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Herederas de la mirada del norte

Las escritoras nórdicas han creado escuela por su empeño en dar voz a la mirada femenina de vidas en constante lucha

La escritora sueca Sara Stridsberg

La escritora sueca Sara Stridsberg / EPE

Somos herederas de una estirpe de mujeres valientes, cuenta la voz en off del documental Herederas, nominado a los últimos Premios Goya y dedicado a reivindicar a las pioneras en la lucha femenina más olvidadas. Y empieza sin más con un homenaje a las finlandesas que ya se manifestaban en 1900 por el sufragio y lograron ser las primeras en ejercer el derecho a voto en todo el mundo, en 1906. Ese mismo empeño de las nórdicas también caló en la literatura: era posible ser mujer y una gran escritora, reivindicaban ante los oídos sordos de instituciones muy masculinizadas.

Releo estos días la gesta que protagonizaron las mujeres nórdicas cuando pusieron en marcha en 1979 una colecta para la creación de un premio literario para las mujeres que corrigiera el vacío que les hacía el Consejo Nórdico, que año tras año ignoraba en sus reconocimientos a las autoras pese a contar entre las nominaciones con escritoras como las danesas Tove Ditlevsen (Trilogía de Copenhague) o Karen Blixen.

Astrid Lindgren llegó a nosotros por ganarse un sitio en un género menor, el de literatura infantil, a partir de la gran Pipi Calzaslargas, y la también sueca Selma Lagerlöf logró el reconocimiento por ser la primera mujer en lograr el Premio Nobel de Literatura en 1909. Una autora noruega, Sigrid Undset, sería la tercera ya en 1928, con una obra profundamente humanista que alertaba del auge del nazismo.

Lenguas no dominantes

Pero las nórdicas, escritoras en lenguas no dominantes, han creado escuela por su empeño en dar voz a la mirada femenina de vidas en constante lucha: la del estricto respeto a la familia y el hogar, la religión, la cultura de sacrificio en choque obstinado con las ansias de libertad, de más derechos, de más igualdad. Ese costumbrismo nórdico ilumina obras como Los vecinos, de la finlandesa Fredrika Bremer o la trágica e impactante novela Adda Ravnkilde, que escribió una jovencísima Judith Fürste antes de acabar con su vida a los 21 años.

Alba Editorial nos ha recuperado estos clásicos profundamente feministas, que dan idea del hilo conductor que atraviesa la poesía y las novelas, también los relatos cortos y los ensayos, y que gracias al mimo de un puñado de editoriales han llegado a nuestra lengua y nuestras librerías.

Es difícil no emocionarse con la obra lírica de la islandesa Auður Ava Ólafsdóttir, que nos conmovió a todos con su Rosa cándida y de la que recomiendo especialmente Hotel silencio, y la recién publicada La verdad sobre la luz, un homenaje a las matronas en un mundo casi sobrenatural, la pequeña gran Islandia. Alfaguara publica a la islandesa, y otras editoriales como Nórdica Libros nos ofrecen en su catálogo los trabajos de otra autora que ha dejado su huella imborrable, Sara Stridsberg.

La escritora llegó a ser calificada como la novelista sueca de la década cuando publicó en 2019 La facultad de sueños, una original historia a medio camino entre la ficción y el periodismo acerca del intento de asesinato de Andy Warhol en 1969 a manos de la feminista radical trastornada Valerie Solanas, pero su mirada única sobre los excluidos también se proyecta en la mágica Beckomberga. Oda a mi familia, o en La antártida del humor, un true crime con el foco puesto en la joven víctima y, como casi siempre, mujer.

Esa sensibilidad, teñida de sarcasmo y mucha vida hogareña, con toda su complejidad, es la que recorre también la novela negra nórdica con letra de mujer, como la de la islandesa Yrsa Sigurdardóttir, la sueca Camilla Lackberg o la noruega Karin Fossum.

Que la literatura infantil sea un festín literario de autoras (e ilustradoras) escandinavas solo puede significar que el vivero cultural tiene el mejor de los futuros por delante. Siempre hay que mirar al norte.