TEATRO

José Sacristán: “Todavía hoy suenan ecos de voces siniestras del franquismo”

El actor protagoniza ‘La colección’, de Juan Mayorga, una obra sobre la herencia y el legado en la que comparte escenario con Ana Marzoa

José Sacristán, encarnando a Héctor en uno de los ensayos de 'La colección', que estrena este jueves en el Abadía.

José Sacristán, encarnando a Héctor en uno de los ensayos de 'La colección', que estrena este jueves en el Abadía. / Javier Naval

Sujeta el vaso de cristal por la base, con la mano abierta, como si le diera miedo que se le cayera. Lo dejará después en cualquier lugar, se frotará las muñecas y pasará mucho tiempo apretando y agarrándose las manos. Son manos pequeñas, las de un hombre de 86 años llamado Héctor que quizá mantenga a raya un temblor, que tal vez reprima el recuerdo de una coreografía antigua de cuando era boxeador, pero sigue habitando un ring con su mujer, Berna, con quien lleva toda la vida creando una colección, peleando y discutiendo qué piezas comprar, creando un universo, una forma de vida y también una leyenda. Esa noche han invitado a su casa a Susana, una coleccionista joven, modesta pero ambiciosa, a la que cuentan que adivinan ya el final y no buscan un comprador para sus obras, sino un heredero. Y el escenario estará lleno de cajas de distintos tamaños, apiladas en montones y torres, y José Sacristán será Héctor y Ana Marzoa será Berna en esta obra llamada La colección, escrita y dirigida por Juan Mayorga, con Zaira Montes e Ignacio Jiménez completando el reparto.

El montaje se estrena el próximo jueves en el Teatro de La Abadía que dirige Mayorga, autor de este texto enigmático y simbólico, atravesado por la idea de herencia y legado, y con múltiples lecturas. “Creo que la colección misma es una obra, es la historia de una obra que han hecho Héctor y Berna con piezas y elementos que han encontrado en el mundo”, explica el director a este diario. “Por otro lado, la colección es el mundo porque, como dice Héctor, de lo que se trata no es de poseer cosas, sino de poseer el mundo, y ellos aspiran a salvarlo como si la colección fuera un arca de Noé. Y, finalmente, creo que la colección es el teatro mismo”. Para José Sacristán, este es su debut en el escenario de La Abadía y también la primera vez que interpreta una obra de Mayorga “oblicua e impredecible”, en la que da vida a un hombre que “procura tener la lucidez del perdedor, un hombre que ha sido herido por una sensibilidad particular hacia la belleza, pero que ha sido incapaz de crearla”.

P. Parece tener un imán que atrae personajes de perdedores

R. Son los más interesantes, sin duda, pero, en definitiva, todos somos perdedores porque te vas a morir y lo vas a hacer rodeado de hijos de puta, de ladrones, de chorizos y de miserables.

P. Esta obra está atravesada por la idea de legado. Usted, ¿de qué herencia ha sido depositario?

R. De una valiosísima, que es la del sentido de la justicia, el respeto, la cosa cabal y andar por la vida de una manera que heredé de mi padre, de mi madre y de la gente de mi entorno. Tengo ya 86 años, pero me ayuda a seguir viviendo tener muy claro y muy cerca saber de dónde y de quién vengo. Es un punto de apoyo fundamental para mí la memoria que tengo del legado de la Nati y el Venancio (sus padres).

El otro día estaba en Tarifa y, paseando por allí, ya tarde, me mira un grupo de muchachos y uno de ellos por fin se acerca y dice: 'claro, hombre, usted es el que hacía de reír en las películas antiguas', como un elogio. Y dije: ya tengo epitafio"

P. Y a usted, ¿qué le gustaría legar a las generaciones venideras?

R. Yo qué sé. Mira, te voy a contar una anécdota. Me gusta mucho andar después de la función y el otro día estaba en Tarifa y, paseando por allí, ya tarde, me mira un grupo de muchachos y uno de ellos por fin se acerca y dice: "claro, hombre, usted es el que hacía de reír en las películas antiguas", como un elogio. Y dije, ya tengo epitafio. Ahí se resume todo, pero no tengo más pretensión que transmitir lo que para mí es fundamental, que es una manera de andar por la vida y de relacionarme con los demás que parte de la defensa de unos principios y de observar unos ideales, si es que todos los ideales no han caducado demasiado todavía.

P. Dice su personaje que “la colección es un arca en un diluvio de ruido”. En el diluvio actual, ¿qué ruido le molesta más?

R. La necedad. Decía Albert Camus en Calígula que la necedad es homicida. También la injusticia, el atropello, el diluvio de ruidos desagradables ni es nuevo, ni se va a acabar aquí. Tengo edad suficiente para haber pasado por otros tiempos mucho peores que este y de ninguna manera quiero contribuir a un linchamiento del tiempo que vivo, sobre todo porque el catastrofismo está siendo capitalizado por la extrema derecha. A uno le hubiera gustado que las cosas hubieran mejorado un poquito más, que no se diera el atropello que está pasando en Gaza, por ejemplo, ante la pasividad del mundo entero, qué vergüenza. Pero hemos vivido tiempos peores, sin ninguna duda.

Sacristán con Ana Marzoa, su pareja en la obra, en un momento de 'La colección'.

Sacristán con Ana Marzoa, su pareja en la obra, en un momento de 'La colección'. / Javier Naval

P. “No confiamos en el Estado, en ningún Estado”, dice Héctor

R. Yo sí. Pienso que formo parte de una comunidad, de un colectivo que tiene unas normas, que tiene unas leyes, y acepto las reglas del juego, desde un punto de vista crítico, por supuesto, pero las acepto. Ha habido gobiernos o estados gobernados por una serie de gente con la que yo he estado más cerca o menos cerca, pero sí creo en la necesidad de establecer unos mecanismos mediante los cuales nos vayamos ordenando y comportando.

Hay un sector de la izquierda que me parece que se ha equivocado y, de hecho, ha pasado a ser poco menos que testimonial. Pero tengo muchas esperanzas puestas en Sumar y en Yolanda, entre otras cosas porque está ahí Errejón, que es el primero que se dio cuenta en Vistalegre de que hay que tener cuidado con la fuerza del contrario"

P. ¿Cómo ha cambiado, en los últimos años, su confianza en la izquierda?

R. No comparto ciertos pronunciamientos de la izquierda. Creo que se ha pecado de la impaciencia de los malos aprendices, de no medir necesariamente las fuerzas del contrario, de partir de un mesianismo —tan malo es el de la izquierda como el de la derecha—, de pensar que uno está cargado de razón, que todo el mundo te va a seguir y te das cuenta de que no. Hay un dibujo de El Roto genial de hace mucho tiempo que venía a decir "no armemos jaleo, las derechas con las derechas y las izquierdas contra las izquierdas". Eso todavía sigue ahí. Hay un sector de la izquierda que me parece que se ha equivocado y, de hecho, ha pasado a ser poco menos que testimonial. Pero tengo muchas esperanzas puestas en Sumar y en Yolanda, entre otras cosas porque está ahí (Íñigo) Errejón, que siempre me ha caído de puta madre porque creo que es el primero que se dio cuenta en Vistalegre de que hay que tener cuidado con la fuerza del contrario y no puedes andar tocándole los huevos a alguien que sabes que te va a pegar una hostia que te va a dejar patas arriba. Yo confío en que por ahí la cosa pueda caminar, sí.

P. Pareciera que Mayorga estuviera pensando en los concejales de Cultura de Vox cuando su personaje se pregunta: “¿Y si un día un político o un funcionario, un mequetrefe, decidiera que una obra es inmoral o que es inmoral su autor?”. ¿Cómo le afectan estos tiempos de censura en lo cultural?

R. Mal, entre otras cosas porque estos no han venido como llegó Franco, ganando una guerra. Están aquí porque les han votado miles de españolas y españoles. Como decía Antonio Machado, ‘a distinguir me paro las voces de los ecos’, y suenan todavía ecos de voces siniestras del franquismo. Pero no solamente aquí, también el señor Trump tiene todas las de volver a ganar.

P. ¿Cómo se mira el futuro con 86 años?

R. Mi amigo Fernando Fernán Gómez, cuando le preguntaban qué tal estaba, decía ‘vamos durando’. Vamos a procurar ir durando, ¿no? La bombona de butano está pagada, nadie va a golpear la puerta de mi casa a las cuatro de la mañana para que le pague lo que le debo, puedo elegir mi trabajo, tengo a mi pareja, a mis hijos, a mi nieto... Y el futuro, que sea lo que la madre naturaleza decida, con las goteras correspondientes.

P. En la obra, Héctor y Berna reservan cajas vacías para las piezas que aún no han podido comprar o que todavía no existen. ¿Cuáles son las cajas vacías de su trayectoria como actor?

R. No tengo ninguna fijación profesional, he sido un actor más bien de andar por casa, de mesa camilla, de cosas domésticas… En mi curriculum no hay un Macbeth ni un Hamlet pero, si te digo la verdad, me gustaría pasar a la posteridad habiendo hecho lo que hace Donald O’Connor en Cantando bajo la lluvia. Si yo hubiera hecho eso, moriría feliz.