MAYORES

Zamora, escenario de un proyecto piloto para acabar con la soledad no deseada

El Centro Internacional sobre el Envejecimiento presenta un proyecto que busca la acción comunitaria para prevenir el aislamiento mayor

La experiencia de la soledad durante la vejez no es ni universal ni inevitable.

La experiencia de la soledad durante la vejez no es ni universal ni inevitable. / EFE/MIGUEL TOÑA

María G. San Narciso

María G. San Narciso

Detectar situaciones de soledad no deseada no es fácil. Paliarla, a priori, tampoco. Conseguir ambas fue el motivo que ha llevado a investigadores a iniciar una iniciativa piloto y pionera en Zamora. Entendían que la experiencia de la soledad durante la vejez no es ni universal ni inevitable; que no debe entenderse "como un destino obligado al final del viaje, ni como una condición sine qua non de hacerse mayor." Tampoco creen que sea especialmente útil visualizarla como un mal común que afecta de forma similar a todo el mundo.

Porque hay múltiples variables en la intersección entre soledad y vejez: desde el nivel socioeducativo hasta la capacidad funcional y movilidad, seguida por las redes familiares y de amistad, la experiencia psicológica y salud de cada persona o su género, origen o etnia. Así que partiendo deexperienciass concretas de soledad y aislamiento de personas mayores en Zamora, y, mediante diferentes acciones en el territorio, buscaron la movilización de la acción colectiva que pudiera producir un cambio

El resultado ha sido La acción comunitaria, una herramienta para la prevención de la soledad y el aislamiento mayor, un trabajo del equipo de investigación del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE), en el que también ha participado la Escuela Universitaria de Enfermería de Zamora y un equipo de voluntarios sénior. Elisa Sala Mozos, investigadora del CENIE, ha sido la encargada de presentarlo este martes. Tenía claro que había que había "poner este tema sobre la mesa, que no es baladí y que tiene influencia e impacto directo en la calidad de vida y en la salud, tanto individual como colectiva y comunitaria".

Así se llevó a cabo

Para empezar a trabajar, detectaron qué personas sufrían esta soledad no deseada. Lo hicieron con una campaña de difusión y sensibilización, con la actividad voluntaria destinada a activar el tejido comunitario y con la instalación de puntos informativos en centros de salud. Esperaban llegar a unas 24 personas: se inscribieron un total de 60. Y eso que, reconocen, no es fácil acceder a ellas. La mayoría eran mujeres y edad media ha oscilado entre los 60 y los 93 años. Muchas, viudas.

Después vinieron los encuentros, un espacio grupal en el que se comparte información y se promueve el apoyo mutuo entre sus miembros, así como se reflexiona alrededor de diversos aspectos vinculados a la soledad, el envejecimiento, la participación o el sentido vital. Cada uno de los cuatro grupos que se hicieron ha estado formado por de 10 personas participantes, mayores de 65 años e interesadas en ampliar su red o en prevenir o paliar la soledad. Siempre eran las mismas, además de las voluntarias y las supervisoras del equipo técnico de Escuela de Enfermería, que ejercían el liderazgo.

Tres fases

La intervención de este trabajo, que acaba de publicarse, se ha estructurado en 10 sesiones, que se corresponden con tres fases. En la primera han abordado la soledad de forma abierta, dando la opción de que cada participante se situase sobre la temática con la distancia, prisma e intensidad que considerara para lograr combatir el estigma y dotar de causalidad social al fenómeno.

En la segunda, se han centrado en dar a conocer y vincular con los recursos del entorno comunitario, fomentado la participación. Para ello, potenciaron la toma de decisiones conjunta sobre actividades de proximidad preferidas, así como compartir aficiones y experiencias entre las personas participantes. La tercera y última fase trataba de ahondar en el conocimiento mutuo y el autoconocimiento, así como en enfocar la cotidianidad hacia la construcción del proyecto vital, todo en grupo. "Hemos promovido las relaciones de reciprocidad y apoyo mutuo en todo momento. Estamos intentando huir del existencialismo y de la dependencia", asegura la investigadora.

Además, recalca que muchos voluntarios más jóvenes ayudaron a acompañar a las personas con movilidad reducida para que también pudieran participar en las actividades. A raíz de ellas, asegura, se generaron muchísimas relaciones entre ellos. "Estamos transitando ha una sociedad menos etapista y menos segregada por edades, que es lo que cobra sentido en un contexto de sociedades longevas", añade.

El resultado, aunque todavía es algo preliminar, ha sido positivo. "La ayuda mutua y el apoyo vecinal son valores que siguen formando parte de nuestra cultura profunda, y las comunidades 'se activan' para actuar desde la corresponsabilidad cuando se establecen las vías para ello. Sin embargo, para garantizar una participación continuada y sostenible en el tiempo, también es preciso 'acompañar' a las comunidades en el medio y el largo plazo", explican en el informe ejecutivo.

Un trabajo de todos

Pero, para eso, hace falta la participación de todos. "La conectividad social, la soledad y el aislamiento es una cuestión de todos. Todos tenemos que hacer este trabajo de pensar hacia dónde estamos caminando y qué sociedades estamos construyendo", ha insistido la investigadora. Lo debemos hacer las personas, empezando a preocuparnos por vecinas y personas que tenemos a nuestro alrededor, pero también "las administraciones públicas tienen que acompañar todos esos procesos comunitarios y no quedarse atrás". Porque no todos los territorios tienen las mismas necesidades y la capacidad de respuesta y es ahí, asegura la investigadora, donde entra en juego su papel.

"Para que la longevidad sea un éxito, tenemos que conseguir que sea compatible con la calidad de vida y esta tiene muchas facetas y dimensiones. Tenemos que hacerlo en condiciones óptimas de alud física y mental, pero también de integración social. Y de eso tiene mucho que ver con el estudio", ha señalado por su parte Óscar González Benito, director de la Fundación General de la Universidad de Salamanca. Él ha sido quien ha explicado que lo de hacerlo en Zamora tiene sentido: si uno de cada cinco europeos tiene ahora más de 65 años, en el caso de la ciudad es uno de cada cuatro. Más de la mitad de los mayores están por encima de los 75 años.

La idea ahora es llevar este proyecto a más lugares, adaptado siempre, asegura Sala, a la idiosincrasia de cada sitio.