ENTREVISTA JUST STOP OIL

La activista que tiró sopa de tomate contra un Van Gogh: "Practiqué toda la noche en el baño"

En una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Anna Holland se disculpa con los museos y asegura que "no lo habría hecho si no hubiese un cristal protector", pero que "un cuadro no vale tanto como la vida de tus hijos"

Considera "inspirador" que dos jóvenes españoles siguieran su ejemplo pegándose a Las Majas de Goya

Anna Holland es una de las dos activistas que tiraron sopa de tomate contra Los girasoles de Van Gogh.

Anna Holland es una de las dos activistas que tiraron sopa de tomate contra / SARA FERNÁNDEZ

Alberto Muñoz

Alberto Muñoz

Son los nervios de la noche anterior. Si vas a jugar un Mundial, te imaginas marcando el gol de la victoria; si vas a exponer una tesis, repasas hasta la última línea; y, si vas a tirar sopa de tomate contra un cuadro de valor incalculable para concienciar al ser humano acerca de su inminente autodestrucción, ensayas el lanzamiento una y otra vez contra la mampara de la ducha. "Mi compañera y yo nos tiramos toda la noche anterior practicando en el baño... No te imaginas la que liamos", reconoce entre risas a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Anna Holland, una de las dos activistas medioambientales de Just Stop Oil que lanzaron sopa de tomate contra Los girasoles de Van Gogh y se pegaron a la pared en la National Gallery de Londres.

"Fue una experiencia surrealista, de verdad, pero queríamos asegurarnos de que saliera bien. Phoebe [Plummer, su compañera] se quedó a dormir en mi casa y estuvimos toda la noche anterior metidas en mi ducha practicando lanzamientos. Para cuando terminamos estaba todo el baño cubierto de sopa de tomate", explica por videollamada desde el Reino Unido, desde donde ha seguido otros actos "inspiradores" similares como el que llevaron a cabo unos jóvenes en España al pegarse a Las Majas de Goya.

Los museos de todo el mundo, sin embargo, ya han manifestado su preocupación al respecto, y Anna, que dice ser "una enamorada del mundo del arte", ha aprovechado su entrevista con este periódico para "disculparse" por "los métodos". "Me duele", reconoce.

Anna tiene 20 años, estudia Filología y Escritura Creativa y cree que su generación ha sido "sentenciada a muerte". Por eso, el pasado junio decidió unirse a Just Stop Oil, una organización británica que busca el fin de los combustibles fósiles y la transición hacia un modelo de sociedad que les permita "tener un futuro". Pero, ¿por qué eligieron esa forma de llamar la atención, por qué ese cuadro en concreto y por qué tirarle sopa de tomate?

"Elegimos Los girasoles porque es un cuadro famoso y así nos asegurábamos de que todo el mundo hablaría de nuestro mensaje, y utilizamos sopa de tomate porque simboliza la conexión que existe entre la crisis climática y el aumento del coste de la vida. Ambos problemas están siendo auspiciados por la codicia de nuestro gobierno, que ahora ya puede utilizar dinero del contribuyente para pagarse sus fiestas de Navidad mientras los ciudadanos a los que supuestamente representan no pueden permitirse siquiera pagar la energía necesaria para calentar una sopa", explica Anna.

"En un momento dado me dio bastante miedo. Estaba nerviosísima, sabía que iba a generar muchísima polémica y que se hablaría sobre ello y sobre mí en todo el mundo. Pero luego tiramos la sopa, Phoebe empezó a dar su discurso y sentí que estaba donde debía estar", recuerda. "Me sentí empoderada y emocionada, de verdad, sabía que estaba liderando un paso más en las acciones del grupo. No cambiaría nada de lo que pasó".

Un policía pide la documentación a la activista Anna Holland durante una manifestación./

La mañana en que lanzaron la sopa de tomate fue "una montaña rusa de emociones". Nada más hacerlo, Anna se sacó un bote de pegamento del interior de su camiseta, lo esparció por su mano y se adhirió a la pared mientras escuchaba a su compañera. Allí estaría durante aproximadamente una hora esperando a que llegase la unidad especial de la policía encargada de llevar el disolvente químico adecuado.

"No me ha dejado ninguna secuela, mira", dice mientras enseña la palma de su mano. "Recuerdo que vaciaron la sala y que por un momento parecía una visita personalizada. Estábamos rodeadas de obras de arte de un valor incalculable y solo entraban guardias de seguridad y conservadores del museo a evaluar los daños que podíamos haber provocado. Yo me justificaba ante ellos y les decía que jamás lo habríamos hecho si pensáramos que le provocaríamos algún daño. Eso les calmó, pero estuvieron examinándolo todo hasta que vino la policía y nos detuvo", recuerda.

Dañar una obra de arte

A pesar de que confían en no ser condenadas por lo sucedido, saben que es una posibilidad. Según cuentan ellas, la Galería Nacional no ha declarado daño económico alguno en lo que hicieron allí el pasado 14 de octubre, y eso ayuda, pero no descartan nada cuando vuelvan a los tribunales en diciembre.

En cualquier caso, Anna reconoce que todo el que hace algo como esto sabe de antemano las consecuencias legales a las que se arriesga. Es lo que le ha pasado, por ejemplo, a los dos compañeros suyos de Just Stop Oil que se pegaron a Melocotonero en flor, también de Van Gogh. En su caso, la galería sí que ha reclamado daños por valor de 2.300 euros en el marco, que es más antiguo incluso que el propio cuadro.

"Nunca lo habría hecho si no supiese que había un cristal protector"

Anna, por su parte, dice que ella jamás dañaría una obra de arte, pero que respeta a quienes creen que es una buena forma de llamar la atención, además de recordar que incluso "se llegó a criticar a las sufragistas en un primer momento". De hecho, asegura, estaría dispuesta a ceder su sitio a alguien que quisiera hacerlo si eso fuera lo que decidieran desde Just Stop Oil.

"Nunca habría hecho lo que hice si no supiese que había un cristal protector, pero, aun así, aunque no lo hubiera habido, suplico a la gente que se plantee si le importa más un cuadro valorado en millones de euros o las vidas de sus hijos y de sus nietos. Vamos a tener que enfrentarnos a la falta de muchas cosas durante los próximos años, y eso sí que es aterrador. Mucho más que estropear un cuadro", asegura.

Los museos de todo el mundo, sin embargo, no lo tienen tan claro. La semana pasada, 92 directores de museo entre los que se encontraban el del Prado, el Louvre, el MOMA de Nueva York y el Museo Británico, firmaron una carta en la que expresaban su nerviosismo por lo visto durante los últimos meses.

"Estos activistas infravaloran seriamente la fragilidad de unos objetos que son irreparables y que deben ser preservados como parte de la herencia cultural de nuestro planeta. Como directores a los que se les ha encargado el cuidado de los mismos, nos ha preocupado profundamente que se les esté poniendo en peligro", explicaron.

"Me gustaría disculparme con los museos por el hecho de que tengamos que utilizar este tipo de métodos. Soy una enamorada del arte y es cierto que todavía me duele hacerle este tipo de cosas a obras maestras con una importancia cultural como la que tienen, pero, sinceramente, si no luchamos por lo que estamos luchando, en 2040, por ejemplo, podríamos no tener agua limpia para beber. Si llegamos a eso, nadie más va a poder disfrutar del arte", replica Anna.