Opinión | MÁS ALLÁ DEL NEGRÓN

Un cuasi AVE

Un país en el que todo está casi listo, pero nunca llega a estar listo del todo

Tren de Avril de Talgo

Tren de Avril de Talgo / Europa Press

Mariano José de Larra fue probablemente el español que mejor nos tenía calados a sus compatriotas, y no digamos a nuestra clase política. Escribió sobre su tiempo, el nefasto siglo XIX, pero sus apreciaciones resultan cada vez más adecuadas para estos días, a medida que avanza la presente centuria. Salvando las distancias, nuestra España, la España de hoy, la del progreso y del progresismo, empieza peligrosamente a parecerse cada vez más a la decimonónica.

Mientras leía el domingo el pertinente editorial de este periódico "No más trenes perdidos", no pude menos que acordarme de Larra. Según se iban enumerando en el texto los innumerables retrasos de la entrada en funcionamiento del AVE y las múltiples excusas y justificaciones argumentadas por el ministro Puente, y sus predecesores, no pude menos que llegar a la conclusión de que no tenemos un AVE, de que lo que tenemos es un cuasiAVE.

El hallazgo del término no es mío sino de Larra, a quien debemos devoción y deberíamos poner un altar todos los periodistas patrios. El 9 de agosto de 1835, publicó en la "Revista Mensajero" un artículo titulado asépticamente "Cuasi", con el muy ilustrativo subtítulo de "Pesadilla política".

Una pesadilla política es la que está viviendo nuestro presidente, Adrián Barbón. Ha sido engañado, una y otra vez como todos los asturianos, con promesas hechas desde la ignorancia o la mala fe –no sé lo que es peor–, en las que, a base de ver frustradas, ya hemos dejado de creer. Lo malo, lo peor, debe de ser cuando esas promesas, además, vienen de tu familia política, de los tuyos, por los que has dado todo, por quienes más te deberían respetar.

Decía Larra en su artículo que en España tenemos "unas cuasi instituciones reconocidas por cuasi toda la nación. Cuasi siempre regida por un Gobierno de cuasi medidas. Una cuasi Ilustración repartida por todas partes. Una cuasi intervención, resultado de un cuasi tratado, cuasi olvidado, con naciones cuasi aliadas. Un cuasi en fin de las cosas más pequeñas. Canales no acabados; teatro empezado; palacio sin concluir; museo incompleto; hospital fragmento; todo a medio hacer… hasta en los edificios el cuasi". Vamos, la cuasi España de hoy.

Situándonos en el tiempo presente, efectivamente, las cosas no han cambiado demasiado. Tenemos un cuasi modelo territorial llamado, por llamarlo algo, Estado de las autonomías; un cuasi sistema judicial, que no se acaba de concretar a falta de un acuerdo; un cuasi sistema educativo, que cambiamos año tras año a ver si en una de estas damos con la solución; una burocracia cuasi kafkiana, propia del "Vuelva usted mañana" del amigo Larra; una cuasi política exterior en la que no se sabe muy bien si estamos con nuestros aliados o con los no alineados: una cuasi estabilidad política, dependiendo de las exigencias de un ex delincuente que ya tenemos cuasi amnistiado.

Entendemos que el Gobierno de España está muy ocupado con un muy serio caso de corrupción, con tranquilizar a los territorios que lo chantajean, incluso con tener contentos a sus propios ministros que no dejan de poner palos en las ruedas. Pero eso no puede ser óbice para dejar de gobernar, ejecutar, concluir todo eso que lleva tanto tiempo estando cuasi listo. Solo a la torpeza o a una enorme falta de eficacia se puede deber que los trenes no estuvieran esperando a que se colocara la última piedra de la Variante y no, al revés, que, después de veinte años, sea la Variante la que esté esperando por los trenes.