CRÍTICA

'El boxeador', de Alfons Cervera: los pequeños gestos de un libro y un escritor memorables

Este libro tiene algo de wéstern crepuscular, pues su autor se impone el imperioso deseo de devolver la dignidad a sus personajes

El escritor Alfons Cervera, autor de 'El boxeador'

El escritor Alfons Cervera, autor de 'El boxeador' / EPE

Jacobo Llamas

El boxeador, la última novela de Alfons Cervera, indigna y sobrecoge por igual. Indigna porque lo narrado no se puede desvincular de lo vivido por unos personajes —en su mayoría con un correlato real—, que fueron asesinados, torturados y/o encarcelados por las autoridades franquistas, y sobrecoge porque resulta inimaginable asumir lo que alcanza a decirle Rogelio a su mujer Luisa después de la guerra, "a lo mejor me meten en la cárcel" (pág. 19), o que Rosario, asesinada por los civiles cuando bajaba del monte, relate en primera persona su propia muerte: "Alguien tendrá que contarlo todo, los nombres de los muertos, pero también los nombres de los asesinos. Yo ya no siento nada" (pág. 105).

Varios de los personajes y textos de El boxeador resultarán rabiosamente familiares a los lectores del escritor, porque Alfons Cervera ha construido todo un cosmos palabra a palabra, línea a línea, personaje a personaje y libro a libro. En la nueva novela ese universo se llena de pequeños gestos que hacen mucho más significativas historias ya conocidas, como la de la trompeta del payaso Charly, guardada por Agustín, el nieto de Luisa y Rogelio, y convierten en héroe a Jacinto, que entrega a Román una pelota de cuero, y en heroína a Lola, que recibe de Román la tela del saco de boxeo con el que Esteban Ventura enseñaba a pelear al propio Román y a Rogelio y Angelín. Esteban les pedía, como señaló la escritora Marta Sanz durante la presentación de El boxeador en la librería Sin Tarima de Madrid, que imaginasen el saco como alguien a quien quisieran hacerle daño: "Un día dijo que golpeásemos el saco como si fuera la cabeza de un fascista" (pág. 59).

Pequeños detalles

Los pequeños detalles reflejan a su vez el paso del tiempo, el debilitamiento de la memoria de unos personajes que se resisten a olvidar, aunque, como Angelín, frisen los noventa años: "Dicen que lo mejor es hacer como si lo que pasó no hubiera pasado. […] el pasado nunca acaba de pasar del todo y a todas horas hay algo que nos lo recuerda" (pág. 122). Tampoco se resignan al olvido Agustín y Lola, los dos jóvenes de El boxeador que heredan objetos del pasado y memoria. Dice Lola: "aquí [en Los Yesares] mucho hablar del castillo y el tiempo de los moros, pero de la guerra y de lo de después de la guerra chito callando" (pág. 108).

Para sugerir el paso del tiempo, Cervera reduce a lo esencial las historias, las decanta con la maestría de quien lleva casi treinta años escribiendo y reescribiendo sobre su tierra y sus gentes, sobre Román, alter ego del novelista en El boxeador, que toma el testigo de Sunta en El color del crepúsculo (1995) o de Vanessa Roquefort en Aquel invierno (2005), con la diferencia de que Román no es, según Cervera, un demiurgo o intermediario tan rotundo.

Entendido así, los fragmentos de El boxeador pueden leerse como cuentos: al que comienza "en la cueva de Royopellejas" (pág. 25) se le podría añadir incluso "[érase una vez] en la cueva de Royopellejas […]"; el cierre, leído conmovedoramente por el actor Miguel Rellán durante la misma presentación en la que intervino Marta Sanz -así como Susana Martíns y los músicos Bernardo Fuster y Luis Mendo-, no admite, en cambio, el tontorrón consuelo "y fueron felices y comieron perdices": "Al que sí fusilaron fue al abuelo de Pitera, pero eso seguro que ya lo ha contado alguien y no hace falta que lo repita aquí como si fuera un papagayo" (pág. 29).

Dimensión coral

El boxeador adquiere de este modo una dimensión coral superior a la de otras novelas de Cervera y evidencia la conflictividad del presente. Como apunta el ensayista y político Eugenio del Río, esto se aprecia especialmente a partir de la mitad de la novela, en torno a la página 61. Luciano: "Qué mentira es esa de que una guerra no la gana nadie. […] Los fascistas no tenían compasión. Lo único que tenían eran ganas de vengarse, de quedarse con nuestras casas y si podían también con nuestras mujeres" (págs. 62 y 64). Angelín: "Hace dos o tres años, el presidente del gobierno español se mostraba orgulloso de negar las ayudas necesarias para llevar a cabo las exhumaciones" (pág. 119).

Pese a todo, en El boxeador se impone siempre el imperioso deseo de devolver la dignidad a personajes como Guadalupe, Rosario, Rogelio, Esteban, Jacinto, quizá por última vez; por eso la novela tiene algo de wéstern crepuscular de Los Yesares, de regreso final a esos seres, lugares y relatos. Un regreso imposible para Román y muchos otros exiliados, un asunto que desasosiega a Alfons Cervera, nombrado hace unas semanas, en la Universidad de Brest, presidente de honor de la Asociación MERE 29: Memoria del Exilio Republicano Español.

Cervera es un referente de la llamada narrativa de la "memoria" y de la novela corta en la España de las últimas décadas

Por lo demás, los argumentos y asuntos de El boxeador vienen de lejos, de El color del crepúsculo, primera novela del ciclo de Los Yesares, pero el estilo con el que están escritos debe más a libros recientes de Alfons Cervera como Esas vidas (2009), Otro mundo (2016) o Claudio, mira (2020). Con la publicación de El boxeador, el autor culmina el proceso de refinación y ajuste de las técnicas vanguardistas y posmodernas de sus primeros libros a la denuncia del horror de la represión franquista al afinar tensión metanarrativa, lirismo e intimismo. Cervera se convierte así, una vez más, en un referente de la llamada narrativa de la "memoria" y de la novela corta en la España de las últimas décadas.

En suma, como escribía Stefan Zweig a propósito de Balzac, Dickens y Dostoievski, Cervera tiene "sus propios modelos, sus propias leyes de gravitación y su propio firmamento. Impregna tanto con su propio ser cada figura, cada acontecimiento, que no sólo se vuelven típicos para él, sino también […] para nosotros". Gracias a todo ello, en El boxeador, su nueva novela, vuelve a crear vida, a mostrar aristas diferentes del mundo y a replantear, de una forma más ética y justa, el presente y el pasado de la sociedad española actual.

'El boxeador'

Alfons Cervera

Piel de Zapa

150 páginas

18 euros