CONCIERTO

Miguel Ríos, arrollador 40º aniversario de ‘Rock & Ríos’

El cantante granadino revivió su legendario doble álbum de 1982 en un generoso espectáculo en el madrileño Wizink Center con la complicidad de invitados como Rosendo, Ariel Rot y Víctor Manuel

Miguel Ríos, durante el concierto.

Miguel Ríos, durante el concierto. / EFE

En un par de generaciones, un concierto de rock ha pasado de ser demasiado rompedor para ir con tus padres a muy clásico para ir con tus hijos, pero hay hitos que no solo permanecen, sino que se multiplican: ahí está ‘Rock & Ríos’, el espectáculo que en 1982 enseñó al rock español que podía ser tan ambicioso como el ‘star system’ internacional. Si entonces se armó de razones en sendas noches en el Pabellón del Real Madrid, 40 años después duplica aforos en el Wizink Center, donde el granadino revivió el viejo rito a lo grande, rodeado de los “hijos del rock’n’roll” (gran profusión de invitados) y deslizando una gratificante fidelidad a las esencias

Concierto de aniversario de un aniversario, puesto que ya entonces Miguel Ríos era, a los 37, un “joven carroza” (en el lenguaje de la época) que, en tiempos de pos-punk y nueva ola, festejaba sus 20 años en el tinglado. Astuto, acertó a ver en el directo su registro ganador, una vibración más contagiosa que la de los discos de estudio. Traspasando la barrera del tiempo, volvió a manifestarse en Madrid valiéndose del grueso de la antigua banda (dos lloradas pérdidas, Sergio Castillo y Paco Palacios), con su empuje natural, un plus de técnica y sabiduría, y toda la literatura volcada a los “aliados de la noche” desde el pórtico de ‘Bienvenidos’.

El futurismo de ayer

El guion estaba cantado, y ‘Año 2.000’ y ‘Generación límite’ invitaron a trazar paralelismos históricos y pusieron la palanca para que Miguel Ríos clamara su ‘no a la guerra, a ninguna guerra’ entre imágenes evocadoras del camino andado: el ‘cambio’ de 1982, la Barcelona olímpica, el debate Felipe-Aznar, los indignados. Pero la noche iba a ser larga (rozando las dos horas y media) y, monólogos, los justos. 

El señor Ríos se mantiene, acaso gracias al rock’n’roll, en una suerte de eterna juventud, y a esas alturas el (indispensable) ego artístico se mostró compatible con lucir el pedigrí de los queridos cómplices: de Antonio García de Diego, presencia discreta en la portada del álbum ‘Rock & Ríos’, al holandés, teclista de leyenda, Thijs van Leer, exFocus. Y para compartir el micro con voces de amplia extracción, empezando con Anni B. Sweet, Javier Vargas y Víctor Manuel, este en su ‘blues del autobús’. 

Baladas, metal y lírica andalusí

En otros tiempos, las baladas hacían fruncir el ceño a los rockeros de pro, pero los viejos postureos quedaron atrás a la hora de ‘El río’ y ‘Santa Lucia’. Contrastes sustanciosos, como el toque metalero de ‘Banzai’ (Jorge Salán, exMägo de Oz’, suplió a Salvador Domínguez) y el lirismo ensoñador de ‘Al Andalus’, con Javier Ruibal y el taconeo de su hija Lucía.  

Hubo más compadreos, con Carlos Tarque (M Clan), Mikel Izal o miembros de Vetusta Morla, si bien las sintonías más emocionantes llegaron en un largo bis con el que Miguel Ríos vino a rendir un homenaje a los veteranos del rock en español. La conexión argentina con Ariel Rot (citando a Moris en ‘Sábado a la noche) y Alejo Stivel, exTequila; Johnny Cifuentes en ‘Mueve tus caderas’, de Burning; el jubilado Rosendo invocando a Leño en ‘Maneras de vivir’, y José Luis Jiménez y Lele Laina, de Topo, dedicando ‘Mis amigos dónde estarán’ a las figuras añoradas: Antonio Vega, Manolo Tena, Antonio Flores y tantas más. 

Clímax genuino, cara a cara con el pasado irrenunciable y con la muerte, casando la trascendencia con el impulso de seguir bailando rock’n’roll mientras sea posible.