SUMA FLAMENCA

Mayte Martín, a pecho descubierto

Con todas las entradas vendidas desde que se pusieron a la venta, la catalana ofreció este miércoles en Madrid un recital de cante sin concesiones

Mayte Martín (izquierda) y José Gálvez durante un recital.

Mayte Martín (izquierda) y José Gálvez durante un recital. / EFE/Rafa Alcaide

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Que Mayte Martín (Barcelona, 1965) cantó este miércoles en Madrid flamenco a pecho descubierto no es decir nada nuevo. Es lo que siempre hace esta cantaora, maestra libre de sensibilidad extrema. Lo hizo con un recital de cante clásico en el marco de la Suma Flamenca, que bajo un genérico título -Flamenco íntimo- la catalana utiliza como un espacio de libertad al que incorpora su entrega y buen hacer según lo que le pida el cuerpo. "Hoy vengo chula", dijo a su guitarrista, soberbio acompañante, José Gálvez, después de pedirle que le subiera el tono a la guitarra en el segundo cante de la noche, la malagueña. Y esa chulería se transformó en un recital de flamenco íntimo, pero con una intimidad que tiene sobre todo que ver con la profunidad, con la total entrega, con dejar ver lo que alberga su alma, con entregar sus entrañas sin dar alivio al público asistente que abarrotaba la Sala Verde de los Teatros del Canal.

El silencio más absoluto se hizo desde el arranque. Quien viene a ver a Mayte Martín ya sabe a lo que viene, aquí no hay sitio para la fiesta. Un escenario sin más presencia que la de cantaora y guitarrista, sin ningún elemento que distrajese del tuétano del recital, el cante de Mayte Martín, ya pedía el respeto desde antes de comenzar. Lo hizo por Levante, y cuando saludó después de terminar para agradecer al público haber asistido, aún le temblaba la voz. No habló mucho más, y Martín se entregaba por malagueñas y abandolaos, con una soleá a media voz y unas seguiriyas cuyos tercios, retorcidos y salidos de las entrañas, mostraron que, una vez más, la maestría no está en los alardes de voz, sino en otros lugares, esos de los que Martín atesora en su pecho y en una voz por la que no parece que pasen los años.

Después vendrían los fandangos, los tientos en los que quiso homenajear a Manolo Caracol y su zambra Salvaora, en el año en el que se conmemora el 50 aniversario de su fallecimiento y que estuvieron acompañados por un José Galván en estado de gracia, no sólo por ser el mejor acompañante -en el máximo sentido de la expresión- de la cantaora, sino por ese contrapunto de fantasía, a ratos juguetón, siempre sensible, que la guitarra daba a un cante perdido en el desasosiego. Tampoco entonces el público encontró alivio. Ni con unos tangos en los que Martín quiso homenajear a La Niña de los Peines, inspiradora de esta edición de la Suma Flamenca. La cantaora se paseó por los tangos de la trianera llevándoselos a su terreno, siempre dolientes, jugando por momentos con el compás, pero sin abandonar ese estado de trance en el que se mantuvo desde el inicio del recital.

Sin más comentario ni concesión en bises, Mayte Martín quiso cerrar con el romance que suele incluir en sus bulerías, María de las Mercedes, que inmortalizase para siempre Concha Piquer. Entregada y honesta hasta el final, sin reclamar ese calor que el público en pie quiso ofrecerle al final de una hora y media de cante por derecho.