CENTENARIO

Sexo, cocaína y acusación de maltrato: la salvaje historia de Lola Flores y Manolo Caracol, la pareja del 'Broadway español' en los 40

Este año coinciden el centenario del nacimiento de Lola Flores y el 50 aniversario de fallecimiento de Manolo Caracol

Estuvieron ocho años de gira por teatros españoles con un único espectáculo, Zambra, y fueron pareja en la vida real, pese a que él estaba casado y les separaba una diferencia de edad de casi 15 años

"Yo no fui yo, yo era parte de él", decía ella en una entrevista. "Estábamos tan compenetrados que si un día él no estaba bien de voz, yo bailaba peor".

Manolo Caracol y Lola Flores en un fotograma de 'Embrujo', primera película en la que trabajaron juntos (1947).

Manolo Caracol y Lola Flores en un fotograma de 'Embrujo', primera película en la que trabajaron juntos (1947).

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"Manolo Caracol ya era un verdadero mito. Y lo que hizo fue legitimar a Lola a un nivel que ella ni siquiera podía imaginar". Así describe la doctora Cristina Cruces, catedrática e investigadora de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, el encuentro artístico y personal entre Lola Flores y Manolo Caracol. Arrancó en 1943, cuando Lola Flores decidió finalmente ceder a las propuestas sexuales del empresario Alfredo Arenaza a cambio de 50.000 pesetas con las que montar el espectáculo de sus sueños: con el mejor cantaor del momento, Manolo Caracol (Manuel Ortega Juárez), con un libreto escrito por la santísima trinidad de la copla (el trío Quintero, León y Quiroga) y con la escenografía de un artista caído en desgracia por sus actividades políticas durante la República, José Caballero, cercano a La Barraca, la Residencia de Estudiantes y la generación del 27.

El espectáculo, que se llamó Zambra 1944, fue un éxito tal que llenó los teatros durante ocho años ininterrumpidos (le fueron cambiando el año en el título) al mismo tiempo que surgía el romance entre los dos protagonistas, una relación salvaje que se mantendría hasta que en 1951 ella decidía romper y empezar una nueva etapa convirtiéndose en la estrella que sería a partir de entonces.

Este 24 de febrero se han cumplido 50 años del fallecimiento de Manolo Caracol, oficialmente, muerto en un accidente de tráfico cuando iba hacia su tablao, los Canasteros. La efeméride llega justo un mes después de celebrar el centenario del nacimiento de Lola Flores (21 de enero). Fue la pareja más popular de la posguerra, dentro y fuera de los escenarios, pese a que él estaba casado. Se llevaban 14 años, pero ella -con 20- parecía una niña y él -con 34- un señor mayor. "Él era muy vicioso en todo", contaba Lola Flores en 1989 en una entrevista en el programa de Canal Sur TV Tres más una. "De haberme cuidado un poquito yo habría muerto con él, porque yo estaba enamorada de su arte".

Cuando Lola busca a Caracol para montar Zambra, ella era una artista muy joven que comenzaba a llamar la atención, pero aún vivía de actuaciones en espacios de segunda que en ocasiones no eran ni siquiera teatros. En diferentes entrevistas contó cómo en ocasiones tenía que cambiarse entre ganado, en lugares rodeada de barro en pueblos remotos. España estaba en plena postguerra y los espectáculos de variedades servían para distraer de la pobreza con los pocos recursos que había disponibles. Y pese a que comenzaba a destacar, ella misma contaba cómo en aquellos tiempos llegó a medio mendigar junto a su madre en las calles del adinerado barrio de Salamanca de Madrid. "Es verdad que tenía ya una serie de cualidades artísticas que no tenían otras artistas de su momento, pero aún no estaba madura", explica Cruces.

Caracol, sin embargo, estaba en un gran momento artístico, pero no era tan popular. "La gente se rompía la camisa con Caracol, pero no llenaba el teatro", explicaba Lola en Tres más una. Después de ganar el Concurso de Cante Jondo de Granada organizado por Federico García Lorca, Manuel de Falla y otros intelectuales en 1922 con tan sólo 12 años, era más que respetado en el flamenco como cantaor, además de estar solicitado por artistas como Concha Piquer en espectáculos de variedades, que ella adaptó a la España del momento después de su paso por EE UU y que, con elementos de la zarzuela, el musical de Broadway y los ballets rusos de Diaghilev, consistían fundamentalmente en una sucesión de números variados de música y baile, números cómicos, recitados de poesías, acrobacias, etc.

La idea de Zambra se perfiló en las manos de Caracol en un formato que después sería modelo para muchos otros, centrado en la combinación de flamenco y copla. "Lola no tira los dados a ver qué pasa, ella sabe que lleva todos los ases en la manga", explica Cruces. Y sin embargo, no fue un éxito instantáneo, sino que fue creciendo (también en el número de escenas que incluían, que pasaron de siete en la primera versión a 27) a la vez que crecían ellos como artistas y, sobre todo, como pareja.

"Manolo me hizo bailaora. Me decía cómo tenía que mover los brazos, cómo y cuándo tenía que taconear o en qué tercio cogería mi pelo con su mano. Estábamos tan compenetrados que si él un día no estaba bien de voz, yo bailaba peor". Así describía la relación la propia Lola Flores y así lo recoge el libro La canción española. De la caramba a Isabel Pantoja, de José Blas Vega (Taller El Búcaro, 1996). "Todo el mundo sabía que había una pulsión erótica entre ambos", explica Cruces, "y se convirtió en el espectáculo escénico del momento". Unos años después, además, llevarían el espectáculo y el romance a la gran pantalla con la película Embrujo (dirigida por Carlos Serrano de Osma en 1947), lo que terminaría fijando su posición de grandes estrellas del momento.

La pareja pasó su amor por los escenarios y mucho más allá. Ella le seguía en un ritmo de vida que incluía continuas fiestas en las que se derrochaban alcohol y drogas. "Le llevaba la corriente y todo lo que hacía él, lo hacía también ella", explica Cruces. La propia Lola Flores ha contado en diferentes ocasiones cómo se podían pasar días sin acostarse gracias al coñac y la cocaína, "pero pura", decía en la entrevista del programa Tres más una de 1989. "Yo era una niña. Decía que me iba a ir a descansar y no lo hacía".

"Yo no fui yo, yo era parte de él", contaba Lola al periodista Tico Medina, que escribió su biografía Lola. En carne viva. También le contó cómo esas juergas incluían alguna vez tríos sexuales, o que Caracol era una persona violenta. "Sexualmente me enseñó todo: con su estilo y a su manera. Si no era conmigo iba a ser con cualquier otra". Algunas de estas grabaciones no llegaron a formar parte del libro, pero fueron rescatadas recientemente en el documental Lola, dirigido por Israel del Santo para Movistar+. “Muchas veces me pegó. Yo viví ese tiempo verdaderamente asustada”, sostiene ella en imágenes rescatadas por el documental.

La familia de Manolo Caracol ha desmentido estas afirmaciones de Lola en diferentes ocasiones. Tras la publicación del documental la nieta del cantaor, Salomé Pavón, llegó a publicar un comunicado en el que decía estar "hastiada" de que se difamara la memoria de su abuelo.

El cantaor Manolo Caracol (d) acompañado de Lola Flores (c) asiste al estreno de la tempordada de novilladas en Las Ventas en marzo de 1946.

El cantaor Manolo Caracol (d) acompañado de Lola Flores (c) asiste al estreno de la tempordada de novilladas en Las Ventas en marzo de 1946. / EFE/yv

Pareja de hecho en la España de Franco

La de Lola y Caracol era una pareja de hecho pese a que él nunca se planteó dejar a su familia ni ella nunca se lo pidió. "Nosotros teníamos firmados unos papeles como si fuéramos un matrimonio por lo civil, pero de pareja artística", explicaba Lola Flores en Tres más una. Pero cuando Zambra dejaba días de descanso, Caracol volvía a su casa con su mujer y sus cuatro hijos. También cuando actuaban en Sevilla, donde residía la familia del cantaor. Caracol llegaba al hogar familiar cuando amanecía, pero cuenta su hija, Luisa Ortega, en un documental sobre su padre emitido en Canal Sur, que el cantaor no permitía a su mujer salir de su casa hasta que él se despertaba. "Yo le pedía a dios un milagro para que, sin pasar nada, mi padre se separara de Lola Flores y volviera a vivir con nosotros", decía Ortega.

"Ella nunca le reclama a Caracol ser la primera", explica Cruces, "pero tampoco se sintió nunca la otra. Nunca le pidió que dejara a su mujer". Tampoco presumió nunca de ser liberal, o feminista. "No se puede juzgar con parámetros actuales a una mujer que nace en plena dictadura de Primo de Rivera. Ella hacía lo que le daba la gana, pero eso no es ser feminista". Tampoco quiso tener un hijo con él, y abortó en un par de ocasiones, según ella misma contó.

El romance con Caracol favoreció el éxito del espectáculo. "No hay una narrativa explícita sobre su relación personal", explica Cruces, "pero era un clamor popular: este amor prohibido corría de boca en boca y toda la gente lo sabía, y esto les favoreció porque les ayudó a llenar los teatros".

Manolo Caracol y Lola Flores estrenan 'Zambra 1947', de Antonio Quintero, Rafael de León y Quiroga, en el teatro Reina Victoria de Madrid, el 7 de marzo de 1947.

Manolo Caracol y Lola Flores estrenan 'Zambra 1947', de Antonio Quintero, Rafael de León y Quiroga, en el teatro Reina Victoria de Madrid, el 7 de marzo de 1947. / EFE/yv

Crearon un formato artístico que, además de una forma de presentar la música y el baile, dio pie a lo que quedó fijado como nuevo palo del flamenco, la zambra (La Niña de Fuego, La Salvaora, con la misma estructura y formato que después tendrían otras celebérrimas coplas como María de la O, Ojos verdes o Falsa moneda). Explica Julio Arce en El embrujo y las zambras: Lola Flores y Manolo Caracol (capítulo del libro Entre copla y flamenco(s). Escenas, diálogos e intercambios, editado por Dykinson SL en 2021) que Caracol perfecciona la idea introducida por Concha Piquer y le da "un aire más gitano".

Pero además crearon un formato escénico. "Sus códigos comunicativos y su forma de relacionarse en el escenario son perfectamente reconocibles y fueron imitados hasta la saciedad", explica Cruces. "Ella baila para él, mientras él canta: se acercan los rostros, ella se aproxima y se separa y revolotea la falda en torno a él, ese abajamiento de él en diagonal... Todas estas son fórmulas de la pareja". De hecho, tras su separación, Caracol trataría de reeditar el éxito del formato presentando a su propia hija como nueva partenaire.

Pero en paralelo al crecimiento de la pareja, ella se fue formando como bailaora. "Yo creo que la separación de Caracol no fue traumática en lo estético, porque ella al mismo tiempo se había ido forjando un código propio para bailar sola", dice Cruces. "Hay como una especie de desbordamiento hacia sí misma en el que se busca en el baile".

La bailaora comenzó a cansarse de los excesos y la violencia que le achacaba a él, y de no poder tener la vida de pareja plena que ella seguía anhelando: casarse, tener hijos. Y en 1951 aprovecha una oportunidad profesional para provocar la ruptura definitiva: el empresario Cesáreo González le ofrece un contrato por dos años en exclusiva por seis millones de pesetas para actuar y grabar cine en América. "Él está creando entonces un modelo de star system nacional que quiere exportar a América y la necesita como estrella total", explica Cruces. Esto la terminaría de lanzar al estrellato internacional y, en ese papel, no necesitaba a Caracol.

"No encajaba ahí", dice Cruces, "porque González quería convertirla en un icono propio, una marca, y él le estorbaba". La pareja sentimental ya se había roto antes, con ella confesándole una infidelidad con un torero. Aún estrenarían ese mismo año una última película juntos, La niña de la venta, en la que él ya no interpretaba a la pareja de ella, sino como su tío. "Ella ya tiene 30 años y es una señora que toma decisiones de adulta", concluye Cruces.