañeras. / EPE

Las señales que emitía por su estado de agitación no eran nada buenas. Todo se agravó aun más cuando el 15 de junio de 2022 sufrió su primera convulsión. Nunca antes había tenido episodios de ese tipo, así que sus padres la llevaron a un hospital donde le dieron el alta a las pocas horas al no apreciar nada grave en la exploración a la que fue sometida. “Fueron dos meses horribles los que pasé sin saber lo que me estaba ocurriendo y por eso me pasaba los días muy enfadada y ofuscada”.

Su salud empeoró con el paso del tiempo. “Al principio creí que era una depresión, y cuando me ingresaron los médicos pensaron que podía ser un episodio de psicosis inducido por estrés”, comenta la internacional británica. Se sentía tan mal que hasta se negaba a que sus padres le vieran jugar a rugby. Acudió entonces a la unidad psiquiátrica de otro hospital donde un experto rechazó de plano que el origen de sus problemas fuera una depresión inducida por el estrés a que había estado sometida. “Les dijeron a mis padres que mi enfermedad no era mental y que obedecía a un problema físico”, recuerda.

Al principio creí que era una depresión, y cuando me ingresaron los médicos pensaron que podía ser un episodio de psicosis inducido por estrés

Abi Barton

Nuevas pruebas médicas y varias consultas con especialistas sirvieron para atinar con el diagnóstico. La joven atleta padecía encefalitis autoinmune de NMDA, una enfermedad que afecta a una de cada 1,6 millones de personas y que, en síntesis, se da cuando las propias células inmunitarias atacan por error al cerebro y causan una inflamación (encefalitis). Los primeros síntomas, como en el caso de Abi Burton, son parecidos a los de la gripe, y más tarde surgen otros de carácter psiquiátrico como convulsiones, delirios, paranoias o alucinaciones.

Golpeaba a médicos y enfermeras

Mientras, su carácter agresivo iba 'in crescendo' debido a la encefalitis. Era capaz de enfrentarse y golpear a las enfermeras y médicos que le atendían, e incluso llegó a placar a algún guardia de seguridad que vigilaba la entrada en el hospital. Pedía a gritos su inmediato ingreso en la unidad de neurología. Por eso lamenta tanto que los médicos hicieran caso omiso a lo que les contaron a sus padres y que emitieran un diagnóstico incorrecto por no hacerle más pruebas. “A día de hoy todavía me siento frustrada porque no hicieron otra cosa que ignorarles”, denuncia Abi Barton.

Sus padres tuvieron claro que estaban obligados a dar el paso de llevar a su hija a otro centro médico donde iba a pasar un auténtico a calvario. De hecho, estuvo más de tres semanas ingresada en el hospital británico de Wakefield con un coma inducido “y mi familia llegó a tener mucho miedo de que todo aquello pudiera salir bien”. Durante ese tiempo fue sometida a un tratamiento de quimioterapia y otro de intercambio de plasmas sanguíneos con el objetivo de limpiar su cuerpo de anticuerpos dañinos. Para colmo de males, contrajo dos neumonías casi seguidas. Cuando despertó pudo comprobar los cambios que había experimentado su cuerpo. “Esto es horrible”, fue lo primero que acertó a decir al ver que había perdido buena parte de su masa muscular tras haber adelgazado 20 kilos.

Abi Burton, entrenando en el gimnasio.

Abi Burton, entrenando en el gimnasio. / EPE

Tuvo que aprender a hablar y andar

Nada más despertarse del coma inducido Barton no encontraba respuesta a ninguna las muchas preguntas que le rondaban la cabeza. Bastante tenía con aprender a hablar y a andar de nuevo. Se miraba en el espejo y no se reconocía. Había perdido también buena parte de su memoria. “Llegué a pensar que nunca volvería a jugar a rugby y que tampoco podría finalizar mis estudios en la universidad”, confiesa casi dos años después del mal trago que tuvo que pasar. Como ella misma reconoce ahora, “tenía mucho miedo de no poder recuperarme ni de volver a mi vida de antes”. Tal vez esa falta de memoria le privó de ser realmente consciente de su estado físico: “Seguía teniendo muchas dudas en mi mente porque no sabía a ciencia cierta todo lo que me había ocurrido”.

Con el paso del tiempo su estado de salud empezó a mejorar. Se sentía más optimista. En la cama del hospital le regalaron una pizarra. Allí redactaba los objetivos que se marcaba a corto y medio plazo. Barton demostró ser una mujer ambiciosa al ponerse como meta regresar en seis meses a la selección. No lo logró, aunque a base de lucha su sueño se vio cumplido en poco más de un año. Por fin, su vida volvía a la normalidad después de un periodo de turbulencias que ha quedado en el olvido. “Todo esto que me ha ocurrido me ha hecho apreciar mucho más la vida aunque mi mente todavía lucha para acelerar los procesamientos de información y de memoria que ahora son más lentos que antes”, explica la jugadora inglesa cuya selección ocupa en la actualidad el octavo puesto en las HSBC World Series de seven.

odo esto que me ha ocurrido me ha hecho apreciar mucho más la vida

Abi Barton

Una vez superado el mal trago, Abi Barton focalizó de nuevo sus esfuerzos en terminar sus estudios universitarios y en regresar a los terrenos de juego. Además, ya tenía el visto bueno de los médicos que no apreciaron que hubieran quedado secuelas de su enfermedad. “Estaban totalmente seguros de que la práctica del rugby no fue la causante de mi encefalitis”, afirma sin ambages. Eso sí, sabía que podía tener una recaída al margen de las actividades que hiciera, “pero tendría más que ver con la mala suerte que con el rugby”.

Una experiencia como esa deja huella en una joven de 23 años. “Te cambia las perspectivas de tu vida”, espeta. Ya no piensa que todo gira alrededor del rugby. Por ejemplo, ella misma reconoce que si no le hubieran convocado para los Juegos Olímpicos de Tokio la habría destruido por completo y, sin embargo, si su seleccionador no le llama para la próxima cita olímpica de París sabe que el mundo no se acaba ahí porque la vida tiene todavía muchas buenas cosas que ofrecerle relacionadas siempre con su salud y con la felicidad.

El regreso a su selección

La Rugby Football Union (RFU) se portó muy bien con ella. Durante su periodo de recuperación, siempre estuvo atenta al más mínimo detalle. Así, le diseñó un plan de rehabilitación y le consiguió el acceso a los mejores especialistas. Hasta tuvo un fisioterapeuta próximo a su casa para ayudarle a fortalecer sus músculos tras salir del hospital. Además, como prueba de que seguía confiando en ella, le amplió su contrato con la federación. Solo faltaba que se volviera a calzar las botas y que recuperara la confianza en sí misma. Y lo consiguió también a base de mucho esfuerzo.

En enero de este mismo año fue convocada de nuevo por Gran Bretaña para disputar las World Series que se iban a disputar en Perth (Australia). Lloró. Fue su forma de exteriorizar la rabia que aún sentía y de cerrar las heridas abiertas por una encefalitis mal diagnosticada. “Siempre supe que me faltaba algo como jugar a rugby para que mi vida fuera plena”, subraya. Su última aparición con la camiseta de la rosa databa de 2022 en la ciudad francesa de Toulouse. Burton se siente ahora una jugadora “fuerte” tanto física como mentalmente. Tiene el punto de mira puesto en Paris. “Por supuesto que sueño todos los días con lograr una medalla”. No puedo olvidar el cuarto puesto de Tokio, una experiencia que, como ella misma dice, “me dejó totalmente destrozada”.