AUTOR DE LA BANDA SONORA DE 'AMAR ES PARA SIEMPRE'

Darío Palomo, compositor: “No concibo la vida sin la música de cine”

Desde su casa en un pueblo de Toledo ha realizado la música de decenas de películas, documentales y hasta videojuegos, además de para 2.300 capítulos de la popular serie

Darío Palomo. Compositor audiovisual y autor de la banda sonora de la serie 'Amar es para siempre'.

Darío Palomo. Compositor audiovisual y autor de la banda sonora de la serie 'Amar es para siempre'. / MERCEDES GALLEGO

La banda sonora de 2.200 capítulos de Amar es para siempre que desde hace nueve años viene componiendo para esta serie que se emite en Antena 3 es sólo una de las cartas de presentación de Darío Palomo, un polifacético (“polipatético” apunta él con sorna) compositor que vino al mundo el año que se estrenó Grease y la versión musical de Jeff Waine de La Guerra de los mundos. Y quién sabe si, por eso, no concibe la vida sin la música de cine. “No la necesito para comer, pero sí para vivir”, afirma en lo que es toda una declaración de intenciones. 

Lo supo, sin saberlo, cuando con siete años sintió el flechazo de la música. Ocurrió en su pequeño pueblo de La Mancha toledana (Camuñas, 1.742 habitantes en la actualidad) en el que ha instalado su DeepWay Studios, su cuartel general laboral, y donde siendo un crío ayudó a crear la banda de la localidad a su profesor de clarinete, un carpintero enamorado de ese instrumento que, por razones obvias, se lo acabó imponiendo. 

Pero enseguida tuvo claro también que aquello no era lo suyo. Ni la música de bandas, aún valorando el papel que especialmente en pequeñas poblaciones tienen para las vocaciones musicales, ni el clarinete, con el que se acabó reconciliando y al que con el tiempo dio rienda suelta en su aventura folk en los grupos Barahúnda y Balbarda, con los que giró en conciertos y grabó discos.

Eso vendría después. Estamos aún a mediados de los 80, con un Darío que, aún niño, ya es consciente de que lo que realmente le gusta es “crear sensaciones y atmósferas musicales”, pero que vive en un entorno y en unos años en los que el acceso a la música de cine (a escucharla y a formarse para componerla) es poco menos que un sueño.

Aún así, no se espera mucho y, espoleado por la New Age que sonaba a través de programas de radio como Diálogos 3, monta junto a otros no menos inquietos colegas Equinoccio, su primera formación, enfocada a música más experimental y donde compone y toca teclados y sintetizadores que se va comprando con el dinero que consigue trabajando en la vendimia. “Y confirmé que ese era el terreno musical en el que quería moverme”, asevera rotundo.

Pero volvamos al chaval que estaba aprendiendo a tocar al clarinete y que con ocho años no tuvo reparo en debutar con su profesor en un baile para jubilados en el que interpretaron el pasodoble Ay mi sombrero.

Sorteando todos los obstáculos, que no eran pocos, y con la vista puesta en lo que ya entonces era su objetivo, la composición audiovisual, cambia de maestro, a quien atribuye el verdadero despertar de su pasión por la música y con el que se prepara para presentarse por libre al primer curso de Conservatorio en el de Toledo, el más próximo (70 km) a su lugar de residencia. Aprueba.

Al año siguiente saca segundo y tercero también por libre, con sobresaliente en todas las asignaturas y con apenas unos meses de diferencia, en junio y septiembre. En esta ocasión en el de Alcázar de San Juan, situado a unos 20 km, que acaba de crearse y al que desde Camuñas va y vuelve en auto stop en más de una ocasión. 

El compositor en su estudio y, al fondo, la entrada a su casa en Camuñas. 

El compositor en su estudio y, al fondo, la entrada a su casa en Camuñas.  / GOYA NARANJO

El dinero en casa no sobra. “Y continuar con los estudios en Madrid es un lujo que mi familia no se podía permitir”, afirma este compositor que asegura que "la música no la escucho, la veo. Y la del cine, frente a la estructura de una obra sinfónica de concierto, es totalmente diferente porque lleva un mandato narrativo, que es el que marca los giros y los movimientos”, explica con entusiasmo.

Autodidacta

Pero aún así, y cuando en aquel entonces “no entendía que alguien pudiera escuchar música y conducir” (ahora se ríe de esa reflexión), no le quedó otra que renunciar a seguir con la formación reglada y apostar por el autodidactismo “con un Atari que me compré y buscándome la vida porque ni siquiera había internet”. 

Eso además de que, “por cuestiones gastronómicas”, y aprovechando los conocimientos que había adquirido como técnico de sonido, tuviera que meterse en el campo del cableado informático, los Racks y las Telecomunicaciones. “Me resultó más fácil montar una empresa que funcionara sin poner un duro, en la que yo aportaba lo que sabía y mis ganas de currar, que conseguir vivir de proyectos audiovisuales”, confiesa.

De eso hace 23 años y la mercantil aún sigue vivita y coleando, lo que, aún admitiendo que aquello conllevó “un parón grande” en su carrera musical, agradece sin tapujos los ingresos que le aporta, “porque me han permitido no prostituirme musicalmente hablando”.

Pero la idea firme de que, por mucho que las telecomunicaciones le dieran de comer, no se quería dedicar a eso sino a la composición, unido a la crisis del 2007, hizo que “cayera de nuevo en la música, pero de otra manera. Empiezo a hacer cursos de cine, algunos de los que luego he sido ponente, y a formarme en lo que da sentido musical a mi vida”, relata. 

Primera División

Y en esto llegamos al momento actual en el que aún jugando en esa Primera División donde va a acabar musicando, junto a sus compañeros Guillermo Maestro y Miguel Morant, 2.300 capítulos de Amar es para siempre, con más de una veintena de producciones cinematográficas, una docena larga de documentales y hasta varias composiciones para videojuegos a sus espaldas, tiene más claro que nunca que su proyecto de vida es embarcarse “en proyectos cinematográficos más profundos, hacer el traje a medida a una película, ayudar al director a contar su historia”. 

El compositor y, al fondo en la pantalla, Miriam Díaz Aroca en una escena de la serie.

El compositor y, al fondo en la pantalla, Miriam Díaz Aroca en una escena de la serie. / GOYA NARANJO

“Pero encontrar la entrada al mundo del cine no es fácil. Los directores son poco accesibles, máxime si trabajas desde un pueblo del centro de España donde tienes que sumar a esos handicaps el que, a diferencia de comunidades como Cataluña, el País Vasco, Galicia o la Valenciana, no hay presupuesto para la cuestión lingüística. ¿Qué pasa? Que para entrar en esas producciones tienes que ser de allí cuando las nacionales están abiertas a todos”, se queja no sin razón. 

Musimagen

Fiel a su trayectoria vital, está claro que no va a cejar en la lucha para lograr su meta y que no piensa dejar puerta por tocar. Admite que los cuatro años (2017 - 2021) que presidió Musimagen, la asociación de compositores de música para cine y medios audiovisuales de la que uno de sus fundadores es el músico alicantino Luis Ivars, le facilitó muchos contactos entre colegas, además de conseguir durante su mandato con su junta directiva “que la música audiovisual tuviera la remuneración que le correspondía por derechos de autor”. Pero por experiencia sabe que eso no es suficiente.

“Estoy muy conforme con mi carrera pero necesito componer música para cine, no me vale cualquier música”, añade quien define a un músico audiovisual en sentido pleno como “una persona normal, llana, trabajadora, que crea un oficio y que con más de 80 años puede seguir al pie del cañón, igual que hicieron Morricone o Williams”.

¿De lo que está más orgulloso? De la composición para el documental que Alberto Flechoso dirigió sobre Emilio Herrera, un granadino que diseño el primer traje aeroespacial, emitido en el programa Imprescindibles de TVE. 

Una obra que, además, fue reconocida por sus propios compañeros como la mejor música audiovisual española de 2021 en su categoría. Pero la cosa no quedo ahí. Su verdadera satisfacción fue escucharla interpretada por la Orquesta Sinfónica de Tenerife. “Eso me reafirmó en que soy compositor”, confiesa con una humildad no fingida al tiempo que hace una defensa cerrada del cine “porque permite dar vida a otras vidas sin salirte de la tuya”.

Plantador de árboles

Y mientras tanto, y en sus ratos libres, le ha dado por repoblar el planeta. De momento ha empezado por su pueblo. Dos millares de árboles lleva ya plantados entre paulonias, olmos, encinas, pinos ... De hecho, el día en que se constató el fracaso de la Cumbre del clima le pilló azadón en mano enfangado en la faena de hacer de este mundo "un rincón mejor y más bonito".

“Son cosas que se te ocurren y que has de tener un punto de locura para llevarlas a cabo. Y a mi mujer (Mónica Moreno, una profesora de danza a la que conoció cuando compuso la banda sonora de una obra de teatro de la que ella era la protagonista, y que ahora es también la madre de Dafne y Telma, sus dos hijas) también se le va la pinza”, argumenta. ¿Ven? Un verdadero "polipatético", como él diría.