Opinión | LIMÓN & VINAGRE

Donald Tusk: ni temerario ni miedoso

Un funcionario europeo dijo de él que "nunca pisará un charco; no hay ningún asunto lo suficientemente grave como para que la gente le acuse, no se le puede culpar de ningún gran error”

Donald Tusk.

Donald Tusk. / EPE

Hay una foto de Donald Tusk, a finales de los años 70, con esas chaquetas militares que estuvieron de moda, que explica una parte de su personalidad. Una mirada amenazante y altiva, de la época en la que militó en Solidarność (Solidaridad), el sindicato liderado por Lech Walesa que hizo frente al régimen comunista. El Tusk joven, estudiante de Historia en Gdansk, implicado en la lucha clandestina, fundó la Asociación Independiente de Estudiantes (NZS), creó una revista que se convirtió en una especie de 'think tank' de los equipos de Walesa y se tuvo que esconder a raíz de los últimos coletazos del general Jaruzelski, con la ley marcial de 1981. Fue panadero y trabajó cinco años como operario especializado en trabajos verticales, es decir, escalando para arreglar o pintar edificios. Esta actividad casi circense, de equilibrista, seguro que le marcó metafóricamente para el futuro. Ascender, pero con arnés de seguridad. El joven Tusk redactó la tesis doctoral sobre el mariscal Józef Pilsudski, el militar patriota que hizo posible la independencia del país después de la Primera Guerra Mundial.

Gdansk, la antigua ciudad libre de Danzig, prusiana, alemana, autónoma, tutelada por la Sociedad de Naciones, después polaca, no solo es el lugar de nacimiento de Donald Tusk y de Solidaridad, sino una metáfora de la historia contemporánea de Europa en general y, en particular, de Polonia. En medio del bullicio impresionante de las guerras, de la represión y los intereses políticos y económicos, en medio de idas y venidas en una geografía que es una bisagra entre el Este y el Oeste, entre dictaduras y democracias, conserva su antiguo lema: “Nec temere, nec timide”. Ni temeraria, ni miedosa. Donald Tusk es como su ciudad natal. Ni un paso en falso, ningún reto que no pueda ser asumido. Un funcionario europeo (de la época en que Tusk fue presidente del Consejo Europeo, de 2014 a 2019) dijo de él: “Nunca pisará un charco; no hay ningún asunto lo suficientemente grave como para que la gente le acuse, no se le puede culpar de ningún gran error”.

Estábamos todavía en Polonia, sin embargo. Veremos que la trayectoria del dirigente es un péndulo que va de la defensa de la integridad y la democracia en su país hasta el compromiso europeísta. Como vasos comunicantes. En 2001 funda un partido –Plataforma Cívica– que mantiene desde entonces un codo a codo constante con el otro gran conglomerado político polaco, el PiS (Libertad y Justicia). 

Donald Tusk, presidente del PPE, en una conferencia de prensa esta semana en Polonia.

Donald Tusk, presidente del PPE, en una conferencia de prensa esta semana en Polonia. / EFE/EPA/Marcin Obara

Una lucha enconada entre los valores liberales y las tendencias populistas. Entre Tusk y los hermanos Kaczynski, esos gemelos que también provenían de Solidaridad y que eran una mezcla, en los inicios del siglo XX, de farsa y tragedia. Después descubrimos que eran la encarnación del espíritu reaccionario, antieuropeo, autoritario. En el 2007, Tusk los ganó y fue primer ministro hasta 2014, cuando fue elegido presidente del Consejo Europeo. Al marcharse, los gemelos volvieron al poder y estuvieron en él 8 años (bueno, Jaroslaw, porque Lech murió en 2010 en un accidente de avión que, según los delirios megalómanos del hermano superviviente, fue obra del “endemoniado Tusk, espía alemán y encarnación del Mal”).

Ahora estamos en Europa. Tusk ya no es el chico arrebatado de la foto, sino el político risueño, discreto y algo reservado, que piensa que “si la decencia, la libertad de expresión y la democracia liberal son de izquierdas, entonces soy un izquierdista convencido”. Pero no lo es. Llega sin apenas saber inglés y con muy poco conocimiento del entramado de Bruselas, pero en un tiempo récord es capaz de entender la enrevesada política comunitaria y la lengua franca. Durante su mandato debe afrontar crisis financieras, políticas, humanitarias y bélicas. El peligro gravísimo del 'Grexit' (el derrumbe griego), la constatación del enorme error del Brexit (“me pregunto si hay algún lugar especial en el infierno reservado para quienes lo promovieron”), el problema creciente de los refugiados, el auge del populismo y el neofascismo, la anexión rusa de Crimea. Casi nada. Mientras, Polonia camina hacia la extrema derecha. Y es entonces cuando Tusk decide volver a la patria para salvarla. Se presenta a las elecciones de 2023 y su coalición gana al PiS. Ahora estamos aquí, en el intento de devolver a Polonia al camino de la normalidad democrática. Mientras, en sus últimas declaraciones afirma que “estamos en una época de preguerra; no exagero, cada día es más evidente”Quizás haya que pensar en ello.