Opinión | OPINIÓN

La elegancia en el mundo literario

Se puede ser cercano, simpático, buen escritor, jurado y hasta radical asistiendo a una ceremonia encorbatado

Jaime Gil de Biedma, el dandi

Jaime Gil de Biedma, el dandi / EPE

La elegancia no abunda en el mundo literario más festivo y fiestero. La sola obligación de ponerse corbata en la entrega de un premio se convierte en un motivo de debate e indignación que va entre el mal entendido clasismo y la obligación por unos códigos en la indumentaria que son contrarios a la libertad en el vestir.

Que cada cual acomode su estilo a las coordenadas que considere. No existen límites. Sin embargo, que la recomendación de llevar corbata en la entrega de un premio, en un espacio dónde las normas de un club privado así lo promuevan, se convierta en rechazo inmediato, no está relacionado con la histórica elegancia de los escritores del siglo pasado. El XX. O sea, hace dos días.

Ya no nos referimos a los Pío Baroja, Valle Inclán, ni Salvador Espriu. Tampoco a los Miguel Delibes o Juan García Hortelano; ni a los Jaime Gil de Biedma (el dandi), José Agustín Goytisolo o Carlos Barral; ni a Eduardo Mendoza o Juan José Millás. La literatura siempre ha sido elegante. Vestirse cada día no deja de tener una relación con la construcción de una frase. Sujeto, verbo y predicado. Americana, camisa y pantalones. Y un apéndice con acción diferencial: la corbata.

En ese debate anodino en medio de la entrega del premio Alfaguara la semana pasada en el Casino de Madrid, donde obligaban en otras épocas a llevar corbata, nos apareció Juan Tallón, colaborador de este suplemento, con la elegancia de su delgadez y pelo largo, con una excelente americana de estampado de Gales, corbata negra, camisa blanca por fuera del pantalón de tejano negro.

Así que el genuino Tallón demostraba que se puede ser cercano, simpático, buen escritor, jurado y hasta radical asistiendo a una ceremonia encorbatado. Las camisetas están sobrevaloradas. La literatura precisa de más elegancia, aunque cada uno vaya como le dé la gana.