ENTREVISTA

Hernán Díaz: "El machismo no conoce límites, es omnipresente"

Alguien que sabe lo que quiere y no pierde tiempo en el camino hacia sus objetivos, ese es este escritor argentino radicado en Brooklyn, ganador del Pulitzer con su última novela, 'Fortuna'

El escritor Hernán Díaz.

El escritor Hernán Díaz. / Ricard Cugat

Mariana Sández

La primera novela de Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973), A lo lejos (Impedimenta, 2018), ya quedó finalista de premios como el PEN/Faulkner y el Pulitzer, y la segunda, Fortuna (Anagrama, 2023), se hizo con este segundo galardón. Todo un recorrido.

Este autor argentino creció sus primeros años en Suecia y se formó profesionalmente sobre todo en Estados Unidos. Desde pequeño supo prestar oído a dos pulsiones internas potentes: quería ser escritor y hacerlo en lengua inglesa.

Estudió Letras en Buenos Aires en tiempo récord porque pretendía continuar sus estudios de posgrado en otra parte: primero Londres, luego Nueva York. Como también supo discernir muy pronto que le importaba profundizar en la Teoría Literaria y la Filosofía dentro del campo de los estudios filológicos.

Además de dedicarse a la investigación, Díaz publicó un ensayo sobre Borges: Between History and Eternity (2012), junto con diversos relatos y otros textos críticos.

Alguien que sabe lo que quiere y que no pierde tiempo en el camino hacia sus objetivos. Ese es Hernán Díaz, si bien confiesa que una novela y un libro de cuentos anteriores quedaron inéditos porque no tiene sentido publicar aquello que no convence a su autor.

P. En Fortuna, reaparecen temas que ya eran fundamentales en su primer libro, A lo lejos: por ejemplo, el dinero en el centro de la trama. Indudablemente hay una conexión, aunque no fuera intencionada.

R. Creo que, si uno está en diálogo con el canon norteamericano, ciertos elementos van a reaparecer; uno de ellos es sin duda la cuestión del capital. Si pensamos en mediados del siglo XIX, época en la que transcurre A lo lejos, estamos en un momento donde esto se manifiesta de dos modos muy evidentes. El primero es la fiebre del oro, un tropo literario que todos conocemos, aunque no sepamos los detalles empíricos o históricos de ese periodo. El segundo tiene que ver con la consolidación territorial de Estados Unidos y la relación con la naturaleza, en términos de explotarla para la extracción de recursos naturales, desde la ganadería y la agricultura hasta los minerales, no solo el oro, sino el carbón, el agua, etcétera. Y todos estos recursos naturales están ahí cuando se da ese empuje hacia el oeste en la década casi previa a la revolución industrial, en un momento mágico para los Estados Unidos, que funciona para alimentar la maquinaria de la revolución. Es el comienzo del capitalismo moderno indisolublemente vinculado a una relación con la naturaleza que, lamentablemente, sigue vigente hoy en día. Si en A lo lejos vemos la maquinaria del capital empezando a activarse, en Fortuna la vemos rugiendo a todo motor y en ese sentido hay una continuidad. Podría pensarse que A lo lejos trata de la consolidación territorial de los Estados Unidos y Fortuna trata de la expansión imperial de los Estados Unidos. Pero quiero destacar que no hubo un plan de continuidad, se dio así.

P. También comparten la temática de la inmigración en Estados Unidos. ¿Influyó su propia experiencia?

R. Sí, bueno, siempre he sido un inmigrante, incluso me vi como una suerte de inmigrante cuando volví a la Argentina luego de unos años en Suecia, para mí era un país nuevo. En Estados Unidos existe una reciente tradición de escribir sobre los inmigrantes, que me parece crucial, pero tiene que ver con historias muy traumáticas, de violencia física, incluso con la frontera y el estado policial en torno a la migración. Mi experiencia no es esa en absoluto. Fui a Estados Unidos por una beca, es otra realidad. Soy mitad italiano, tengo un pasaporte italiano, como tantos argentinos. Vivo en Brooklyn, la región de Nueva York con una fuerte impronta italiana; me interesaba hablar de la comunidad italiana de las primeras décadas del siglo XX en términos de organización social, sindical, laboral, colectiva, y el modo en el que ellos fueron perseguidos, discriminados y erradicados de la historia. Trabajé con archivos importantes, de mucho renombre, con las colecciones más grandes del mundo, y aun así los materiales que encontré, especialmente sobre los anarquistas en Estados Unidos, son muy limitados, como si hubiesen sido borrados de la historia.

P. ¿Tiene alguna relación particular con la transición entre el siglo XIX y el XX? En ambas novelas está presente esa época.

R. Bueno, Fortuna tiene un pie en el siglo XIX, pero transcurre más que nada en el siglo XX. Creo que si bien, como indicabas, hay líneas y puntos de contacto entre ambas novelas, son muy diferentes formalmente. A lo lejos es muy claustrofóbica, contada desde un punto de vista muy único, individual, mientras que Fortuna se construye como una trama polifónica, fragmentaria, y lo que estoy escribiendo ahora es totalmente diferente a esas otras dos.

P. ¿Pero le atraen más los temas históricos?

R. No, no tengo un dogma cuando se trata de escribir, escribo acerca de lo que me interpela y ha sido una coincidencia que estas dos novelas se acercaran en el tiempo. De hecho, inicialmente, en mi cabeza, Fortuna iba a transcurrir en el presente, pero me di cuenta de que, en una novela sobre finanzas en el mundo contemporáneo, todo el mundo iba a estar con su teléfono mandando textos, y eso no me interesaba escribir, entonces me llevó a considerar otros momentos históricos. Así como la fiebre del oro fue un periodo tan emblemático y fetichizado, me parece que el de los años 20 y la depresión del 30 también es una época muy fosilizada, y la verdad es que me atrae trabajar con lugares comunes o clichés culturales, por lo que fue una decisión bastante natural.

No tengo un dogma cuando se trata de escribir, escribo acerca de lo que me interpela

P. Los contextos alejados del presente, además, ¿son mejores para borrar los trazos del yo en tanto autor, que es otra de sus preferencias estéticas?

R. Hay literatura de autoficción que me parece excelente, son grandes novelas, pero tengo la certeza de que a mí como escritor no me interesa hacer ningún gesto confesional. No me inclino a crear la sensación de inmediatez entre mi persona y el lector o la lectora, sino todo lo contrario, que la lectura sea una acto de la imaginación, que estén presentes las mediaciones del lenguaje. Considero que hay una mayor riqueza artística en la imposibilidad que existe de conectarnos entre nosotros y conocernos en la realidad, más que en simular que esa conexión es posible. Me parece que hay más para explorar en la imposibilidad que en fingir la inmediatez. La novela de Mary Shelley, Frankenstein, también aparece vinculada a tus dos historias. Frankenstein es una novela muy importante para mí, he reflexionado mucho sobre ella y he escrito un par de ensayos críticos. Lo que me atrae de ella y de otras novelas con recursos semejantes es, por un lado, que se pregunta acerca de qué es una novela. Por otro, las mejores novelas para mí son poco ortodoxas, las que se resisten a entrar en el género. También hay otra cosa notable en Frankenstein. No solo es un libro sobre un monstruo, sino que el libro mismo es un monstruo, hecho de diferentes partes: es una novela epistolar, una memoria, un relato de viajes, un testimonio, un tratado científico-filosófico. Está narrado por varias voces, incluyendo la de la criatura. En A lo lejos sentí que coincidía con mi personaje que encarna la idea del desadaptado absoluto, el que no encaja en ninguna parte, además del trabajo a partir de diferentes géneros y registros. En relación a Fortuna para mí fue un momento revelador pensar que la voz del magnate iba a ser configurada como la criatura de Víctor Frankenstein, una voz hecha de muchas voces. Digamos un cuerpo textual conformado de diferentes corpus, de otros cuerpos textuales, que da por resultado un monstruo. El narrador de la segunda parte es un monstruo hecho de diferentes voces históricas.

P. En Fortuna, se habla de Frankenstein para referir el trabajo de investigación que hace el personaje de Ida, que a su vez fue el que hizo para elaborar su novela.

R. Casi todas las instancias que aparecen en el libro alrededor del trabajo de archivo, de biblioteca, de investigación encarnadas en Ida Partenza se corresponden con el trabajo y las experiencias que viví yo mientras escribía el libro. Fueron situaciones tan ricas que me pareció buena idea incluirlas en la novela. Por ejemplo, cuando no sabía cómo resolver el tema de que nadie jamás hubiese leído los diarios de Mildred. Fui a uno de esos archivos, pedí los papeles de la señora tal y la bibliotecaria me dijo: “Te deseo suerte, su letra es ilegible”. Esa es la razón por la que nadie leyó sus diarios antes, pero cuando vi los papeles no me resultaron tan indescifrables, con un poco de esfuerzo se podían leer perfectamente.

P. Algo que se repite en Fortuna de manera bastante simétrica es el modelo de relación afectivo-intelectual entre Mildred con su padre y el anarquista con la hija, Ida.

R. Sí, hay una simetría muy fuerte entre Helen e Ida, sin duda. No me interesa escribir personajes totalmente planos, tampoco me interesa crear personajes que después voy a aporrear moralmente en la página, quería que la relación entre padre e hija fuera una buena relación al margen de que sea complicada, como cualquier otra. Soy padre ahora y creo que tengo una relación muy linda con mi hija, somos muy amigos pero también por momentos me encuentro en lugares de padre con los que siempre he tenido conflicto, y trato de mejorar todo el tiempo, pero a la vez esos matices son naturales. Así que para mí era importante que ellos tuvieran una relación de mucha camaradería y complicidad, con momentos felices, sin dejar de incluir una corriente de malestar irresuelta.

Siempre he sido un inmigrante, incluso me vi como una suerte de inmigrante cuando volví a la Argentina luego de unos años en Suecia

P. Y, aun así, todos son hombres profundamente machistas.

R. La novela es una novela en cierta medida sobre el poder del patriarcado, obviamente. La exclusión de las mujeres del mundo de las finanzas es el tema central, pero también las mujeres en la novela aparecen sitiadas por hombres; no tienen amigas, están intencionalmente en un lugar de extrema soledad, donde todos estos hombres que las rodean pretenden algo de ellas. Quería generar la sensación de aislamiento, de incomodidad y de soledad, poque la soledad es un tema que me atrapa mucho en general. La figura más atractiva ahí me parece que es el padre de Ida. Es anarquista de ideologías más que progresistas y revolucionarias, pero en su política doméstica es un patriarca absoluto, un reaccionario, conservador que no hace absolutamente nada en el hogar porque él es el hombre, su esposa está muerta y, bueno, aunque la hija tenga ocho años le parece natural que la hija haga todo el trabajo. Buscaba mostrar que el machismo no conoce límites de clase, límites ideológicos o fronteras sociales, es tan omnipresente que incluso este anarquista termina reproduciendo todos esos modelos de género de un modo espantoso.

R. Antes dijo que el tema de la soledad es esencial en su literatura. Sus protagonistas, en particular los masculinos, de ambas novelas están atravesados por la soledad más radical; el silencio y el aislamiento son fundamentales en ellos. ¿Por qué?

R. Absolutamente, sí, no sé muy bien por qué retorno una y otra vez a este tipo de personajes, quizás porque reflexiono bastante acerca de qué es un sujeto cuando se aísla, qué pasa con la subjetividad cuando alguien queda incomunicado de los demás. Qué sucede ahí con la definición misma de sujeto. Pero prefiero no preguntarme demasiado porque me doy cuenta de que es una pulsión muy primordial y, en parte, es un motor de mi escritura.

'Fortuna'

Hernán Díaz

Traducción de Javier Calvo

Anagrama

440 páginas

21,90 euros