MÚSICA

Mikel Aguirre, cantante de Amateur y antes de La Buena Vida: "En nuestra música hay melancolía, pero siempre con un punto de esperanza"

El líder de una de las bandas más emblemáticas del 'indie pop' español de los 90 y primeros 2000 presenta un nuevo disco con su grupo actual, Amateur, donde siguen muy vivas las constantes que han marcado toda su trayectoria

Mikel Aguirre, rostro visible de Amateur y antes de La Buena Vida.

Mikel Aguirre, rostro visible de Amateur y antes de La Buena Vida. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Hablando con Mikel Aguirre, actualmente vocalista y compositor principal de Amateur y en su momento de un grupo tan icónico y trascendente como La Buena Vida, y escuchando la nueva música que publica estos días, cualquiera diría que sus más de 30 años de carrera han sido un continuo sin desviaciones. El sonido y la filosofía de ambos proyectos son esencialmente los mismos. Y eso a pesar de que el último de ellos fue, de alguna manera, el fruto de una catarsis, de la reconstrucción personal y musical tras una grieta profunda. Porque La Buena Vida, uno de los emblemas del indie pop español de los 90 y los primeros 2000 y la banda que conquistó a una generación de aficionados a base de canciones de una dolorosa belleza, cargadas de nostalgia y romanticismo, puso fin a su trayectoria tras la muerte en accidente de tráfico de quien era el bajista de la banda, Pedro San Martín, en 2011.

Antes de que aquello ocurriese, el grupo ya había atravesado otras pruebas: un abrupto cambio de sello, de Siesta a Sinnamon Records, la entrada en la vida adulta de sus miembros, que empezaron a ser padres, y la salida por motivos personales de la que entonces era su vocalista femenina y rostro más visible del grupo, Irantzu Valencia. “Las etapas vitales no las elige uno, simplemente llegan. Cuando se fue Irantzu intentamos continuar, teníamos entre manos un álbum y llegamos a sacar un EP de anticipo con El Volcán [Viaje por países pequeños, 2009]", rememora Aguirre por videoconferencia desde el salón de su casa en San Sebastián. "Pero luego, desgraciadamente, sucedió la tragedia. Y entonces sí que nos plateamos que aquello tocaba a su fin. Porque aunque todos éramos muy importantes, Pedro era el acicate de la banda, el que te llamaba y te decía: ‘venga, aquí hay que hacer esto, vamos a grabar un álbum’. De repente faltó ese pegamento”.

Después de varios años y un duelo inevitable, Aguirre y los otros dos componentes "clásicos" de la banda, José Luis Lanzagorta e Iñaki de Lucas, sintieron la necesidad de volver a hacer canciones juntos, y de ahí surgió Amateur. Para unos músicos que llevan tocando juntos más de 30 años y que han facturado algunas de las canciones y álbumes más valorados de la música española de su época, ese nombre podría sonar un tanto irónico, pero no van por ahí los tiros. “Somos 'amateur' porque realmente hacemos lo que nos gusta, no porque haya una recompensa mercantil o de éxito. Aunque no publicáramos discos seguiríamos haciendo canciones. El término va más en la línea de ‘el que ama lo que hace’ que por hacer el chiste de que ya tenemos el culo pelado. Aunque en realidad, lo tenemos”, bromea. Lo cierto es que sus miembros nunca han podido vivir de la música, ni en sus mejores tiempos. Aguirre, de hecho, se gana la vida en el departamento jurídico de una empresa de ingeniería.

Amateur publicó en 2017 un primer disco, titulado Debut!, que seguía la estela musical de su banda anterior y que todavía estaba muy marcado por la alargada sombra de Pedro San Martín, al que dedicaban varias canciones. Aguirre puntualiza que aquel recuerdo cariñoso no era solo para él, sino para todos los que habían formado parte de un proyecto que para ellos fue “la universidad de nuestras vidas”. Aquel disco lo produjo de principio a fin la banda, que simplemente dejó en manos de una multinacional, Sony, su distribución.

Siete años después las cosas son algo distintas: Impasse -otro título que parece jugar con las fases creativas o vitales de sus miembros- lo publica Mushroom Pillow porque Aguirre y los suyos querían dejar en manos de un sello buena parte de un trabajo que antes tuvieron que hacer solos y con dificultades. En sus canciones vuelven a los temas que marcaron siempre la lírica de La Buena Vida: las idas y venidas del amor, las heridas que este deja y la aceptación de que el camino hacia la madurez, o más bien la vida entera, es un viaje con infinitas curvas. "Más que nostálgica, yo diría que nuestra música es evocadora. Y creo que al escucharla, tanto las atmósferas como los textos te llevan un poco a la ensoñación, a ponerte en un sitio en el que lo que estamos contando cuadre con tus propias experiencias, lo hagas tuyo. Melancolía hay, pero es una melancolía con un punto siempre de esperanza. No es un disco de cortarte las venas".

Mikel Aguirre, fotografiado en Madrid.

Mikel Aguirre, fotografiado en Madrid. / ALBA VIGARAY

Hay en Impasse una mayoría de canciones que apuntan en esa dirección: la del desamor. En el tiempo que ha pasado desde el disco anterior, prolongado por una pandemia y por las dificultades de sus miembros para poder reunirse más a menudo para trabajar por culpa de las diferentes ocupaciones que mantienen cada uno, Mikel Aguirre se separó tras veinte años de relación. No es muy amigo de hablar de su intimidad, pero admite que Impasse sí se podría considerar, de alguna manera, un disco de ruptura, o al menos de “una catarsis” que queda clara en canciones como Maneras de quererte, Fue una vez o Jane mi dulce Jane. "Pero no hay que tomarse al pie de la letra las cosas, porque en esos textos se mezclan la realidad y la ficción", se justifica. Además, no todos son suyos: también hay letras firmadas por otros dos autores, Pedro Gracia Pérez de Viñaspre y Harkaitz Cano.

El 'sonido donosti'

El disco está dedicado a Rafael Berrio, legendario músico donostiarra fallecido en 2020 que, además de amigo cercano y compañero de local de ensayo durante años, es para Aguirre “si no el mejor letrista que ha tenido este país, uno de los mejores”. A Berrio se le considera precisamente uno de los padres fundadores del 'sonido donosti', una etiqueta que se ha acabado identificando con cierto pop melódico y para algunos “ñoño” que se facturó en San Sebastián en los 90 y 2000 y que tuvo como buques insignia a bandas como Family, Le Mans o La Buena Vida. El líder de Amateur no está muy de acuerdo con ella. “Yo entiendo que las etiquetas son útiles para los periodistas, para la industria o para los propios sellos. Pero ese es un término que a Amateur no le corresponde, y a La Buena Vida tampoco. Es una definición del primer 'donosti sound', el auténtico, que fueron grupos de los 80, del pospunk: Puskarra, UHF [del que Berrio fue cantante]… Luego se quedó como una coletilla de periódico, de alguna entrevista, y se aplicó a nosotros. Pero no te voy a negar que hay coincidencias en los trabajos de muchos grupos de Donosti de nuestra época... nos movemos en unas coordenadas similares”.

En Impasse hay una canción que suena a Dylan, Claro de luna, con su armónica y su slide guitar, y otra que casi replica el arranque del More Than Words de Extreme. También hay un instrumental, Coda en sol, con aroma a Broadway. Y más arreglos orquestales, la que siempre fue una de las señas de identidad de La Buena Vida, aunque en menor medida que en el álbum anterior. “No queríamos que todo estuviera orquestado. Pero esos arreglos sí que les aportan algo importante que no es solo un barniz, sino que las enriquece. A nosotros siempre nos han encantado los discos de las bandas clásicas que están orquestados: los de los Beatles, o el Harvest de Neil Young. Pero también la canción francesa de Brel y Aznavour, o la música española de los 70 con Waldo de los Ríos, Juan Carlos Calderón, Cecilia, Nino Bravo… Ese pop orquestado y muy melódico es muy rico. Como todo el sonido Motown, el soul… Es cierto que hemos hecho algún álbum con samplers y un poco más electrónico, pero en este sonido más acústico y orgánico es donde nos sentimos más cómodos”.

Hay también en el álbum una conexión con el pop donostiarra más mainstream, un tema en el que canta con Diego Vasallo, de Duncan Dhu, "un personaje del Renacimiento que hace todo bien: pinta, escribe, compone... ". Se llama Duelo en la cumbre y tiene algo de western. Pero si hubiera que elegir la canción más 200% Mikel Aguirre (y La Buena Vida) del disco, quizá fuera la que es su single más evidente y con mayor potencial comercial: El huerto provenzal. Una canción “buenrollista y que me da buena energía, fresca, juvenil, irónica”. La canta a medias con Isa Cea, de Triángulo de Amor Bizarro, en una alternancia de voces que parece la que en su día mantenía en muchas canciones con Irantzu y que, según él, “nos rejuvenece 20 años”.

De hecho, esa canción tiene elementos que recuerdan a Un actor mejicano, hit de La Buena Vida que en su día cantaban a dúo Mikel e Irantzu y que años más tarde versionarían los propios TAB. Es todavía su canción que más reproducciones acumula en Spotify y de las pocas disponibles en las plataformas de streaming. Desde hace años, un misterio se cierne sobre los álbumes de la banda donostiarra que en su día fueron publicados por Siesta Records. No están disponibles en las plataformas -aparecieron brevemente, subidos sin permiso por alguien- ni hay manera de dar con ellos en formato físico más allá de la segunda mano. Solo se pueden encontrar los de la etapa final del grupo, los dos que editó Sinnamon Records, Álbum (2003) y Vidania (2006).

Aguirre no quiere hablar mucho del tema para no meterse en un jardín, pero su frutración es evidente. “Nos entristece mucho porque es una gran injusticia que la gente no tenga derecho a escuchar toda esa parte de nuestra obra que hicimos en su día. Cuando alguien lea esta entrevista y quiera ver qué hacía La Buena Vida se encontrará con que en Spotify solo hay dos discos. Llevamos mucho tiempo intentando solventarlo”. ¿Y hay alguna solución a la vista? “Ojalá”. Una respuesta resignada y poco alentadora para unos fans, nuevos y de viejo cuño, que llevan años sin poder meter en sus playlists, al menos con una calidad decente, canciones tan inolvidables como Qué nos va a pasar, uno de los grandes himnos al desamor escritos en este país.