ARTE

El Barroquista: “La arquitectura es probablemente el ámbito más machista hoy en día entre las profesiones creativas”

Miguel Ángel Cajigal, uno de los historiadores y divulgadores de arte más populares de nuestro país, publica ‘Otra historia de la arquitectura’, donde reivindica la importancia de esta disciplina en nuestra vida cotidiana y pone en cuestión algunas de sus inercias

Miguel Ángel Cajigal, El Barroquista.

Miguel Ángel Cajigal, El Barroquista. / Xoan Escudero

“¿Porqué tu casa es mejor que Versalles?”, reza de forma provocadora el subtítulo del nuevo libro de Miguel Ángel Cajigal, El Barroquista, Otra historia de la arquitectura (Ediciones B, 2023). Un interesante y entretenido ensayo en el que el autor explica algunos de los conceptos fundamentales de la arquitectura evitando caer en los clichés que siempre acompañan al tema.

La arquitectura es mucho más importante para nosotros de lo que a veces nos damos cuenta. Vivimos rodeados de ella. A no ser que leas esto en medio de la naturaleza, en estos momentos lo más seguro es que estés dentro, encima o debajo de una obra arquitectónica. Un edificio o estructura que alguien pensó, diseñó y desarrolló para satisfacer una necesidad concreta: vivir, divertirse, rezar o incluso reinar.

Para Cajigal, la arquitectura es una pieza fundamental de todas las civilizaciones que existen, han existido y existirán, así que conocer sus fundamentos nos ayuda, según él, a comprender mejor nuestro mundo. “A la arquitectura no le prestamos toda la atención que merecería”, nos explica Cajigal. “Esta rama del arte y la técnica está directamente relacionada con todas y cada una de las funciones de los seres humanos, es consustancial a nosotros y es una de las cosas que nos hace ser precisamente humanos. Construimos para habitar el espacio, para civilizarlo y para adaptarlo a nuestras necesidades. Pero a pesar de esto, desde siempre, hemos derivado el conocimiento arquitectónico a los profesionales de la arquitectura, y eso no tiene nada de malo, pero creo que tendríamos que tener fundamentos para poder responderles. Unas bases mínimas que nos permitieran entrar en el debate arquitectónico de manera adulta y no simplemente opinando sobre si una construcción es bonita o fea”.

Este es precisamente el objetivo principal de su libro, intentar que sus lectores comprendan un poco mejor la arquitectura. El desconocimiento sobre esta materia, según el autor, nos ha traído una epidemia de “bonitismo”. Una palabra que Cajigal ha acuñado para aludir a este problema. “Versalles es muy bonito, sí, pero si nos quedamos solo con esa idea, estamos literalmente obviando la inmensa mayoría de las cosas interesantes que tiene. Y quien dice Versalles dice la catedral de Burgos o la Torre Eiffel, o la cúpula de Brunelleschi en Florencia, o el Taj Mahal. No podemos entender los edificios simplemente como algo más o menos bonito”, explica el historiador. “Por otro lado, esa idea de lo bonito cambia constantemente: edificios que hoy nos parecen bonitos a lo mejor hace 200 años eran considerados feos o simplemente no destacaban por su belleza y al revés. El ejemplo perfecto es la Torre Eiffel, de la que hablo mucho en el libro. Cuando se construyó había mucha gente que estaba en contra de ella. Cuando nos cuentan esa anécdota pensamos: ‘Ay, pobrecitos, qué tontos eran’. Bueno pues, quizá, no lo eran tanto. En realidad, muchos parisinos odiaban la Torre Eiffel porque es un edificio masivo que se carga por completo la escala de la ciudad y que roba el protagonismo absolutamente a todos los demás edificios de París”.

El experto alerta de que si nos guiamos únicamente por su supuesta belleza, al final, solo preservaremos los edificios que nos parezcan bonitos en un momento concreto. “Yo como profesional del patrimonio cultural tengo que intentar sensibilizar a la gente en otra dirección. No pasa nada porque un edificio nos parezca más bonito que otro, pero lo importante es saber qué tiene de valiosa esa construcción y por qué deberíamos protegerla”, afirma.

Los edificios del pasado son, según el autor, documentos históricos que nos hablan de su tiempo. “Si un día se destruyera la Muralla China, aunque la reconstruyéramos, dejaría de ser importante, porque habíamos perdido toda la información que la Muralla China original nos puede proporcionar sobre el momento en el que fue construida”.

Mejor que Versalles


Resulta ineludible, sin embargo, preguntarle a Cajigal por el subtítulo de su nuevo libro, un volumen que complementa la tarea divulgativa que ya inició hace unos años con Otra historia del arte (Ediciones B, 2021). “Evidentemente yo, cuando pongo ese subtítulo, lo que quiero es que nos preguntemos cosas, y elijo Versalles primero porque es un edificio barroco e intento mantener un hilo conductor también con mi propio nombre de guerra, El Barroquista”, subraya. “El subtítulo del primer libro era No pasa nada si no te gustan 'Las Meninas', que es probablemente el mejor cuadro del barroco, y ahora hablo de Versalles, que es probablemente el edificio más famoso del barroco, aunque quizá no el mejor. Es una forma de jugar con el lector y que me facilita plantearle algunas cuestiones”.

Imagen del Palacio de Versalles y sus jardines.

Imagen del Palacio de Versalles y sus jardines. / ARCHIVO

Cajigal explica que, cuando vamos de turismo al Palacio de Versalles, este nos gusta, nos impacta, nos deja alucinados por su tamaño, por su riqueza, por la alucinante decoración que tienen determinadas estancias. Pero la calidad habitacional de Versalles es, como poco, discutible. “Nos enamoramos de edificios que salen en las películas o que vemos de turismo y no pensamos en que son edificios maravillosos solo de visita, que si hubiese que vivir en ellos serían bastante terribles”, sostiene el divulgador. “Evidentemente también porque la arquitectura ha evolucionado mucho desde la época de Luis XIV. No solo en el terreno técnico, sobre todo en el filosófico. Hoy día una vivienda se concibe o debería concebirse ante todo como un espacio para ser habitado y que haga la vida lo más cómoda y lo más agradable posible a las personas que van a vivir en su interior. Pero Versalles no es eso, es una máquina política, un aparato de propaganda. Además, funcionaba en buena medida como una especie de pequeña cárcel donde Luis XIV quería tener controlados a todos sus rivales y adversarios, y qué mejor manera que tenerlos a todos durmiendo bajo su techo literalmente. Vivir allí no era ni bonito ni cómodo, ni mucho menos casaba con nuestra idea de lo que es la comodidad hoy”.

¿Vivimos en las mejores casas posibles?


Esto nos lleva inmediatamente a hablar sobre la situación de la casa actual, de la que también se ocupa ampliamente en su nuevo libro. Antes, Cajigal hace una aclaración. “Cuando hablo en el libro de tu casa, obviamente soy consciente de que, por desgracia, sigue habiendo una parte muy grande de la humanidad que vive en infraviviendas. No me refiero a ellos al decir que su casa es mejor que Versalles, hablo de la casa estándar en Occidente. Esa vivienda en concreto sí que ha evolucionado muchísimo, sobre todo para ser más cómoda para las personas que viven en su interior. También para responder a las necesidades del presente, que son diferentes de las necesidades del pasado. ¿Significa eso que vivimos mejor que nunca? Es muy difícil de decir, pero sí podríamos asegurar que, en general, vivimos con unos estándares de confort más elevados que nunca”.

No obstante, el historiador tiene claro que no hemos llegado a la perfección, sino que la casa seguirá evolucionando en el futuro para adaptarse a los distintos problemas que necesitemos solucionar. “De cualquier modo, la casa estándar del siglo XXI tiene unas cotas muy elevadas de perfección. Pensemos que durante muchísimo tiempo millones de personas vivían con toda su familia en la misma habitación, incluso compartiendo espacio con el ganado. Eso ya no es un estándar, pero lo fue durante siglos en muchos lugares del mundo. Es un ejemplo de los muchos que podríamos poner para ver cómo hemos evolucionado en cuanto a los estándares que le pedimos a una vivienda”.

Las mujeres en la arquitectura


Aunque en este sentido la arquitectura haya avanzado mucho, no lo ha hecho igual en otros aspectos. Uno de los temas de los que también se ocupa Cajigal en Otra historia de la arquitectura es de la poca representación que las mujeres han tenido a lo largo de la historia en esta disciplina.

La arquitectura ha sido, y en gran parte continúa siendo, un boy’s club y sus usos y costumbres responden completamente a los de los hombres. “A lo largo de la historia, las mujeres han estado siempre marginadas en el mundo del arte en general. Su trabajo, si es que se les permitía hacerlo, no se valoraba por el simple hecho de que eran mujeres”, explica el autor, que añade que la situación ha llegado prácticamente intacta hasta nuestros días.

“No es necesariamente el mejor ejemplo, pero sí el más evidente”, continúa. “Desde 1979 se entrega el Premio Pritzker, el más prestigioso de la disciplina. Pues bien, si leemos la nómina de ganadores, vemos que están casi los arquitectos (hombres) más reconocidos de los últimos 70 años: Renzo Piano, Frank Gehry, Rafael Moneo, Norman Foster… Pero no fue hasta 2004 que el galardón se le entregó a una mujer, la britano-iraquí Zaha Hadid. Pero es que después de ella ninguna otra mujer lo ha recibido en solitario, solo en colaboración con un hombre o como parte de un estudio. Denise Scott Brown, por ejemplo, que es probablemente la arquitecta más importante de los Estados Unidos del último siglo, no ganó nunca el Pritzker. Realizó todo su trabajo en colaboración con su marido Robert Venturi y ¡él sí que recibió el premio! Creo que esto es una prueba evidente del problemón que tenemos con las mujeres arquitectas”.

“Es un problema sangrante”, insiste el autor, que señala que, junto con la música clásica, la arquitectura es probablemente el ámbito más machista que existe hoy en día entre las profesiones creativas. “Esto es un drama porque, a día de hoy, de las facultades salen muchísimas mujeres tan formadas como los hombres y que, sin embargo, saben que les va a costar muchísimo más dirigir un estudio de arquitectura y ser líderes de opinión que a sus compañeros hombres, y que si no es a través de un hombre (marido, padre o socio), tienen muy pocas posibilidades de ocupar los primeros puestos de la arquitectura. Esto es gravísimo”, afirma Cajigal, “porque si lo que queremos es que sean los profesionales mejor preparados los que hagan nuestros edificios, nuestras estaciones del tren, nuestros hospitales, alguien tendría que preguntarse seriamente por qué al final acaban haciéndolos casi siempre señores y estamos dejando a muchas mujeres tan preparadas o más de lado, cuando tendrían que ser ellas las que deberían estar haciendo esas obras”.