CAMBIOS EN EL EJECUTIVO

Sánchez busca un parapeto ante la dureza de la legislatura con el ascenso de Montero en el Gobierno

La vicepresidenta primera asumirá el peso más político, con la coordinación dentro del Gobierno en Hacienda y un papel clave en las negociaciones políticas con los socios de la investidura

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la nueva vicepresidenta primera, María Jesús Montero.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la nueva vicepresidenta primera, María Jesús Montero. / Europa Press

Isabel Morillo

Isabel Morillo

El ascenso de María Jesús Montero a la vicepresidencia primera del Gobierno termina para muchos con una anomalía que se extendió durante toda la legislatura anterior, cuando la ministra ejerció una responsabilidad no reconocida en el gabinete de Pedro Sánchez, llegando a convertirse en uno de los pesos políticos más relevantes y sin ostentar una vicepresidencia. Eso se subsanó en el último Consejo de Ministros y acaba por resolverse en la última crisis de Gobierno, donde la vicesecretaria general del PSOE pasa de la vicepresidencia cuarta a la primera para convertirse en el principal parapeto en el que podrá protegerse el presidente en una legislatura muy dura.

El cargo orgánico como número dos en el PSOE, en 2022, ya empoderó a Montero para ejercer ese papel negociador que viene desempeñando en la última etapa y su ascenso a la vicepresidencia primera premia a quien se ha convertido en una de las personas de más confianza del presidente, entrando en su círculo estrecho de colaboradores y asumiendo, junto a Félix Bolaños, ministro de Presidencia, y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, un papel clave en las negociaciones para la investidura con ERC y Junts. 

La ministra de Hacienda tiene uno de los discursos más combativos políticamente dentro del Ejecutivo y desde la vicepresidencia primera pasará a convertirse en la principal escudera de Pedro Sánchez. El ascenso de Montero tiene esa lectura dentro del Gobierno y el PSOE. La legislatura pasada el presidente careció de esa protección y su figura política sufrió un severo desgaste. La etapa que ahora se abre será aún más bronca y el PP ha endurecido su oposición tras el acuerdo de la amnistía a los encausados del procés o movimientos políticos como el apoyo a Bildu para que recupere la alcaldía de Pamplona. Se prevé una etapa de alto voltaje político y Montero actuará desde la primera línea para encajar, en la medida de lo posible, los golpes que la oposición dirija a Sánchez.

Tras una etapa en la que el presidente pagó la ausencia de pesos políticos, Sánchez ha configurado un Consejo de Ministros sin apenas perfiles técnicos, salvo el flamante ministro de Economía, Carlos Cuerpo, o José Luis Escrivá. El ascenso de Montero acaba por determinar el peso eminentemente político de un gabinete con el que, según criticó el PP, el presidente “cava aún más una trinchera” en una legislatura de bloques y polarización, en la que la aritmética parlamentaria obligará a negociar hasta la extenuación las medidas con los socios de la investidura.

Como ministra de Hacienda, Montero ya sabe bien lo que es coordinar las distintas carteras del gobierno, incluidas las de Sumar. También ha negociado los decretos anticrisis con el resto de partidos en el Congreso de los Diputados y ha sacado adelante tres presupuestos con apoyos de fuera del Gobierno. Su habilidad negociadora ha quedado probada en momento de una complicada negociación parlamentaria y de nuevo se pondrá a prueba en la actual legislatura, en la que tendrá difícil seguir posponiendo la reforma del sistema de financiación autonómica, pospuesta desde 2014. En esta ocasión le tocará abrir ese melón con el PP empoderado en el ámbito autonómico, gobernando 11 autonomías. Montero ya probó ese despliegue de fuerza del principal partido de la oposición en el último Consejo de Política Fiscal y Financiera, que aprobó el déficit y el techo de gasto, con el PP en contra y los consejeros de Hacienda de la mayoría de las comunidades en pie de guerra contra el “trato de favor” a Cataluña. La sevillana tendrá que andar por ese alambre, intentando alcanzar acuerdos con los barones del PP, en asuntos como la financiación o la quita de deuda, y cumpliendo los pactos alcanzados con los independentistas catalanes, que recelan del ‘café para todos’ como vía política.

Pese a su perfil absolutamente político en la actualidad, hasta el punto de que hay quien cree que Sánchez la coloca con el último movimiento en el escaparate como posible sucesora del presidente en un futuro lejano, Montero tardó en afiliarse al PSOE de Sevilla. Durante años formó parte como independiente de los gobiernos andaluces de Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz, antes de dar el salto en 2018 al Consejo de Ministros de la mano de Sánchez. Su primer puesto fue en la consejería de Salud, en 2004, como médico de profesión y llegando a la política tras gestionar un hospital de la sanidad pública andaluza.

Su relación con Nadia Calviño ha sido “muy estrecha”, han sido amigas además de compañeras en el Consejo de Ministros y Montero ha ayudado, en más de una ocasión, a engrasar las relaciones con la otra vicepresidenta económica, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (Sumar). Ahora será ella la que asuma en solitario ese rol, también con los socios del Consejo de Ministros, para desanudar conflictos. Su nombre sonó como relevo en el PSOE andaluz en 2018, cuando el PP llegó a la Junta de Andalucía. Ella nunca ha querido volver en ese papel aunque como militante disciplinada se echa el partido a la espalda y “lo que le pida” el presidente, que la ha querido reservar para convertirla en su escudera en Madrid.