Opinión | EL RUIDO Y LA FURIA

Asuntos propios

Si al decir "adiós" pudiéramos poner todo lo pasado detrás del mar, acaso sabríamos qué hacer con la frustración, con el dolor, con la tristeza que nos procura de tanto en tanto la vida

Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso

Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso / DAVID CASTRO

Amanecer, de pronto, como yo hoy mismo, escuchando cantar a los mirlos, que despiertan al día cuando intuyen la primera luz, o acaso son quienes la llaman y la luz les obedece. Amanecer, de pronto así, sin nada más que hacer que reflexionar sobre tus propios asuntos, sin más prioridad que tu vida y tu conciencia. Para eso están los días de asuntos propios. José Guerrero ‘Yuyu’, a quien tanto echamos de menos los carnavaleros, dice que quien los inventó era un auténtico genio, un benefactor de la Humanidad que está por encima de Leonardo y de Miguel Ángel.

Así que Pedro Sánchez se ha tomado cuatro días de asuntos propios para pensar en sus propios asuntos, en si «merece la pena» seguir siendo presidente del Gobierno. He tenido siempre la sospecha de que si en algo hay pena entonces no merece dedicación alguna. Pena es una palabra demasiado honda, demasiado grande, concebida nada más que para que te hundas en ella. También he tenido siempre una certeza: quien piensa en irse ya se ha ido. No es una tragedia, ni una traición, irse si uno está donde está su pena.

Si se pudiera olvidar igual que se cierran los ojos, lo mismo que se calla… Si "nunca" fuese de verdad al tiempo lo que "nada" es al espacio, si la paz se alcanzara siguiendo los pasos azules del viento, imitando la amnesia de los espejos… Si al decir "adiós" pudiéramos poner todo lo pasado detrás del mar, acaso sabríamos qué hacer con la frustración, con el dolor, con la tristeza que nos procura de tanto en tanto la vida. Hay veces que necesitamos decir "adiós" porque el ahora es abrumador y queremos transformarlo en pasado y el pasado en olvido. Se dice "adiós" anhelando el futuro. Decir "adiós" es cerrar la puerta para abrir, siquiera, una ventana, para buscar otra claridad, para respirar otro aire, para cambiar de paisaje. Se dice "adiós" con intención, casi siempre, de que el tiempo oville el olvido con la seda de sus horas y solo quede de ti la inmensa soledad de lo pasado.

Cuando uno piensa en decir "adiós" de repente se le llena la imaginación de pájaros en desbandada, de siluetas que se alejan. Uno piensa "adiós" y de pronto se da cuenta de que está pensando en pasado. Uno piensa la palabra ‘adiós’ y de repente todo es bruscamente remoto.

Pero todo depende de si, de verdad, uno ha pensado en decir "adiós" o en realidad está pensando en "me quedo" y todo es un ardid, una añagaza, una artimaña. Nunca se sabe hasta que el tiempo, que todo lo encaja, desvela el misterio y pone a cada quien en su lugar.