TEATRO

'Vania x Vania': Javier Cámara y una 'rave' chejoviana en dos descampados distintos

El director y dramaturgo Pablo Remón estrena este jueves dos versiones de 'Tío Vania' que se pueden ver por separado o de manera consecutiva, con un reparto en el que también destacan Israel Elejalde y Marta Nieto

Javier Cámara y Marta Nieto, en un momento de la obra.

Javier Cámara y Marta Nieto, en un momento de la obra. / Vanessa Rabade

En la primera, los seis actores y actrices habitan un tiempo abstracto y un espacio desnudo, sin apenas escenografía, tan solo unas sillas de plástico, de colores. En la segunda conviven dos tiempos y dos espacios distintos —la Rusia del siglo XIX y Toledo en el XXI—, y los personajes “hablan del samovar y se llaman Bátiushka y, como si aquello fuera un zapping y cambiaras de canal, hay un cortocircuito y de repente estás en la meseta castellana”. En este festival del desdoblamiento, Vania se llamará Iván y dormirá la siesta junto a una alberca, a la sombra de un parasol de Coca-Cola, y se cubrirá la cara, quizá, con una gorra de la Caja Rural y, cuando se despierte, contará que ha soñado que concursaba en Masterchef Celebrity, y a esa casa llegará con su mujer un tipo que publica columnas en un periódico conservador y sueña con ser académico de la RAE mientras escribe una biografía interminable de Azaña. Y será el espectador quien una esos dos planos, tres si contamos con la primera versión, que propone Pablo Remón en este universo llamado Vania x Vania, en el que lleva a escena no una, sino dos versiones de Tío Vania, de Chéjov, con Javier Cámara, Israel Elejalde, Marta Nieto, Manuela Paso, Juan Codina y Marina Salas. Ambos montajes se estrenan este jueves en las Naves del Español en Matadero y el público podrá verlos por separado o hacer una inmersión chejoviana total y ver ambas obras, una detrás de otra.

Remón, director y autor de obras como El tratamiento, 40 años de paz, Sueños y visiones de Rodrigo Rato, Los mariachis o Doña Rosita, anotada, obra que le valió el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2021, explica que, al principio, su idea era llevar a escena las cuatro obras más conocidas de Chéjov —La gaviota, Tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos—, “pero eso era inviable y, poco a poco, llegamos a la idea de trabajar con una obra clásica de Chéjov y hacerla dos veces, montarla y remontarla, coger ese texto y mirarlo desde dos puntos de vista diferentes”, como si fueran “variaciones musicales sobre el mismo texto”, como si en ese ejercicio de repetición Remón jugara a ser dos dramaturgos distintos, como si quisiera escapar de sí mismo o como si estuviera jugando a ser Cortázar “en un relato de esos donde uno es el sueño de otro y el otro es el sueño de uno”, dice.

Los intérpretes del 'Vania' de Remón, en la versión de la obra que sí cuenta con escenografía.

Los intérpretes del 'Vania' de Remón, en la versión de la obra que sí cuenta con escenografía. / Vanessa Rabade

Un himalaya y un festival

Pablo Remón, que siempre escribe pensando en los actores con los que va a trabajar, define Vania x Vania como “un Himalaya” en el que palpitan esas preguntas que han atravesado siempre su trabajo como autor: por qué y para qué seguir haciendo teatro, cómo seguir contando historias y desde qué lugar, y explica que, “en estos tiempos de pantallas y plataformas, yo pensaba en esa idea de festival de música en el que ves a un grupo tocando una versión en acústico y luego a otro haciendo una versión con toda la orquesta”.

Como una rave chejoviana en dos descampados distintos, Vania (versión 1), cuenta Remón, es “más teatral, deja más espacio a la imaginación del espectador porque no hay escenografía ni cambios de vestuario, mientras que Vania (versión 2) quería que tuviera una sensación de teatro más convencional y también cinematográfico con el uso de la música o de la luz porque lo que me llevó a hacer esto es una reflexión sobre qué es el teatro y cómo cambia porque a mí, muchas veces, me gusta más el ensayo que la obra terminada y le doy muchas vueltas a eso de qué difícil es dirigir porque es muy fácil cargarte una obra”.

Detrás de Javier Cámara, de izda. a dcha.: Juan Codina, Marina Salas, Manuela Paso, Israel Elejalde y Marta Nieto.

Detrás de Javier Cámara, de izda. a dcha.: Juan Codina, Marina Salas, Manuela Paso, Israel Elejalde y Marta Nieto. / Vanessa Rabade

En la presentación de los dos montajes, Javier Cámara, que da vida a Vania, explicaba que “Chejov estaría orgulloso de Pablo Remón”, mientras Manuela Paso admitía que “la experiencia es brutal porque es la primera vez que hago en el mismo día dos obras distintas y ha sido muy intenso controlar esa esquizofrenia y muy exigente mantener el rigor y no contaminar una obra con la otra porque son muy distintas, el reto ha sido mantener la cabeza fría”. Juan Codina, a su lado, confesaba que “para mí Chéjov es dios y es infinito y nadie me ha llegado tanto como él en el teatro”, e Israel Elejalde invitaba al público a ver ambas obras seguidas, porque “ahí es donde está el viaje, porque hacer un clásico es siempre una especie de palimpsesto y en este caso lo hacemos in situ, es decir, tú ves la primera y, cuando ves la segunda, de alguna manera estás viendo cómo se reescribe algo nuevo sobre lo anterior”.

El amor y la crisis de la mediana edad

“¿Te imaginas que fuera posible cambiar por completo tu vida?”, se pregunta Javier Cámara en la piel de Vania, y ese anhelo de personaje chejoviano está vinculado, de alguna manera, con las mismas preguntas que se hacían los personajes de la obra anterior de Pablo Remón, Los farsantes, un montaje que, según su autor, nació “del deseo y la necesidad de hablar de la mediana edad, el éxito, el fracaso y si somos dueños de nuestros sueños o si es al contrario”. En Vania x Vania, bajo esa primera capa de tedio y aburrimiento palpita también ese desconcierto que provoca saber que estás cerca del final y el tiempo y los sueños se te escurren entre los dedos: “La mediana edad en Vania está planteada de una manera muy profunda en el sentido de que es como un atisbo de la muerte”, explicaba Remón a esta periodista hace varias semanas, después de ver un ensayo de Vania (versión1).

“Yo tengo 46 años, tampoco hay que ser un lince, y Martin Amis dice que la mediana edad es el primer momento en el que te das cuenta de verdad que te vas a morir tú porque, hasta entonces, parece que es algo que solo les pasa a otros, y creo que en Vania todos están en una especie de limbo, no saben dónde están, y es como si el personaje que se han construido hasta este momento y que les ha servido para ir tirando, de repente ya no les sirviera”. Y es justo entonces cuando aparecerá esa idea que canibaliza el deseo de Vania o de Astrov, que pase algo, lo que sea, y que pase ya, pero a eso se sumará algo nuevo en el universo teatral de Remón: “Hay un avance, o eso querría pensar, hacia el mundo de las emociones, que quizá es algo a lo que he tardado más en llegar. Las primeras obras que hice intentaban no ser sentimentales, pero me da la sensación de que aquí hay una apertura mayor a eso, a determinados temas que están en la obra original y que tienen que ver con el mundo del amor, del enamoramiento, de la pareja, y ese es un territorio más nuevo”.