Opinión | A POR UVAS

Esos "muchaaaaaaachos" estaban locos... pero tenían razón

Era imposible dar cuatro pasos en Doha sin cruzarse con un argentino. Ya no el día de la final: todo el Mundial, a cualquier hora. Y convencidos siempre de que iban a ganar el título

Resumen, goles y highlights del Argentina 3* - 3 Francia de la final del Mundial de Qatar

MEDIAPRO

Hubo momentos en los que llegó a resultar hasta agobiante. Y ese tórrido calor de mediados de noviembre, apenas días después de dejar un Madrid que ya se tornaba gélido, no ayudaba. Dabas una patada a una piedra en cualquier punto de Doha y salía un argentino cantando "¡Muchaaaaaaaaaaachos!" de debajo de ella. Recuerdo de manera especial un Países Bajos-Ecuador, disputado en el estadio Khalifa, el más antiguo del Mundial. Llegué con bastante margen de tiempo y me fui a dar una vuelta y a comer algo al ostentoso centro comercial de inspiración veneciana que había a escasos metros. Y, sí, estaba atestado de argentinos. Lo mismo en el interior del estadio para un partido que, a priori, ni les iba ni les venía.

Llegué a desear, puedo confesarlo ahora, un año después, que Argentina quedara eliminada en primera ronda para que toda esa gente se fuera a su casa y la ciudad fuera más habitable. Como deseo ahora que se fundan las luces de Navidad del centro de Madrid y vuelve a ser un lugar por el que poder dar un paseo sin tener que meter los codos. No es nada personal, quiero decir. De hecho, tenía el mismo deseo malicioso con los seguidores de México, tan numerosos como los argentinos. Ellos, para su desgracia, sí lo hicieron.

El tercer Mundial de Argentina

El de Qatar fue el primer Mundial que me tocó cubrir sobre el terreno y quizá por eso me falte perspectiva y lo que ahora cuento haya ocurrido antes en Rusia, en Brasil, en Sudáfrica… Pero impactaba la confianza que destilaban los aficionados albicelestes en que iban a levantar, tal día como hoy hace un año, la tercera Copa del Mundo de su palmarés.

Impactaba la confianza que destilaban los aficionados albicelestes en que iban a levantar, tal día como hoy hace un año, su tercer Mundial

La tenían, claro, en las horas previas al descorche del torneo. Pero también antes de que todo empezara. También, y esto es significativo, después de aquella humillante derrota matutina en el estadio Lusail frente a Arabia Saudí que colocó tan cuesta arriba la misión, sobre todo en el plano emocional. Un día que había arrancado con este reportero entrevistando argentinos para que les hablaran de lo que significaba Maradona para ellos, cuando estaba a punto de cumplirse el segundo aniversario de su fallecimiento.

Maradona era (y es) dios, como desde la final del 18 de diciembre de 2002 lo es también Messi. Quizá el ahora jugador del Inter Miami no alcance nunca las cotas de misticismo del Pelusa, pero Qatar sirvió para que Leo saldara una vieja deuda consigo mismo, con su selección y con su país, que, años atrás, tanto le había reprochado que su rendimiento de celeste y blanco no se correspondiera con el que exhibía de azul y grana.

El penalti de Montiel

Ese penalti marcado por Gonzalo Montiel que hizo tricampeona a Argentina se me quedó grabado en el tímpano. Uno ya lleva unos años dedicado a esto, presenciando partidos tensos e importantes, pero jamás experimenté un sonido como el que generó aquel tanto decisivo en el estadio Lusail.

El jolgorio desproporcionado tras el penalti de Montiel se fusionaba con un grito liberador bañado en saltos y lágrimas

Es difícil de explicar. El jolgorio desproporcionado se fusionaba con un grito liberador bañado en saltos y lágrimas. Un "por fin" tan largamente buscado, obtenido tan lejos de Buenos Aires como era posible (o casi). La expresión de una enquistada frustración por fin extirpada del corazón de un país cuya pasión es incomparable con la del resto.

Porque si los argentinos estaban siendo (con cariño) plaga durante las cuatro semanas de Mundial, en ese fin de semana de la final la colonización se multiplicó. Llegaban a Qatar historias de personas que habían vendido o hipotecado el coche y hasta la casa para poder estar presentes en Doha el que podía ser Día D, el que podía ser también un nuevo día negro para el país si el pie de Dibu Martínez no se hubiera interpuesto en el disparo de Kolo Muani casi sobre la bocina.

Cruzarse el mundo para estar ahí

No encontré sobre el terreno, esa es la verdad, historias de argentinos que hubieran arriesgado el destino económico de sus familias para viajar de urgencia a Qatar, pero sí las de muchos que se habían cruzado medio mundo en avión sin entrada ni aspiraciones reales de conseguirla. Solo para estar allí, alrededor del Belén viviente, tan cerca como fuera posible del nuevo advenimiento. Y todo ello en una ciudad sin bares accesibles en los que ahogar la tensión a golpe de cerveza, sin posibilidad de generar un jubiloso caos. 

Ocurrió lo mismo en el vuelo de regreso a Madrid, con más argentinos buscando la escala rumbo al verano austral que españoles regresando a casa para la invernal Navidad. Me tocó un asiento entre dos argentinos y, claro, el tema de conversación era el que era.

- ¿Vais a estar cuatro años recordándonose constantemente que fuisteis campeones, verdad?, acabé preguntando con sorna.

- ¿Cuatro años? ¡Ja! Lo vamos a hacer cada día de nuestras vidas, amigo. Prepárense.