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Miguel Ríos: "Si Beethoven viviera, yo tendría que ponerle un piso. A él o a sus herederos"

Empezó como Mike Ríos, el rey del twist. Sesenta años de oficio después ha llovido, pero sigue siendo el rey del rock en España. Ha intentado retirarse varias veces, pero continúa llenando estadios a rebosar. “Me iré a la francesa, que es muy elegante, por lo visto”, dice. Y no se corta: Le pesa el pecho de tanta medalla.

Miguel Ríos, entrevista para Karmentxu Marín

Miguel Ríos, entrevista para Karmentxu Marín / José Luis Roca

-A Miguel Ríos de niño le llamaban Boabdil, porque perdía en los juegos y se ponía a llorar. ¿Qué le hace llorar ahora?

Pues la verdad es que hay tantas cosas para llorar ahora que lo que busco son razones para reír, también dificilísimas de encontrar. Ver el telediario me hace llorar, sin más remedio.

-Seis décadas cantando. ¿Cuando un viejo rockero sigue cumpliendo años qué es, el Matusalén del rock?

Bueno, yo creo que el decano. Como soy doctor honoris causa por la Universidad de Granada y por la Miguel Hernández utilizo muchos términos académicos. Pero realmente lo estoy pasando bien, porque ahora, a los 78 años, canto por vocación. Antes cantaba por ligar, por ganar pasta, por ser importante.

-¿Cantando se liga?

Se ligaba. Ahora, como no vaya al Imserso…

-Claro que Paul McCartney lleva en esto 66 años. Le gana.

No, no. Un momentito, que yo grabé antes que los Beatles, aunque me sirvió de poco. McCartney empezó en una de esas escuelas de arte magníficas, donde se han formado casi todos los músicos de Inglaterra. Si contamos la escuela, probablemente lleve más años que yo. Pero de pro-fe-sio-nal, no.

-Él tiene la Orden del Imperio Británico. Ya le hubiera gustado llegar a Hijo Predilecto de Andalucía.

Para él la Orden del Imperio Británico tiene que ser como para mí ser Hijo Predilecto de Andalucía, tener la medalla de mi ciudad. La verdad es que he tenido un pecho anchísimo para que me cuelguen cosas, y encantado. Creo que el encorvamiento que estoy pasando ahora no es de la edad, sino del medallero.

-Mi jefe dice que usted es como la máquina de escribir y Rosalía, el ordenador. ¿Ha dado en la tecla?

Tu jefe ha sido muy benigno conmigo, porque yo creía que iba a decir que yo era de los grabadores del antiguo Egipto. Yo soy hijo de mi tiempo y Rosalía, del suyo. Y yo, que estoy interesado en todas las músicas posibles, y no haré nunca juicios de valor que vayan más allá de mi propio gusto, he visto un vídeo tutorial de cómo ha grabado esta chica el Motomami y es un prodigio. Hay temas en los que solo utiliza tres sonidos. Yo ahora estoy imitándola, porque hago un disco acústico.

Miguel Ríos.

Miguel Ríos. / José Luis Roca

-¿Qué se chuta antes de subir al escenario?

Una dosis de respeto por la gente que viene a verme. La gente que te escucha son tus mecenas.Y me chuto también una dosis enorme de agradecimiento, porque, en esta recta final de mi vida y de mi carrera, poder hacer esto con dignidad y buenos conciertos, sin bajar el grado de exigencia, es un regalo enorme al que poca gente ha llegado en la vida.

-Ha amenazado varias veces con retirarse. Falsas alarmas. Ahora Serrat, que es de su quinta, se va. ¿Un mal ejemplo?

Yo soy un mal ejemplo para Serrat. He tenido la sensación de ser el Antoñete del rock, que se retiraba tanto y volvía. Me fui por una crisis creativa, aunque estaba muy bien de voz y de físico. Soy un tío que ha tenido la suerte de pegarme mis pasotes, pero también enrollarme con el deporte y sudarlo. Hasta que me llamaron Serrat, Ana y Víctor para hacer El gusto es nuestro veinte años después. Y cómo voy a decir que no a mis amigos, con los que más he disfrutado en un escenario.

-Si Beethoven estuviera vivo, ¿tendría usted que ponerle un piso, por el Himno a la Alegría?

Yo tendría que ponerle un piso aun muerto, a Beethoven o a sus herederos. Lo que pasa es que si estuviera vivo nos habría dado hostias por un tubo. Era un ser muy irascible, aparte de un genio maravilloso.

-Lo que en su pueblo llaman mala follá.

Eso es. Beethoven o Dylan son seres granadinos en el fondo, aunque ellos no lo sabían.

-Usted, que se educó en los salesianos, ¿qué pecados tiene aún que expiar?

La culpa. Esa fue la gran asignatura de los salesianos, y me dejaron marcadísimo.

-¿Y de qué tiene la culpa?

De todo lo que pase por mi camino. Y si me encuentro a la Guardia Civil les digo que yo tengo la culpa de lo que haya pasado. Soy muy condescendiente con las culpas de los demás, pero con las mías soy un ser flagelable. El sentido de culpa que me inculcaron los salesianos, eso de te has tocado, pues vas a ir al infierno, aquellas sesiones de ejercicios espirituales inquisitoriales, esos atavismos de la razón todavía siguen en mí, aun siendo agnóstico.

-¿La chupa negra que pasea es la de toda la vida?

No, hombre. La verdad es que yo estoy muy bien de tipo, pero no me puedo poner la chupa de toda la vida. Ahí es donde más he invertido, mira, en chupas [risas].

-A fuerza de incombustible, ¿le veremos cantando: A los bisnietos del rock and roll, bienvenidos?

No te creas, que ya lo digo. Cuando vamos en verano a actuar en las ferias son sitios muy familiares, y vienen a lo mejor cuatro generaciones, desde la abuela de ochenta años a algún niño de tres o cuatro. Pero este concierto que hago desde hace un tiempo, que es una gira acústica, una bendición para mí y para mi garganta, tan evocadora, tan fácil para la gente, resulta una especie de ducha escocesa, y los niños se me pueden dormir tranquilamente. Los arrullo.

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