Opinión | MIRADAS

Es mentira que los escritores nunca mueren

Debemos hacer un ejercicio de reflexión serio y no mezclar a las personas con las cosas

El escritor Enrique de Hériz, fallecido en 2019

El escritor Enrique de Hériz, fallecido en 2019 / Maite Cruz

"Los escritores nunca mueren, su hálito permanece para siempre en sus palabras, que siguen generando constantemente vida a sus lectores". Esta, probablemente, bien intencionada frase hecha, cliché o llámenlo como quieran, que he leído en una red social, es mentira.

Demasiadas veces confundimos al escritor con su obra. Y me pregunto: ¿les servirá de consuelo por la muerte de su padre lo que hagan los lectores de las novelas de Enrique de Hériz a sus dos hijos? Mentira. ¿Le ha servido sus libros de ayuda, apoyo moral, apoyo práctico a su viuda, que perdió un ser humano que la amaba? Mentira. ¿Le ha servido de consuelo a su madre, a sus hermanas, a sus sobrinos, que los lectores vivan de sus lecturas? Mentira.

El 14 de marzo de 2019 murió, después de pasar unos meses bien jodidos, Enrique de Hériz Ramón, de 55 años. Muerte por cáncer del pulmón. No era en absoluto partidario de explicitar y menos publicitar su vida íntima, y la muerte forma parte de ese lugar. Estaba en contra de las campañas que pedían voluntad, ánimo y fuerzas para luchar contra esa terrible enfermedad terminal. Muy en contra. Cada uno/a debe hacer lo que quiera con su vida íntima, pero el mejor lugar es dejarla en la intimidad.

¿Me consuela haber sido el editor de la edición conmemorativa en Navona_Ineludibles con un apartado de recuerdos, y reivindicación, de la novela Mentira? Mentira. ¿Hará Enrique juegos malabares desde sus cenizas, para seguir riendo, llorando, jugando y siendo mi confidente? Mentira. Saco a relucir este tema, porque hace ya cuatro años que me aguanto el vacío y el dolor que, para mí, supone la muerte de Enrique. Simplemente no estaba en mis planes, no estaba previsto. Yo quería al Enrique de carne y hueso, de abrazo cálido y sonrisa abierta y socarrona a la vez. Yo quería al hombre. Y además me gustaban sus novelas. Pero eso es otro tema.

Puedo imaginar el vacío y el dolor de sus amigos y amigas y de la gente a la que él quería y de los que lo queríamos a él. Y Enrique quería a mucha gente, porque era generoso. Y era un buen amigo con quien desnudarme. Con quien disentir sobre las bondades de la vida y del arte, de fútbol y de gastronomía. Con quien compartir una partida de guiñote y reírte a mandíbula batiente. Nada hay más importante que compartir una partida de guiñote con tu amigo.

REFLEXIÓN

Quisiera que esta nota sirviera para que hagamos un ejercicio de reflexión serio y no mezclemos a las personas con las cosas. Tenemos un "siempre penúltimo" caso en Alexis Ravelo, esta vez. Muerte de infarto a los 51 años. Le publiqué una novela negrísima, pero me falta su sonrisa, su forma de hablar y su entusiasmo. Me falta la persona.

Dejémonos de lugares comunes, dejémonos de citas hechas y pensemos en las personas. Son mucho más maravillosas que cien libros. Llevan dentro infinidad de amor, de generosidad. Lloremos, si sabemos, a los que han muerto. También hay lugar para la literatura, por supuesto. Pero sin confundir a Javier Marías con Tomás Nevinson.

También los libros nos abren ventanas, nos iluminan en la noche, nos comprometen con la vida. Son objetos maravillosos imposibles de pasar por alto. Pero son libros. Hechos de cartón y de páginas y de sueños. Lo mejor que podemos hacer, no por Enrique, por nosotros, es leer. Y ser conscientes de que ese maravilloso acto nos nutre, nos divierte, nos abre caminos a nosotros.

Y ahí sí que la novela de Enrique Mentira, publicada por Edhasa en 2004 y reeditada en Navona en 2019, juega un excelente papel, pero también su posterior novela, quizás opacada por el éxito de Mentira, Manual de la oscuridad. Esa es mi novela preferida de Enrique de Hériz, ese amigo insustituible que murió de cáncer un 14 de marzo de hace ya cuatro largos, muy largos años.