CINE

Dilemas religiosos, novicias poseídas y Sor Citröen

Las monjas fascinan a los cineastas por sus contradicciones y pueblan un imaginario en el que hay cabida para la comedia y el terror

Nastassja Kinski en 'La monja poseída' (1976).

Nastassja Kinski en 'La monja poseída' (1976). / ARCHIVO

Quim Casas

Quim Casas

Los filmes centrados en monjas abundan tanto como los protagonizados por sacerdotes. Del melodrama al fantástico, con mujeres que se dedican por entero a Dios y otras que cuelgan los hábitos, el cine ha representado modos diversos de experimentar la vida monástica femenina. Las monjas fascinan en sus muchas contradicciones. Y son muchas las actrices que han tenido la tentación de interpretarlas. La última; Blanca Portillo, que interpreta a Santa Teresa de Jesús en una película dirigida por Paula Ortiz que se estrena este viernes.

Ingrid Bergman fue la bondad en Las campanas de Santa María (1945) y Audrey Hepburn realizó un retrato más complejo en Historia de una monja (1957). Por el medio se coló la Deborah Kerr de Narciso negro (1947), filme que ausculta las represiones sexuales de un grupo de monjas católicas en un hospital occidental en el Himalaya.

En otros registros aparecen títulos como Los demonios (1971), filme tildado de hereje en su momento que reconstruye el caso de las endemoniadas de Loudun, un grupo de monjas ursulinas (entre ellas Vanessa Redgrave) hechizadas en 1634 por un sacerdote (Oliver Reed), o las dos versiones de La religiosa según la novela de Denis Diderot, la primera protagonizada por Anna Karina en el papel de una joven obligada por su familia a tomar los votos y enfrentada a los abusos de poder de la madre superiora; el filme fue prohibido por la censura francesa, mientras que la versión de 2013 se salvó de la quema.

De Francia son también Los ángeles del pecado (1943), admirable retrato llevado a cabo por Robert Bresson de las relaciones entre una novicia y una joven acusada de un crimen, y la cinta del siempre polémico Paul Verhoeven Benedetta (2021), en la que el misticismo y la homosexualidad en un convento de la Toscana están al orden del día. En Interior de un convento (1978), el cineasta-erotómano por excelencia, Walerian Borowczyk, contó la frustración de la abadesa de un convento del siglo XIX que no puede reprimir las pulsiones sexuales de las novicias. Y de producción española son La monja alférez (1987), con Esperanza Roy como la novicia donostiarra que escapó del convento y, disfrazada de hombre, participó en varias batallas en América, y Canción de cuna (1994), un filme de cámara de José Luis Garcí centrado en las relaciones entre una niña abandonada y las monjas de clausura que se hacen cargo de su educación. Aunque nada como las monjas díscolas, las Redentoras Humilladas, de Entre tinieblas (1983) de Almodóvar.

Las monjas pueblan un imaginario en el que hay cabida para la comedia y el terror. Gracita Morales fue la castiza Sor Citröen (1967) y Whoopi Goldberg la exitosa Sister Act (1992). Nastassja Kinski hizo La monja poseída (1976), y con semejante título ya pueden suponer por donde iban los tiros, con un sacerdote excomulgado que funda una secta satánica. Recientemente hemos tenido doble ración con La monja (2018) y La monja II (2023), pertenecientes a la franquicia sobrenatural de Expediente Warren, mientras que la protagonista de Hermana muerte (2023), último filme de Paco Plaza, es una novicia con poderes sobrenaturales.