Opinión | EL TRIÁNGULO

Ya no hay barrios

Ahora la tendencia es otra. En Zaragoza las nuevas construcciones huyen de los locales comerciales

Tienda en el barrio zaragozano de la Magdalena

Tienda en el barrio zaragozano de la Magdalena / Ángel de Castro

Ya no hay barrios y si los hay simplemente son distintos, como más uniformes, sin vida en las calles y con centros comerciales como escaparate social donde efectuar las compras semanales. No sé si este nuevo concepto de ciudad es mejor o peor, a mí me gusta menos porque lo que me gusta es bajar a la calle, saludar en la frutería y en la pescadería, hacer la primitiva siempre en el mismo estanco y en la charcutería deleitarme con los olores y preguntar por el nieto que va a nacer y por las cosas que van pasando sin hacer ruido. Por eso me gustan las ciudades y por eso me gustan sus barrios, con sus mercados, sus tiendas y sus colegios con su bullicio de tardes escolares, esos barrios donde la gente camina, se reconoce y envejece pared con pared sabiendo que así es.

Sin embargo, ahora la tendencia de ciudad es otra. Hace unos días leía una información que señalaba que en Zaragoza las nuevas construcciones huyen de los locales comerciales, ya que debido a la venta online y a los centros comerciales los arquitectos no diseñan locales en sus nuevas construcciones. Pensé que qué pena, porque a mí si algo me ha gustado de mi vida en diferentes barrios de la ciudad de Zaragoza han sido sus comercios y creo que por este orden: la papelería donde de niña me compraba gomas camino de la escuela, la tienda de ultramarinos donde tan pronto te podías comprar 100 gramos de chorizo de Pamplona como una borraja recién cogida de la huerta, el cine club con sus sueños y fantasías ordenados en pequeñas cajas y al que acudir era un ritual depurado y hermoso, el bar, la floristería y la pescadería donde Javier ordena su mercancía con el mismo humor que afecto incontrolado por sus clientes, que somos casi su pequeña y ambulante familia.

Por eso me gustan estos barrios, chapados a la antigua puede ser, y donde faltan garajes y donde se ordena la vida entre las paredes de sus locales, el caminar por sus calles y la extraña sensación de saber que no estás solo. Seguramente los otros barrios, los que son uniformes y con muchas plazas de garaje y sin locales con alma, son el futuro de nuestras ciudades y son la forma de resolver el nuevo urbanismo, pero a mí que me dejen soñar con los recuerdos, porque en el saludo diario, mientras sirves un nuevo café, ambos sabemos que las cosas marchan y que un año más hay lugares en los que volveremos a comprar la lotería de Navidad, da igual que toque o no.