Opinión | ANÁLISIS

La de Dios es Cristo

No hay régimen relacionado con el dogma y las buenas costumbres que no haya caído en la tentación de reglar en lo que se puede o no se puede representar en imágenes

El cartel de Salustiano García para la Semana Santa de Sevilla

El cartel de Salustiano García para la Semana Santa de Sevilla / Agencias

El afán de la polémica no podía abstraerse de ese joven bello y sereno que encarna a Jesús en el cartel de la Semana Santa de Sevilla. La obra sigue la estética del autor, Salustiano García. Un catálogo de reminiscencias renacentistas que explora la belleza y la trascendencia. Tan pronto se hizo público, las bromas salpicaron las redes sociales. Después vinieron los ataques, y la situación dejó de hacer gracia.

El discurso del odio ha impregnado ese cuerpo demasiado atractivo, relajado y desnudo para los guardianes de la moral. “¡Retire este ofensivo cartel y dimita de su cargo!”, exigen los Abogados Cristianos al presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla. En su crítica a la “sacrílega imagen” vomitan: “obra de un artista acostumbrado a la representación de niños semidesnudos y a la banalización de motivos religiosos”. La obscenidad se concreta en el tuit de un opinador ocasional de la ultraderecha: “Para p3d3rastia (sic) la del "artista" al que defendéis. Aquí tenéis algunas de sus otras obras: niños fumando, con armas y todos hipersexualizados. Lo dicho, los progres estáis enfermos y habéis perdido hasta el mínimo rastro de dignidad o moral”. 

Ay, la moral. No hay régimen relacionado con el dogma y las buenas costumbres que no haya caído en la tentación de reglar en lo que se puede o no se puede representar en imágenes. Y ahí tenemos al Santo Oficio con el ojo puesto en el tamaño del paño que cubre los genitales. Paño que, sea dicho de paso, nunca existió. Las crucifixiones romanas buscaban tanto el dolor extremo como la humillación. 

Aunque quizá el motivo del quebranto no es la desnudez. Quizá se trata más bien de ese rostro de bienestar y confianza. Algo parecido a lo que ocurrió con la ‘Última cena’ de Paolo Veronese (1573). La Inquisición vio herejía en la vitalidad y alegría que destilaba la escena. El pintor rebautizó el cuadro: ‘Cena en casa de Levi’. Aquí paz y después gloria.