MOSTRA DE VENECIA

El exceso de pedagogía desluce 'Origin', el alegato antirracista de Ava DuVernay presentado en Venecia

El italiano Matteo Garrone firma también una irregular película sobre el drama de la migración

Ava DuVernay en el Lido de Venecia este lunes.

Ava DuVernay en el Lido de Venecia este lunes. / TIZIANA FABI / AFP

El éxito de Selma (2014) confirmó a DuVernay como una de las voces afroamericanas actuales más importantes del cine estadounidense, y desde entonces -a través de títulos como el documental Enmienda XIII (2016) y la miniserie Así nos ven (2019)- ha seguido hablando del racismo sistémico de Estados Unidos. Entre todos los de su filmografía, su nuevo trabajo es el que se aproxima al asunto con actitud más ambiciosa; tan ambiciosa, de hecho, que el material promocional de la película la define como una investigación sobre “la génesis de la injusticia” y “la verdad oculta”. Y su principal problema es precisamente la enorme distancia existente entre aquello que alardea de pretender y lo que en realidad ofrece.

Presentada hoy a concurso en la Mostra, Origin es mitad una adaptación a la pantalla del ensayo Casta: el origen que nos divide, publicado en en 2020 por la periodista Isabel Wilkerson, y mitad dramatización de algunos episodios de la vida de la autora. La base teórica del aclamado volumen es, en resumen, que lo que solemos considerar racismo a menudo no es producto del odio a una raza determinada sino el resultado inevitable de un sistema de explotación institucionalizado que legitima la superioridad de una parte de la sociedad respecto a otra, y que sirve de explicación no solo de la persecución de los afroamericanos en Estados Unidos sino también del exterminio de los judíos en la alemania nazi y de la violenta marginalización de la minoría dalit en India.

Se trata de una idea interesante pero que no es ni especialmente nueva ni mucho menos una verdad oculta. La película, sin embargo, se empeña en retratar a su versión de Wilkerson como una visionaria mientras enuncia el argumento una y otra vez, repitiéndolo ad nauseam pero no ahondando en él, y esforzándose en exponerlo de una forma tan simple y didáctica como para invitar a la inteligencia del espectador a sentirse insultada.

Durante la mayor parte de su metraje, Origin escucha a Wilkerson narrar hechos históricos que ilustran la tesis central o bien la contempla mientras viaja por el mundo para entrevistar a expertos que opinan al respecto, y eso inevitablemente impone al relato las hechuras de una disertación académica o de un reportaje periodístico. En paralelo, decimos, DuVernay recrea episodios particularmente aciagos de la vida familiar de la escritora con el intento de dotar su historia de carga emocional suficiente para compensar el exceso de pedagogía, pero la falta de conexión entre ese drama doméstico y el tema central del la película le impide lograrlo.   

La migración en primera persona

Si Origin es una continuación de la obra previa de su directora, Io Capitano funciona como algo parecido a un desvío en la filmografía del suyo. La película, en efecto, marca distancias con el cine altamente estilizado que Matteo Garrone ha firmado desde Gomorra (2008) y en cambio conecta con los dos primeros largometrajes de su carrera, Terra de mezzo (1996) y Ospiti (1998), igualmente centrados en el drama de la migración. 

También presentada hoy a concurso en el certamen veneciano, la película contempla la epopeya que un adolescente senegalés protagoniza junto a su primo desde que decide huir de su país con destino a Italia para cumplir sus sueños, y sin tener más que una idea muy vaga de lo que eso significa. En su periplo se enfrenta a la muerte varias veces, ya sea a causa del esfuerzo o de las torturas, y sufre sucesivos abusos por parte de quienes se aprovechan de la desesperación y la ingenuidad de personas como él. “He querido mostrar el contraplano de la imagen con la que solemos categorizar a los migrantes”, ha explicado hoy Garrone.

“Los vemos llegar en barco por el Mediterráneo, a veces los rescatamos y a veces no, y nunca pensamos en las familias a las que dejan atrás y en los anhelos que los llevan a jugarse la vida”. El resultado es una de las películas más simples de Garrone, que carece de la sofisticación conceptual y la carga alegórica de títulos como El cuento de los cuentos (2015) y Dogman (2018), y que en general destaca menos por los aciertos que logra que por los errores que evita cometer: se niega a convertirse en una historia sobre víctimas y villanos, a ofrecer respuestas fáciles a problemas difíciles y a buscar descaradamente la lágrima del espectador. Es más de lo que puede decirse de muchas películas previas con las que comparte temática.