HISTORIA

La maldición del 13: la última vez que España se quedó sin jugar un Mundial de fútbol

Este martes se cumplen 50 años de la derrota por 1-0 ante Yugoslavia que dejó a la selección fuera de Alemania 1974

Katalinski, llevado a hombros, tras marcar el gol que dejó a España fuera del Mundial de 1974.

Katalinski, llevado a hombros, tras marcar el gol que dejó a España fuera del Mundial de 1974. / Archivo

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Se jugó un 13 de febrero, el gol de la derrota llegó en el minuto 13 y España empleó 13 jugadores. Toda una señal para supersticiosos, pero más allá de eso, aquel partido en el que la selección que entrenaba Kubala se jugaba a cara o cruz ante Yugoslavia estar en el Campeonato del Mundo de Alemania de 1974 constituyó una decepción para todo el país, después de estar ausentes ya en México 70 y en la Eurocopa de 1972. La derrota por uno a cero, con un gol del central Katalinski, es el último de los negros recuerdos históricos que sitúan a la selección española fuera de la fase final de un Mundial. Desde entonces, el combinado español no se ha pedido ninguna de las citas mundialistas. Los caprichos del calendario han querido que sea un martes y trece el día que se cumplan exactamente 50 años de aquel encuentro de tan triste recuerdo .

Lo cierto es que las cosas no habían arrancado demasiado bien para la selección española en su grupo de clasificación para el Mundial de Alemania 74. El primer choque, celebrado el 19 de octubre de 1972 en el Estadio Insular de Las Palmas se había saldado con un empate a dos tras un gol in extremis de Amancio pasados los noventa minutos de juego. No era una buena forma de arrancar ni un buen presagio. Tras vencer a la floja Grecia, el otro rival del grupo, por 2 a 3 en Atenas y por 3 a 1 en Málaga, España viajó a Zagreb para volver a firmar unas tablas con los yugoslavos, esta vez sin goles. De esa forma, el Grecia-Yugoslavia del 19 de diciembre de 1973 resultaba decisivo para saber si España obtendría el pasaporte para el Mundial.

Y puede decirse que España se quedó aquel día con la miel en los labios. La selección española, que ya había disputado todos sus partidos, tenía una diferencia de +3 goles a favor. Las cábalas eran las siguientes: si el equipo que dirigía Miljan Miljanic vencía a Grecia, empataría a puntos con España, por lo que, según el reglamento, el primer puesto se dirimiría por la diferencia de goles. Así, si la victoria yugoslava se producía por más de tres goles, los de Kubala estarían eliminados; si era inferior a dos tantos, sería España la que lograría el pase; y si la victoria yugoslava era por justo dos goles, habría que ir a un partido de desempate entre yugoslavos y españoles.

El partido, con más seguidores visitantes que locales, ya que Grecia no se jugaba nada, se decantó pronto del lado yugoslavo, que ya vencía por cero a dos antes de cumplirse el primer cuarto de hora de juego. Sin embargo, llegó después una inesperada reacción griega y ambos equipos se marcharon al descanso con un empate a dos en el marcador. España en ese momento estaba clasificada. La decepción llegaría en la segunda parte. Yugoslavia se puso dos a tres en el minuto 62, y hubo que esperar al minuto 90, con media España celebrando ya el pase al campeonato del mundo, para que llegara el 2 a 4 definitivo, obra de Karasi, lo que provocaba un empate entre yugoslavos y españoles también en diferencia de goles (+3). Todo debería resolverse con un partido de desempate.

Rumbo a Fráncfort

Ambas federaciones mostraron amplias diferencias acerca de la fecha y del emplazamiento de ese partido, así que el comité organizador fue el que tomó la decisión: el choque se disputaría en el Waldstadion de Fráncfort, el 13 de febrero de 1974, a las 19:30 horas. Kubala, el seleccionador español, convocó a 22 jugadores en un hotel a las afueras de Madrid. El equipo se preparaba a conciencia, la afición mantenía intacta su ilusión y el optimismo cundía entre los jugadores. España disputó como preparación un par de encuentros amistosos, el último de ellos ante el Atlético de Madrid, al que derrotó por 5 a 3 en el hoy ya desaparecido Vicente Calderón. El seleccionador español anunció los seis descartes para la gran cita: Galán, Reina, Costas, Gallego y, sorprendentemente para aficionados y prensa, Chechu Rojo y Pirri.

Llegó el día del partido con las gradas repletas de seguidores de ambas selecciones. La colonia española en Alemania era numerosa y se dejó notar en las gradas, aunque era claramente superada por la afición yugoslava, que la doblaba en número. Las 62.000 plazas del Waldstadion estaban ocupadas. Varios miles de aficionados más tuvieron que quedarse a las puertas del recinto debido a la distribución de miles de entradas falsas.

España jugó aquel día con Iríbar, Sol, Jesús Martínez, Benito, Uría, Juan Carlos, Claramunt, Asensi, Amancio, Gárate y Valdez. Yugoslavia, por su parte, alineó a Maric, Buljan, Bogicevic, Katalinski, Hadziabdic, Karasi, Acimovic, Oblak, Petkovic, Surjak y Dzajic.

El gol de Katalinski

El arranque del partido mostró a un equipo español decidido, con Claramunt ordenando el juego en el centro del campo. A los doce minutos, Uría cometió una dudosa falta en la banda izquierda (Kubala decidió utilizarlo como lateral, a pesar de que su demarcación solía ser la de extremo, lo que era contemplado con desconfianza por afición y periodistas). Buljan colgó el balón al área, Iríbar dudó en la salida, y el central Katalinski remató de cabeza a bocajarro para que el cancerbero español repeliese erráticamente el balón dejándolo de nuevo a los pies del rival, que en una posición acrobática volvió a rematar con el pie anotando el gol para Yugoslavia. El tanto fue un verdadero regalo de la zaga española. Al despiste de los centrales se sumó la tibieza de Iríbar en la salida y el error en el despeje, dejando el balón muerto para el rival.

El gol resultaría una losa definitiva para el equipo español. La jugada lo cambió todo. Al equipo español le entró la angustia y las imprecisiones comenzaron a sucederse hasta el final del encuentro. La selección española combatió, plantó batalla, pero lo hizo de manera ineficiente, sin dar la sensación en ningún momento de peligro para la portería que defendía Maric. Los tímidos ataques españoles chocaron una y otra vez con la zaga yugoslava que mostraba un mayor poderío físico. Kubala tardó en reaccionar y no realizó cambios hasta el minuto 73. Marcial y Quini entraron en sustitución de Juan Carlos y Amancio, pero apenas dispondrían de oportunidades. El pitido final cayó como un jarro de agua fría para los jugadores y Kubala, también para los 15.000 españoles presentes en las gradas, pero sobre todo para un país entero que debería aguardar otros cuatro años.

La decepción en el vestuario español era absoluta. Los jugadores permanecían sentados cabizbajos, sin articular palabra, no querían ni mirar las duchas. Más de uno lloraba desconsoladamente. Kubala intentaba levantar los ánimos, pero la frustración era plena. Además, los futbolistas eran conscientes de que el rival había sido muy superior. “Nos ha faltado garra”, reconoció el presidente de la Federación Española, José Luis Pérez Payá, al que la policía alemana impidió el acceso al vestuario.

"No tuvimos fortuna"

La prensa se encargó de plasmar la decepción en titulares y crónicas: “Bordearon el ridículo”, “Rotundo fracaso”, “Adiós al Mundial”, “Yugoslavia mereció el triunfo”, “Ganó el mejor”. Las críticas fueron especialmente incisivas con el portero español, al que achacaron la responsabilidad del gol yugoslavo: “El error de Iríbar en el gol fue fatal”, “Mal. Sólo el infortunio de los delanteros yugoslavos evitó el más estrepitoso fracaso del meta español”.

“No tuvimos fortuna”, acertaba a decir Kubala, nada más concluir el encuentro. “Que no se me achaque nada”, pedía Uría. Claramunt lamentaba que a los yugoslavos todo les había “salido a pedir de boca” y Benito reconocía que eran todos “muy buenos”.

Mientras, en el bando ganador, el seleccionador yugoslavo, Miljan Miljanic, que fue expulsado en el minuto 75, se mostraba eufórico y señalaba que deberían haber ganado por más goles.”Solo ha existido el equipo yugoslavo”, señalaba pletórico. Apenas cuatro días después del batacazo español ante Yugoslavia, se produjo el histórico 0-5 del Barça en el Bernabéu. El club blanco ya ha anotado para entonces en su agenda el nombre de su entrenador para la próxima temporada: precisamente, Miljan Miljanic, quien en su primera temporada en el banquillo del Real Madrid logró alzarse con los títulos de Liga y Copa.

El nombre de Katalinski persiguió durante un tiempo al fútbol español, y aún hoy es recordado como protagonista de esa lista de tragedias que tan regularmente acostumbraba a vivir la selección en las grandes citas, mucho antes de la época dorada que trajo consigo la obtención de un Mundial y dos Eurocopas.