Opinión | La industria del deporte

El techo del fútbol europeo

A diferencia de las otras grandes ligas, el campeonato británico jamás ha vendido los 380 partidos habituales de una temporada con 20 equipos

English Premier League - Crystal Palace vs Liverpool.

English Premier League - Crystal Palace vs Liverpool. / EFE

Antes del trancazo de la pandemia, el fútbol europeo vivía su época dorada: cada ciclo audiovisual inyectaba más dinero en el sistema, la globalización atraía nuevos patrocinadores y anunciantes, y todo esto alimentaba un mayor gasto en fichajes y salarios deportivos. Pero pasó la Covid y, a la recuperación larga y lenta que suele acarrear una enfermedad, se le unieron otras dolencias que quizás se podían percibir, pero que ahora duelen algo más. A la creciente oferta de ocio digital se le han unido nuevas formas de entretenimiento, pero sobre todo la sensación generalizada en el sector audiovisual de que el fútbol, y el deporte en general, ya no es capaz de atraer más clientes a la televisión de pago de los que ya existen. Y eso ayuda a entender el punto de madurez, sino deflación, que han experimentado los derechos de televisión del fútbol europeo en los últimos concursos.

El último gran ejemplo es el de la Premier League. Nadie le discute su liderazgo como producto de entretenimiento, con seis clubes que cada año arrancan en cierta igualdad de condiciones -aquí ya hemos hablado del daño del reparto en LaLiga y el duopolio reinante-. Y, sin embargo, en el mercado con el que marca distancias con el resto del mundo, también ha dado síntomas de agotamiento. La Premier anunció esta semana una revalorización del 4% interanual en sus ingresos anuales por las retransmisiones en Reino Unido, pero vayamos a la letra pequeña.

A diferencia de las otras grandes ligas, el campeonato británico jamás ha vendido los 380 partidos habituales de una temporada con 20 equipos. Ese es el as en la manga que ha jugado en este concurso, en el que ha metido 70 partidos más en los distintos lotes. Además, y en línea con lo que hizo LaLiga el año pasado, ha ampliado de tres a cuatro años la duración del siguiente ciclo. Estos dos elementos han sido capitales y, aunque es cierto que el valor económico de cada partido ha bajado respecto a hoy, no es menos cierto que toda revalorización obtenida va directa a las arcas de unos clubs que ya disputaban esos partidos. Además, es una mejora en país de origen superior a la del 1% que arañó

 Javier Tebas dando entrada a DAZN en el juego

y a los retrocesos experimentados en Alemania, Italia y Francia.

Otro detalle interesante es que Amazon haya decidido ni siquiera presentar oferta por alguno de los lotes después de seis años con 20 partidos por campaña en torno a Navidad. Y lo es porque refleja que las lógicas con las que operan los gigantes tecnológicos en su prueba-error con el deporte son muy distintas a las clásicas de la televisión de pago. Si ya captaron todos los clientes que pretendían retener después con su 'ecommerce', ¿por qué seguir pagando por el fútbol? Y si esa es la misma pregunta que se harán las telecos y plataformas que hoy pagan cientos de millones de euros al año, lo que uno se cuestiona es: ¿será a partir de 2030 cuando las ligas vendan directamente sus propias OTT?

La respuesta no es sencilla y las consecuencias en términos de modelo de ingresos no son menores. Un mayor riesgo y el consuelo de saber que la corrección podría ser automática en los salarios si la migración la hacen todas las ligas al unísono.

Ancelotti conversa con su hijo Davide.

Ancelotti conversa con su hijo Davide. / EFE

[object Object]

Carlo Ancelotti es un hombre sabio. “Me iría andando”, dijo este viernes cuando le cuestionaron si él también se iría a Arabia Saudí por 500 millones de euros. La reflexión del técnico del Real Madrid pone frente al espejo al conjunto de la sociedad y sirve para cuestionar a los que critican que un atleta se vaya al país del Golfo o a un proyecto financiado por éste a cambio de sumas multimillonarias. Probablemente todos haríamos las maletas y, a pie como Carletto, o en avión nos iríamos con los ojos cerrados a por esa pensión que cubrirá a las siguientes generaciones de estos atletas. Sin embargo, también exige que estos deportistas no se hagan trampas al solitario y sean sinceros sobre sus motivaciones.

Ninguno de los futbolistas que se han marchado a Arabia Saudí van a generar un impacto real en ese país, ni van a elevar su campeonato doméstico a la élite mundial por más que insistan en el discurso sobre la calidad de los partidos. Por más que se hayan dado hasta 2034 con la culminación que supondrá llevar allí el Mundial de fútbol. Y tampoco hará crecer a otros deportes en el largo plazo. Jon Rahm, el último en sucumbir al unirse al LIV Golf, admitía que la gran oportunidad es para él y para su familia. Son 500 millones, y mi duda es si el bien para el deporte a largo plazo no sería usar más bien ese dinero para promover la disciplina y no para dejar en desventaja competitiva a quienes tratan de hacer sostenible su deporte.