REPORTAJE

La habitación propia de las escritoras noruegas

Tras el fenómeno que supuso Karl Ove Knausgård en todo el mundo, un buen puñado de autoras marcan el ritmo narrativo en Noruega, con un claro acento autobiográfico. ‘ABRIL’ viaja hasta Oslo para reunirse con dos de ellas: Vigdis Hjorth e Ingvild H. Rishøi

La escritora noruega Vigdis Hjorth

La escritora noruega Vigdis Hjorth / EFE

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

La primera novela moderna de la literatura noruega, escrita entre 1854 y 1855, fue obra de una mujer, Camilla Collett (1813-1895). En ella, su autora hacía una dura crítica contra la sociedad de la época, al defender el matrimonio basado en el amor frente al de conveniencia, tan habitual que era normativo. Su publicación fue, claro, todo un escándalo en el país nórdico. Es probable que aquel libro cayera, en el momento adecuado, en manos de Amalie Skram (1846-1915), quien, tiempo después, narró la historia de una joven de 17 años inexperta, virginal, que se casa con un hombre mucho mayor que ella y cuya relación fracasa por sus desavenencias sexuales, derivadas de las continuas infidelidades del marido.

Skram sabía de lo que hablaba, pues estaba contando, en realidad, su propia historia: a la misma edad que su protagonista, su madre la obligó a aceptar, para escapar de la ruina económica, la proposición de un viejo marino que la traicionó y del que logró divorciarse. Desde uno de los dos hospitales psiquiátricos en los que estuvo internada, debido a una profunda depresión y en contra de su voluntad, Skram escribió, con honestidad y sin rodeos, sobre cómo eran tratadas, entonces, las "mujeres mentalmente desequilibradas". Algo que no gustó mucho a su compatriota, y colega, Bjørnstjerne Bjørnson (1832-1910), premio Nobel de Literatura en 1903, que dijo de ella, de su obra: "No se puede hablar de esas cosas. Es infantil. Es algo demasiado íntimo". Quién sabe si el insigne poeta, autor de la letra del himno nacional noruego, llegaría a leer la primera novela de Sigrid Undset (1882-1949), tercera escritora reconocida por la Academia Sueca (en 1928, después de Grazia Deledda y Selma Lagerlöf), que comenzaba con una frase, cuando menos, llamativa, escandalosa para algunos: "He sido infiel a mi marido".

De esas tres autoras, y de muchas otras, se han nutrido las escritoras de la Noruega actual, deudoras de una historia tan personal como propia y, sin embargo, universal. Es el caso de Vigdis Hjorth (Oslo, 1959), el último gran fenómeno de las letras escandinavas, con permiso de Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968). Así lo reconoce sentada en el salón de la casa en la que lleva treinta años viviendo, en un barrio venido a más de las afueras de la capital noruega. De su anterior propietario, que terminó suicidándose, Hjorth sólo conserva una vieja caja fuerte que nunca ha logrado abrir y a la que, pese al tiempo transcurrido, observa con la misma curiosidad, innata, que la lleva a escribir. "En Noruega tenemos una tradición literaria femenina muy fuerte. Todas esas autoras iluminaron ese lugar en el que las mujeres y las niñas habían vivido en la oscuridad y el silencio. Cambiaron la política social del país, con sus libros cambiaron nuestra sociedad".

Su "valentía" la ha ido alimentando como narradora, pero también como mujer. "En Noruega nunca hemos tenido clase alta, ni aristocracia. Sólo éramos granjeros pobres, estábamos bajo Dinamarca, bajo Suecia... Creo que eso hizo que fuera más fácil para las escritoras y para las pensadoras, para las intelectuales, porque no tenemos una jerarquía social, es, más bien, una estructura plana".

LA FAMILIA COMO MATERIAL

Y, en el centro de esa organización, más o menos democrática, accesible, la familia, la más fértil de cuantas materias primas dan forma a la literatura. También a la de Hjorth, que siempre ha sido muy autobiográfica o, al menos, se ha inspirado bastante en sus vivencias sin levantar muchas ampollas entre sus seres queridos... hasta 2016. Aquel año publicó La herencia (Nórdica), en la que contaba la historia de cuatro hermanos y sus disputas por el patrimonio familiar con un tema tan espinoso como el incesto como telón de fondo, y todo saltó por los aires.

Vigdis Hjorth: "Si escribir fuera terapéutico, los escritores estaríamos sanos, y no lo estamos"

La hermana de la autora, de hecho, escribió un libro con su versión de los hechos que llegó a las librerías antes de que lo hiciera La herencia, pero no impidió que la novela se convirtiera en un best seller dentro y fuera de su país (lleva más de 150.000 ejemplares vendidos), acaparara premios, entre ellos el de los Libreros y el de la Crítica, e intensificara un debate que es tan viejo como el arte de narrar: la relación entre la realidad y la literatura, cuánto hay de verdad en la ficción. "Siempre he escrito de un modo muy cercano a mi vida. Todos los escritores lo hacen, hasta Dante. En algunos casos, es más fácil de ver. Incluso si escribes ciencia ficción y una especie de figura extraña se enfada, es porque el escritor ha sentido ira. La novela como género siempre ha estado muy cerca de la realidad. Daniel Defoe aseguró que las experiencias de Robinson Crusoe eran propias para darle valor como novela. Strindberg o Ibsen usan material de la vida real. Casa de muñecas es un drama universal sobre cómo cambiar tu propia vida y la visión de tus seres más cercanos. En La herencia trabajé como en todas mis otras novelas, pero la diferencia fue que se publicó después de Karl Ove Knausgård".

El escritor noruego, comparado con el propio Ibsen y hasta con Proust, narra en la serie de seis extensas novelas autobiográficas Mi lucha (2009-2011) los pormenores de su vida, sin obviar a familiares y amigos. "El gran cambio con Knausgård fue que usó nombres de personas reales, y fue muy fácil para la gente encontrarlos con sólo buscarlos en internet. En el sindicato de escritores de Noruega hay cuatrocientos o quinientos miembros y están todo el tiempo divorciándose. Después, publican una novela, los colegas la leemos, venden doscientos ejemplares y a nadie le importa. Pero Knausgård lo cambió todo, no sólo en Noruega, y fue por la calidad de su trabajo, de su obra. Lo que él ha hecho, lo han hecho todos antes, pero…".

VERDAD EMOCIONAL

En su último libro, ¿Ha muerto mamá? (Nórdica), publicado en España hace unos meses, Hjorth sigue indagando en su propia historia. No se atiene, necesariamente, a hechos fehacientes, pero sí a sentimientos. Y ahí no hay fact-checking que valga. La protagonista, Johanna, es una artista que lleva treinta años viviendo en Estados Unidos y sin tener contacto con su familia. Tras la muerte de su marido, regresa a su Noruega natal para inaugurar una exposición e intenta acercarse a su madre. "No tengo ningún contacto con mi madre, pero, a veces, la llamaba y nunca cogía el teléfono. Tiene casi 90 años... Después de escribir esta novela, no he vuelto a llamarla, lo cual es muy interesante".

Por eso, de algún modo, la escritura de ese libro fue una liberación para ella, que no una terapia. "Si escribir fuera terapéutico, los escritores estaríamos sanos, y no lo estamos. Antes de poner algo por escrito, no sé lo que quiero decir. Para mí, la escritura es como una investigación, siempre descubro algo sobre mí. Cuando empiezo una novela, siempre lo hago con una especie de dilema, con un problema, pero no escribiría sobre ello si pensara que soy la única que lo tiene".

La clave, llegados a este punto de la historia, está en la pugna, inconsciente, entre la memoria y la ficción por llevar la voz cantante. "Mis libros son novelas. Es ficción, es una construcción literaria, aunque puedes encontrar elementos de mi propia vida. Esa es la razón por la que nunca escribiré una autobiografía. Pero puedo escribir novelas, sí".

Ingvild H. Rishøi: "Es fácil publicar libros autobiográficos en Noruega, pero yo no quería hacerlo. No se trata sólo de mí, se trata de la familia"

Libros que, por encima de todo, contienen una verdad emocional, la de su autora. Algo muy valioso en el momento que vivimos. "Tal y como se está desarrollando la sociedad, si todo el mundo habla de sus emociones y eso es usado como argumento, puede ser difícil discutir temas políticos. Si queremos descubrir algo juntos como sociedad, no podemos confiar únicamente en los sentimientos. Y por eso tenemos la literatura. La literatura es el lugar en el que puedes expresar tus verdades emocionales. Por eso necesitamos seguir teniendo escritores que puedan vivir de escribir. Tal vez así la escena política sea menos inflamable, menos violenta. Tenemos que tener una literatura sólida, especialmente en estos días. Estamos en peligro".

La escritora noruega Ingvild H. Rishøi

La escritora noruega Ingvild H. Rishøi / EPE

De la literatura infantil a los cuentos de hadas para adultos

Ingvild H. Rishøi (Oslo, 1978) creció leyendo a Astrid Lindgren (1907-2002), la autora sueca creadora del inolvidable personaje de Pippi Calzaslargas. Se hizo mayor trepando a los árboles con ella, dando largos paseos a lomos de Pequeño Tío, el caballo de lunares, y brincando junto con el Señor Nilsson, el inquieto mono tití que siempre acompañaba a Pippilotta. Hoy, convertida en una escritora de éxito en su país natal, Rishøi sigue leyendo a Lindgren. "Me encanta, está en mi corazón", confiesa, con una sonrisa tímida, nerviosa, en un hotel cercano a la Estación Central de Oslo.

<em>La puerta de las estrellas</em> (Galaxia Gutenberg), su libro más reciente, es un cuento de hadas para adultos en el que dos hermanas de diez y quince años huérfanas de madre y con un padre borracho luchan por sobrevivir. Una novela a la que llegó después de haber escrito otra muy parecida, autobiográfica, que no publicó. "Trataba sobre el alcoholismo en la familia, algo que he experimentado yo misma. Era verdad, era un libro verdadero, pero, mientras lo estaba escribiendo, sabía que no podría publicarlo, porque era demasiado personal. Es fácil publicar libros autobiográficos en Noruega, pero yo no quería hacerlo. No se trata sólo de mí, se trata de la familia".

En La puerta de las estrellas son los ojos de la más pequeña quienes guían al lector por una historia triste y emotiva, muy dura, que apela a la compasión del lector. "La gente piensa que por el hecho de escribir así soy muy amable y compasiva, pero no lo soy. Sólo escribo. Me molesta que me pregunten por mi agenda política en los libros. Soy, en cierto modo, una persona política, pero no intento ponerlo en mis libros. La literatura puede funcionar de manera política, y me alegra si alguien puede usar mi literatura políticamente, pero no puedo decir, honestamente, que esa fuera mi intención".

Lo que ella quería era "escribir sobre lo que significa crecer con un padre alcohólico". Vivir una infancia rodeada de mentiras. "Conozco a muchos alcohólicos y a muchas personas que viven con alcohólicos, y nunca he oído hablar de un alcohólico que no mienta. No sé por qué, creo que es porque es vergonzoso. Si vives con un padre que te miente, no sabes qué es verdad, no sabes que los adultos esperan que digas la verdad».

Rishøi, también autora de literatura infantil, sostiene que no hay diferencia entre dirigirse a los niños o a otro tipo de lectores. "Todos somos personas. Hay gente que cree que los niños son de una especie diferente y que cuando escribes para ellos debes poner voces especiales... Por eso cambié de editorial".

Son los niños quienes, en esta sociedad nuestra cada vez menos dada a soñar, siguen fabulando. "Creo que es muy bueno que imaginen y jueguen, no sólo para desarrollarse social y mentalmente, también para aprender temas reales. Por suerte, mis padres me alentaron a jugar y, cuando me aburría en el colegio, tenía el juego en la cabeza, así que lo guardé. Es un regalo".

Un don, eso sí, con consecuencias no siempre controlables en la vida real. "A veces, mi fantasía me lleva a sitios… Cuando sueño, también tengo pesadillas, incluso diurnas. No controlo del todo mi fantasía, va donde quiere. Me pasa como a la protagonista del libro, no siempre tengo clara la frontera entre fantasía y realidad".