DESOBEDIENCIA CIVIL

Espontáneos, de todas las edades y hablan por Signal: así operan los movimientos climáticos que pintan Génova y Ferraz

En Futuro Vegetal, que ha pintado también las fachadas del Congreso y del Ministerio de Justicia, mantienen en secreto el lugar y la fecha de la acción para no comprometer la seguridad de sus compañeros

Este tipo de movimientos se alejan de los corporativismos: "Son más líquidos, se apoyan mutuamente, trabajan en red, comparten sus acciones de éxito y sus experiencias", explica Rafael Ordóñez, autor de 'Amor y furia'

Un activista de Futuro Vegetal se sube a un vehículo de Policía Nacional. De fondo, las sedes del PP y del PSOE pintadas.

Un activista de Futuro Vegetal se sube a un vehículo de Policía Nacional. De fondo, las sedes del PP y del PSOE pintadas. / EPE

Ana Ayuso

Ana Ayuso

"A mí, donde me pongan un chuletón al punto... eso es imbatible". La frase con la que Pedro Sánchez trató de acallar el año pasado la polémica de las macrogranjas, generada por el ministro de Consumo, Alberto Garzón, resonó este lunes de nuevo tras la acción de Futuro Vegetal. También el "desde que la Tierra existe ha habido siempre cambio climático" de Isabel Díaz Ayuso. Cinco activistas de este movimiento se presentaron ante las sedes nacionales del PSOE, en la calle Ferraz, y del PP, en Génova, para rociar con pintura negra los logos de ambos partidos. Todos ellos fueron posteriormente detenidos por la Policía Nacional.

"Futuro Vegetal sí que es imbatible", respondían al presidente estos activistas en un vídeo que colgaron en Instagram para promocionar su maniobra. "Queremos quitar la careta a todos los políticos que dicen preocuparse por el medio ambiente y la habitabilidad del territorio, pero siguen financiando industrias ecocidas como la cárnica. Estamos cansadas de engaños y de falsas esperanzas", afirmaba después el movimiento en un comunicado en redes sociales. Todos los partidos políticos madrileños, desde Vox a Unidas Podemos, condenaron estas protestas no violentas.

Los que aparecieron en Génova y en Ferraz pertenecen al mismo grupo que los que lanzaron pintura al Congreso de los Diputados, al Ministerio de Justicia, a la sede de CaixaBank o al logo del restaurante de Masterchef; o los que cortaron la M-30 en plena operación salida de Navidad y los que pegaron sus manos a los marcos de La maja vestida y La maja desnuda, en el Museo del Prado, para alertar de la subida de la temperatura mundial. Todos ellos son Futuro Vegetal.

Tres activistas de este grupo autónomo sectorial de Rebelión o Extinción, Nuria (enfermera, 48 años), Jorge (médico, 25 años) y Mauricio (profesor universidad, 34 años) respondieron a las preguntas de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA sobre este movimiento antes de llevar a cabo esta acción. En su chat general de la red social Signal hay 130 personas, pero son entre 20 y 30 miembros los que "trabajan de manera activa para hacer crecer el movimiento", explica Jorge. "Hemos estado de gira por varios puntos de España a lo largo de estos meses" para sumar adeptos, sostiene Nuria, y "estamos haciendo un puente muy interesante entre colectivos animalistas, ecologistas, anarcosindicalistas y antifascistas" para colaborar con ellos, agrega Mauricio.

Jorge refleja que a todos ellos les une "la preocupación por la crisis climática y social". "Hay una gran parte que está por la radicalidad de nuestras acciones, que, por otro lado, consideramos proporcionales a la situación de crisis sistémica que vivimos", mientras que otro sector encuentra en este movimiento "un espacio para luchar por el bienestar animal y de los ecosistemas", dice. A pesar de que en redes sociales les han llamado "niñatos" y les han pedido en repetidas ocasiones que se pongan a trabajar, quienes forman parte de este movimiento son "personas muy diversas en edad y en ocupaciones, hay desde estudiantes hasta jubiladas, desde precarias hasta funcionarias", alega Mauricio. Los detenidos por las pintadas en Ferraz y en Génova así lo demuestran. Tienen 61, 48, 41, 27 y 26 años.

Cómo nacen estos movimientos

Futuro Vegetal no es una organización como Greenpeace y por eso trabajan de manera diferente, aunque "complementaria", considera Eva Saldaña, directora ejecutiva de Greenpeace España. Asegura que estos movimientos "son más espontáneos, tienen menos estructura y la coordinación es diferente" a la de las ONG tradicionales. "Estamos en una situación de cambio climático en la que la ciencia empuja a una acción, que recuerda que los próximos años son fundamentales para detener el cambio climático. Estos grupos dan un paso adelante y van más allá que el resto de colectivos", indica Rafael Ordóñez, autor de Amor y furia (editorial Tres hermanas). En el libro, este periodista, que trabajó en Greenpeace, afirma que estos grupos incipientes "llevan a cabo acciones como las que hacía esta organización, pero más arriesgadas".

De hecho, la primera acción del movimiento Extinction Rebellion (XR) en su nacimiento, en 2018, fue presentarse en la sede de Greenpeace, ocuparla y apremiarles para que actuasen con mayor beligerancia. Futuro Vegetal, Extinction Rebellion, Rebelión Científica y el resto de grupos que conforman el ecosistema de protesta climática actual no se fijan en las consecuencias, sino que únicamente tienen en cuenta la motivación que les lleva a actuar: el miedo ante el cambio climático. "A Greenpeace, si una acción se le va de madre, puede tener una crisis reputacional, pero a estos les da igual, porque entienden que no tienen una reputación que ganar o que perder, les da igual caer bien o mal. El tiempo en el que están viviendo les empuja a hacer las cosas con esta impetuosidad y con esta prisa", argumenta Rafael Ordóñez.

Eva Saldaña opina que la desobediencia y la protesta civil que están desarrollando estos grupos "son claves para los retos que enfrentamos". Este tipo de acciones "estiran el límite de lo que es socialmente aceptable y pueden generar un debate social", por ejemplo, sobre "por qué nos alarmamos si manchan un cuadro de Van Gogh y no ante la deforestación de la Amazonia, los crímenes de las empresas o los refugiados climáticos". "El activismo que están practicando en toda Europa y en España está siendo atacado con mucha facilidad y creo que requiere un poco de pausa y de reflexión", recomienda Ordóñez.

Nuestras acciones no violentas despiertan una llama de rebeldía dentro de algunas personas que lleva tiempo deseando ser encendida"

— Mauricio, activista de Futuro Vegetal

Este periodista, que titula su libro con el lema emplean los activistas, Amor y furia, avisa de que las agrupaciones nuevas están "ocupando el espacio de organizaciones que han estado funcionando de otra manera". Estos movimientos "consideran que recoger firmas hoy ya no basta para luchar contra el cambio climático", aunque ese método haya "cumplido un papel" a lo largo de la historia, apunta. Pero ahora son estos nuevos grupos quienes actúan con más ruido y más urgencia.

"No es cuestión de que la sociedad aplauda nuestras acciones. Tenemos graves problemas que afrontar, pero no nos conformamos con votar una vez cada cuatro años y quejarnos el resto del tiempo", expresa Mauricio, de Futuro Vegetal, que asegura que con sus acciones no violentas despiertan "una llama de rebeldía dentro de algunas personas que lleva tiempo deseando ser encendida".

Dos operarias limpian el león del Congreso tras ser pintado en una protesta de Futuro Vegetal y Rebelión Científica.

Dos operarias limpian el león del Congreso tras ser pintado en una protesta de Futuro Vegetal y Rebelión Científica. / EUROPA PRESS

Cómo se organiza una acción climática

Cada acción no violenta de estos activistas se planea de forma independiente a las demás. Nuria apunta que algunas de ellas las van perfilando "durante meses", mientras que otras se realizan "de un día para otro". "Todo el proceso es bastante orgánico", dice Mauricio. Suelen surgir en grupos pequeños, pues les aporta "velocidad para planear y ejecutar", sostiene Jorge.

"Al menos tres personas de cada grupo deben participar para que se pueda considerar una decisión colectiva. Las personas que colaboran la gran mayoría de las veces han participado también en el proceso de toma de decisiones. De este modo, se aseguran de que sus necesidades están cubiertas y plantean sus límites al resto del grupo para que se respeten y que podamos realizar la acción con confianza y determinación", argumenta Mauricio.

No actúan solos. Sus maniobras están respaldadas por otros movimientos climáticos como el suyo o por organizaciones como Greenpeace, que colaboró con la plataforma 2020 Rebelión por el Clima y XR España en la ocupación del puente de Nuevos Ministerios, en Madrid, en 2019. "No cuentan con el corporativismo que existía antiguamente en los movimientos sociales, sino que son más líquidos y superan el mundo de las siglas. Se apoyan mutuamente, trabajan en red, comparten sus acciones de éxito y sus experiencias", asevera Rafael Ordóñez.

Pese a que se enfrentan a procesos penales, si son detenidos, como este lunes, o a multas administrativas, derivadas de la ley mordaza, defienden que sus acciones son "perfectamente legítimas", ya que "la desobediencia civil y la acción directa no violenta son formas de protesta con las que se han conseguido la mayoría de derechos con los que contamos hoy en día", alega Mauricio. Sin embargo, mantienen "unos protocolos básicos" con el objetivo de que no se filtre información que pueda comprometer la seguridad de sus compañeros y el éxito de las acciones. "El más básico de todos es proteger en secreto el lugar y la fecha de la acción", añade este activista.

"En cada acción somos conscientes de los riesgos legales, pero nuestra lucha es justa y estamos dispuestos a ir a defenderla a los tribunales", recalca Mauricio. En Futuro Vegetal, los activistas participan en talleres de conocimientos legales obligatorios para aquellas personas que se exponen a los roles más arriesgados de las acciones. Asimismo, han recibido asesoramiento de otros colectivos, como Extinction Rebellion.

Para hacerse cargo de los costes de las multas, reciben donaciones en su web mediante Opencollective y otras plataformas y solicitan ayudas a Climate Emergency Fund, una organización que contribuye económicamente a que el activismo climático siga vivo. "No aceptamos donaciones que intenten influir en nuestras decisiones estratégicas, acciones o cuestiones políticas", aclara Mauricio. "Ningún compañero se va a quedar solo durante un proceso judicial. Estaremos bien apoyadas emocionalmente y económicamente", concluye Nuria.