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¿Una democracia franquista?

El hispanista holandés Sebastiaan Faber señala el descuido de la cultura política española

El general Francisco Franco y el rey emérito Juan Carlos I.

El general Francisco Franco y el rey emérito Juan Carlos I. / ARCHIVO

Óscar R. Buznego

Casi medio siglo después de su muerte, Franco aún sigue vivo en la política española. En primera instancia el hecho resulta sorprendente, porque en general los biógrafos no encuentran en su personalidad mediocre e inexpresiva ningún rasgo carismático y los españoles, que mantienen activa desde hace décadas una democracia consolidada y reconocida en todo el mundo, lo juzgan con frialdad. Aunque, por otro lado, también es cierto que fue el jefe de una de las dictaduras más largas del siglo pasado y su actuación azuzó el enfrentamiento ideológico que había marcado el devenir histórico de nuestro país. El franquismo ensambló a la perfección una estructura de poder y una cultura política; así que fue mucho más que Franco y su régimen. Además, la Transición no supuso un corte limpio con el régimen autoritario, sino su transformación interna. De manera que, bien pensado, no tiene nada de extraño que la huella de una dictadura tan pertinaz como la franquista sea visible todavía en la democracia. Lo inconcebible es que ese rastro pudiera haberse borrado por completo.

Para comprender el curso de la política española, la cuestión no consiste tanto en dirimir si el franquismo pertenece exclusivamente al pasado, asunto controvertido, cuanto en calibrar su importancia y el modo específico en que ejerce su influencia en el presente. La pregunta obligada es si los españoles hemos pasado página o el legado franquista aún nos condiciona poderosamente. El franquismo, ¿es un principio activo de nuestra vida en común o no es más que un peso muerto en el fondo de la democracia? Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, sostiene que el franquismo es parte integrante de nuestra cultura política, de tal forma que todos los españoles debemos considerarnos pertenecientes al franquismo sociológico. Dicho así, sin mayor precisión ni matiz alguno, llegaríamos a la conclusión inevitable de que la sociedad española se desenvuelve en el interior de una insólita democracia franquista.

Sebastiaan Faber, hispanista holandés, autor de varios estudios sobre la guerra civil y el exilio, abre sin rodeos el interrogante ante una selección de periodistas y profesores universitarios. La muestra incluye a los columnistas más lúcidos e incisivos de la prensa española, a la vez que en su conjunto predomina una visión muy disconforme con el manejo del pasado inmediato por la democracia. La mayoría de los entrevistados inciden en el carácter fallido de la Transición, la pervivencia decepcionante del franquismo y la imposibilidad en esas condiciones de forjar una auténtica cultura democrática. El producto de todo ello habría sido una democracia que se ha quedado estancada a mitad del camino, parcial, desequilibrada e incapaz de someter la historia reciente a un juicio justo.

El libro de Faber vuelve sobre un problema crucial de la democracia española y ofrece un catálogo de respuestas que incitan, salvo contadas excepciones, a reescribir la historia del franquismo y adoptar políticas consecuentes. El historiador Ricard Vinyes sugiere en su entrevista que la historia de la guerra, el franquismo y la Transición es, por fin, bien conocida por los investigadores. Lo que no se ha hecho, agrega, es difundir el conocimiento histórico acumulado.

Nuestra democracia ha descuidado la cultura política y de ahí vienen en parte el deterioro apreciado en los últimos años en las instituciones centrales del Estado, el proceso independentista catalán y el clima político extremadamente polarizado del país. Los españoles fuimos demasiado ilusos al creer que con oponernos a la dictadura nos convertíamos automáticamente en grandes demócratas. Las políticas de la memoria histórica podrían servir de acicate para desarrollar una cultura cívica y esta, a buen seguro, animaría a ver y tratar de otro modo el pasado. Pero convendría evitar cualquier confusión entre ambas cosas.

Pensar que las carencias de nuestra cultura democrática son fruto únicamente de una política cicatera de memoria histórica es un error mayúsculo. Los desafíos de la democracia española proceden del futuro

'Franco desenterrado: La segunda transición española'

Autor: Sebastiaan Faber

Editorial: Pasado&Presente

228 páginas. 24 euros

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