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García Ortiz

Dolores Delgado quería ser fiscal de sala, la máxima categoría en la carrera, y con el actual Fiscal General del Estado colocado en esa posición de privilegio, todo debía parecer más fácil 

Dolores Delgado y Álvaro García Ortiz, en la toma de posición del segundo como fiscal general del Estado

Dolores Delgado y Álvaro García Ortiz, en la toma de posición del segundo como fiscal general del Estado / Europa Press

En condiciones normales, Álvaro García Ortiz nunca hubiera llegado a ser Fiscal General del Estado. Así de claro lo suelen proclamar sus compañeros de la carrera fiscal, pero su predecesora en el cargo, la ex ministra de Justicia Dolores Delgado, le allanó el camino al nombrarlo responsable de la Secretaría Técnica de la Fiscalía y convertirlo en su mano derecha.

Esos mismos compañeros, que destacan del ex portavoz de la Unión Progresista de Fiscales su carácter afable y risueño, y que nunca habrían imaginado que llegara tan lejos profesionalmente, inciden en que García Ortiz apenas emitió circulares o instrucciones desde la Secretaría Técnica pese a los innumerables cambios legales aprobados en los dos años largos que ocupó el puesto.

Pero sembró y sembró, se convirtió en el brazo ejecutor de Delgado y la ex ministra consiguió que el presidente Pedro Sánchez lo designara Fiscal General cuando ella renunció por un problema de salud. Delgado quería ser fiscal de sala, la máxima categoría en la carrera, y con García Ortiz colocado en esa posición de privilegio, todo debía parecer más fácil.

De hecho, García Ortiz ascendió a Delgado al puesto que anhelaba y la designó para la sala de lo Militar, decisión que en noviembre pasado fue anulada por el Tribunal Supremo al considerar que se había producido una “desviación de poder”. La revocación no tuvo consecuencias reales, porque el Gobierno ya había nombrado a Delgado Fiscal de Sala de Memoria a propuesta de García Ortiz y en contra de una parte importante de la carrera, designación que ahora también tumba el Tribunal Supremo para estudiar una posible incompatibilidad con la labor profesional de su pareja, el ex juez Baltasar Garzón.

Esta concatenación de hechos, nombramientos y decisiones, arbitrarias en algún caso, como señaló el Tribunal Supremo, pueden hacer sospechar a los malpensados que Delgado ungió a García Ortiz a la Fiscalía General del Estado porque era el camino más rápido para alcanzar sus propios objetivos. No seamos injustos, seguramente todo es pura coincidencia y esos fiscales compañeros de García Ortiz que nunca se lo habrían imaginado en el cargo que ahora ocupa ven nepotismo donde en realidad hay valía profesional.

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